La cenicienta de Queens

Capítulo 47: Un ligero cambio de planes

—Un momento... —exclamó Nicolás al golpeteo intenso de la puerta— ¡Mira a quién tenemos aquí! Si no es más que al futuro reir —agregó de manera indecorosa mientras una breve sonrisa jugaba en sus labios.

—He traído whisky —alzó la botella tratando de ser simpático pero para nada convincente—. Creo que ya es hora, hemos estado evitando esta conversación durante mucho tiempo... —expresó Edwards con resignación.

Ya era hora de que tuvieran aquella conversación. Su relación estaba tan fracturada desde hace años que en cualquier momento les explotaría en la cara.

Nicolas resopló con conformidad mientras la comisura de sus labios descendía débilmente. Así que asintió y se apartó ligeramente de la puerta.

                                        ******

Hace unas horas

Lucy se mordió el labio y el silencio momentáneo hizo que Edwards se pusiera nervioso. Ella se aclaró la garganta e intentó desesperadamente decir algo, pero en lugar de eso murmuró de manera ininteligible. Algo en él se había descompuesto y su mano se congeló a unos centímetros de su cara. Edwards se sintió con pánico sin saber qué hacer, no tenía fuerzas para mirarle a los ojos y ella se sintió aliviada; se apartó despacio y le dejó un cálido beso en la parte superior de la cabeza, sin permitirse hacer otra cosa.

Este se comenzó a colocar la ropa sin decir una palabra, solo apretó los labios y le dedicó una sonrisa. Sentía un conflicto interior y cada vez que se sentía así se apartaba. Siempre le había funcionado en el pasado, en momentos de crisis se refugiaba en sí mismo, o en los libros.

—Lucy yo... —sacudió la cabeza tratando de encontrar las palabras correctas, pero en su interior solo retumbaba aquella misma palabra de hace algunos minutos—, me he acordado que debo... —miró confuso a su alrededor en busca de apoyo— hacer esa cosa de la que te hable justo ahora.

Y con tal enredo, desapareció con prisa.

La amaba, de ello se encontraba totalmente seguro, sin embargo, decirlo delante de ella por primera vez, tan fuerte y en aquel momento tan íntimo lo aterro y no escucharlo naturalmente de vuelta lo agobio.

                                      ******

Nicolás sirvió whisky en un vaso y se lo pasó a Edwards.

—¿Y bien? ¿Por dónde quieres comenzar? —pregunto tratando de controlar su tono prepotente mientras se servía un vaso igual para él. Este observaba como Edwards inspeccionaba el lugar con curiosidad—. Podemos solo ir al grano, debo ir al hipódromo.

Edwards volteo hacia él soltando una carcajada.

—La reina aún detesta ese lugar. Debo confesar que admiro tu valentía de ir en contra de sus deseos.

—Bueno, si vamos a ser sinceros, debemos recalcar que la reina detesta muchas cosas de mi —dejó escapar una sonrisa arrogante—. Como por ejemplo, el hecho de que sea un...

—Debes de entender que no fue fácil para ella... —le interrumpió Edwards.

ÉL, no estaba dispuesto a aceptar que la conversación se tornada lúgubre demasiado pronto.

—Y acaso para mi madre si.

—No, no lo fue para nadie, pero debes de admitir que todos nos vimos envueltos en los hilos de alguien narcisistas, que sólo se importaba a sí mismo. Y bien sabes que solo se desmorona si lo decimos; eso es lo que pasa con la monarquía.

—Sin embargo, tu madre aún continúa con vida.

El resentimiento que llevaba consigo se reflejó en su voz.

—Nicolás...

—Mi madre se suicidó —le interrumpió en un tono seco y 
frío—. Porque los problemas mentales no tienen cabida en la monarquía. Estaba tan deprimida, mi madre debió de obtener ayuda, pero en cambio obtuvo a Charles; un hombre malvado, frío y sin corazón. Que humilló, mitigó y quebró su espíritu, y todo ello porque fue tan estúpida de creer en tu padre. el cual solo la utilizó para llegar a un mejor prospecto —su voz se rompió así que guardó silencio un instante—. Mi madre era una mujer frágil para la corona. Un problema que se debía mantener a puertas cerradas. Porque Dios nos libre si alguien se llegara a enterar de cómo pasaron las cosas realmente; aquello marcaría el buen nombre de la familia real, su linaje impecable —añadió con sarcasmo.

—Pero tú y yo podemos tratar de ser mejores, no tenemos porqué repetir la misma historia, los mismo errores; incluso nuestra rivalidad es absurda. Paremos aquí y ahora, ya que no le veo sentido seguir odiándonos por errores que no son nuestros.

Nicolas le echó una mirada sombría y llena de reproche, el conflicto entre ellos parecía inminente.

—Verás querido primo, tal vez en otras circunstancias yo, puede que hubiese considerado esa propuesta tuya... Sin embargo —replicó, y su mirada sombría se convirtió mucho más oscura—, mis intereses ahora han cambiado.

—Nicolas. ¡No! Ella no tiene nada que ver con nuestra historia.

—En eso si que coincidimos.

La ira, el enfado y los celos se mezclaron en un bulto de negatividad que solo quería ser expulsado.

—Sorpresivamente me he dado cuenta de que Lucy me importa. Creeme estaba tan escéptico, como tú justo ahora, cuando lo comprendí. Al principio solo quería herirte, un medio para un fin. Pero entonces entendí que no podía permitir que la reina le hiciera lo mismo que le hizo a mi madre.

—¿Crees que permitiría aquello?

—Este sistema es triste y solitario y me mortifica saber lo que podría hacer con ella.

—¿Cómo es que siempre quieres desafiarme? Nicolás, ¿acaso no te cansas de provocar?

—Bromeas, si yo me despierto por la mañana y lo primero que me digo al espejo es... que haré hoy para provocar la ira de Edwards.

—Te aconsejaría que te alejes de ella. Conserva tu dignidad y evita que te rechacen.

—¡Es tan difícil verme desde tu pedestal, querido primo!

—Está decidido, nunca podremos arreglar nuestras diferencias, sin embargo me reconforta de algún modo saber que soy mejor que tú —reitero con una mirada penetrante y se puso en marcha hacia la salida— Quédate con la botella... —comentó con la mano puesta en el pomo de la puerta—, la necesitarás esta tarde; hoy anunciamos nuestro compromiso al mundo.




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