La Cenicienta de Queens

Capítulo 49: ¿Un hospicio?

Un flash, seguido de otro y luego otro; por unos segundos lo único que logran apreciar sus ojos es el cegador destello de cientos de cámaras, una luz intensa y dura.

La sangre se le hiela en las venas y el corazón le da tal vuelco en el pecho que casi siente que irá a acabar en el medio de la sala.

¨—No se debe intentar expresar nuestras emociones. Los gestos revelan si estás ansiosa —escucha reiterar a su institutriz en un tono impostado— Siempre deberás proyectar calma y seguridad, bajo cualquier circunstancia¨.

Un pensamiento hace que la garganta se le apriete.

—¿Están enamorados? —preguntó uno de los muchos periodistas, y los flash se detuvieron por un instante mientras las miradas expectantes caían sobre ellos, esperando una respuesta.

Ella intentó emitir al menos un sonido, pero aquello parecía como si le hubieran arrancado las cuerdas vocales.

—¡Por supuesto!

Se pronunció Edwards con una amplia sonrisa, depositando un pequeño beso en el dorso de la mano de Lucy.

—¿Adoptara la nacionalidad danesa?

El calor recorrió su rostro y su estómago se retorció con miedo antes de responder.

—¿Si? Si —respondió, sonriente.

—¿Cómo se conocieron?

—En la semana de la moda en París —respondió él—. Pero eso ustedes ya lo saben —bromeó, con una encantadora sonrisa

—¿Cuándo será la boda?

—Porque tanta prisa, apenas ha aceptado casarse conmigo —respondió de manera cómica, lo que logró que varias carcajadas resonaran en la sala—. Sin embargo, si por mi fuera, sería manaña mismo.

—¿Qué podría decir al respecto, sobre esas personas que dicen que esto no es más que marketing de parte de la familia real?

—A esas personas, realmente, les deseo que encuentren el amor —expresó en un tono bondadoso, girando la cabeza por unos segundos y clavando sus brillantes ojos en los de ella.

—Su compromiso abrirá los lazos hacia una unión más presente con Estados U…

Antes de que aquel periodista terminara la pregunta, fue interrumpido bruscamente por otro.

—¿Su madre asistirá a la boda, señorita Andrews? ¿Podría usted compartir la razón de por qué se encuentra en un hospicio? ¿Acaso está mal de salud? ¿Cómo es la relación entre ambas?

Los ojos se le ancharon y miró directamente hacia la cámara. Y nueva vez los flash la cegaron, comenzando a surgir en todas las direcciones. El miedo penetró bajo su piel, recorrió su espalda y le apretó el estómago con un puño de hierro.

—¿Hospicio? ¿Mi madre? —murmuró muy bajo en un tono débil, automáticamente miro a Edwards por unos breves segundos y retomó su estado inicial. Neutral y cálido.

La cabeza le zumbaba como si alguien le hubiera golpeado, pero no tenía permitido hacer ningún gesto que demostrara su descomposición en ese momento. Un revoltijo de preguntas y pensamientos permaneció en toda la entrevista acompañado de un dolor en el pecho.

«No, no es más que una mentira descarada».

Pensó ella para sí misma, bien conocía los medios y lo que podían llegar hacer para obtener una primicia, por supuesto que mentir era poco para la manera desleal que se mueve allí.

No había forma de que su madre estuviera en un hospicio, porque si fuera el caso ella ya lo habría sabido. Sin embargo, aunque se mantuvo escéptica, no logró formar una frase; la lengua no le obedecía, los labios estaban entumecidos y el mundo cubierto por un velo rojo. Faltaba tan poco para que un ataque de pánico se hiciera presente.

—¡Eso es todo! ¡Gracias por venir!

Escucho exclamar al secretario de prensa real. Edwards, extendió su mano hacia ella y le ayudó a ponerse de pie.

—Señorita, Andrews, ¿entonces no lo sabía?

Aquello fue lo último que escucho, mientras se retiraba del salón.

******

Nicolás, quien se mantuvo viendo expectante la entrevista desde su habitación en el palacio. Sintió la desesperada necesidad de ir tras ella justo en el momento que le preguntaron aquello, pero para bien suyo y también para su sorpresa, la chica se mantuvo fuerte, o tal vez solo lo estaba digiriendo.

—¡A la mierda el protocolo! —dijo él, en un tono alto y despectivo saliendo de allí con prisa.

******

En cuanto desaparecieron de los reflectores, Lucy había salido despavorida como alma en pena. La noticia se sentía como un balde de agua fría que habían dejado caer en ella intencionalmente, y mientras jugaba a la princesa. Su madre a la no había visto desde hace dos años, tal vez estaba muriendo.

—¡No…! —exclamó con los ojos llenos de lágrimas, mientras se detenía en algún pasillo del palacio. Aquel lugar aún le resultaba un laberinto—. Ella… —inhaló, llenando sus pulmones y reteniendo brevemente la respiración. Y justo cuando sus rodillas empezaban a sentirse de algodón, sintió que alguien la levantaba por debajo de los brazos.

—Lucy…

Sacudió la cabeza en forma de negación, ni siquiera lo miró y se echó a sus brazos entre un llanto desconsolado.

Nicolás se había quedado inmovil y sucumbió ante aquella corta distancia. Él, la envolvió en sus brazos. Aquel hombre que no solía perturbarse con facilidad o mostrar emociones que no estuviesen fríamente calculadas; Lucy le había causado una gran impresión, más bien un estímulo interno que desencadenaba una emoción tras otra.

Transcurrieron algunos segundos y el llanto comenzaba a disminuir, ella puso su mano con suavidad en el pecho de Nicolás y lo alejó lentamente, él por su parte se sentía desvanecer.

—¡Disculpa! —dijo ella incapaz de contenerse y empezó a llorar nuevamente— ¡Perdona! He faltado al protocolo —apretó los ojos con fuerza y se regañó por ello— ¡Soy una tonta!

Pero Nicolás no podía pensar con claridad justo ahora. Así que se refugió en la ira, y aquella fue en aumento. ¿por qué Edwards, siempre debía tenerlo todo? Una voz interior se burló de él.

Se acercó hacia ella, le levantó la cabeza con ambas manos para que lo mirara claramente a los ojos y lo que prosiguió fue un comentario impulsivo: —Él lo sabía...
—susurró—. Lo sabía —reitero claro y fuerte—. Por supuesto que sabía lo de tu madre. Él y la corona saben absolutamente todo sobre ti. Yo… sé absolutamente todo sobre ti...




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