La Cenicienta de Queens

Capítulo 51: Toma una decisión

—Todo esto, no es más que un completo desastre. ¡Dios sabe, por supuesto que lo sabe! Trate de no intervenir en tus decisiones y mira el resultado de ellas —le reprocho su madre con enfado, igual que a un niño pequeño—. Tus caprichos ostentosos y absurdos algún día te costarán mucho más que un comunicado de prensa. ¿Siquiera sabes lo que dicen los periódicos ésta mañana? Pasarán meses para que la podredumbre que resultan ser los medios puedan olvidar.

—¡Claro que lo sé, madre! Pero acaso cree usted qué es lo más importante ahora.

—Eres el heredero a la corona, ésta es tu vida —repuso con voz molesta—. Un error, por más tonto o pequeño que creas que sea, podría costarte la simpatía de tu pueblo y ni hablar del Parlamento. Si tan solo cumplieras con tus obligaciones y dejaras de llevarme la contraria con caprichos absurdos.

El compromiso del príncipe había sido anunciado a los medios, desde hace ya varios días. Sin embargo, la reina esperaba que su hijo en algún momento recuperada la cordura. Aún no era tarde para retractarse.

—No es un capricho, como usted afirma madre —específico desafiante. Aquel tono ya se había vuelto habitual en él, desde que conoció a Lucy; parecían pequeños destellos de energía, que subían y bajaban cuando recordaba dónde y con quien estaba tratando— Ella ni siquiera sabe los procedimientos de éste tedioso circo, solo fue un accidente, del cual ni siquiera tenemos claro cómo ocurrieron los hechos. Sin embargo, no es como que la haya tenido fácil desde su llegada. Y ella lo intenta, se está moldeando a este mundo porque me ama.

Edwards suponía que aunque ella no podía decirlo todavía, no había una mayor prueba, que estar a su lado en este mundo tan solitario.

—Un accidente —reiteró sus palabras con cólera—. Avergonzó nuestra familia, un país entero está indignado y ni hablar del Parlamento…

—Yo hablaré personalmente con el Primer Ministro y el Parlamento tendrá que acatar lo que yo diga, después de todo seré su rey. Luego podemos hacer una rueda de prensa donde ofrezca disculpas...

—¡Pero aún no eres el rey! —señaló con firmeza en un evidente tono de irritación. Su hijo, estaba olvidando cual era su lugar y con ello desafiando sus ordenes—. Estoy consciente de que en parte es mi culpa, por considerar esa imprudente propuesta tuya.

—¡Lo lamento! No deberia tomarme tal atribuciones que aún no se me han dado —reitero en un tono templado—. Pero arreglaré la situación madre, sólo pido varios días. Lograré que se gane la simpatía de los medios otra vez, y luego podemos estar seguros que ellos, olvidaran pronto, específicamente a raíz de un nuevo cotilleo como siempre suele pasar en la corte. Y todo esto no será más que un pequeño tropiezo.

—Estas poniendo en riesgo tu futuro. Es que no lo ves; te debes a tu país, a nuestra familia. Para bien o para mal eres el sucesor y si ha de servirte de consuelo a mi tampoco se me preguntó, pero asumí mi deber cuando llegó mi turno. El placer y el deber muy pocas veces pueden ir de la mano. Sin embargo, cuando el placer se interpone en el deber, siempre debe quedar claro cuál es prioridad —Llevó la mano derecha a la mejilla de su hijo con delicadeza y le otorgó una breve mirada de decepción. Aunque en ese instante, ganas no le faltaron para abofetearle—. Necesito que tomes una decisión, de lo contrario me veré obligada a tomarla por ti. Y quiero que tengas esto muy claro. No me importaría cargar con tu despreció por hacer lo que se debe hacer —añadió en un tono restrictivo y sin titubeos. parada en la puerta del despacho. Su madre salió de allí con la postura firme y una expresión que inspiraba miedo al verla, la reina no miró atrás, mientras él sentía como el peso de una corona que aún ni siquiera había tocado, le aplastaba.

******

Un día antes del desastre

Desde el encuentro con su madre, la expresión de Lucy se tornó seria, desinteresada y distante. A pesar de sus veinticuatro años, su alma parecía sentirse desgastada, llevando consigo el peso de experiencias y emociones que iban más allá de su corta edad.

—Muy poca vida vivida...

Se dijo para sí misma en un tono bajo y repentinamente se tuvo que apoyar en la pared para no perder el equilibrio, mientras se obligaba a sonreír y saludar de manera apreciativa con un ligero movimiento de cabeza a las personas con las que se cruzaba a la salida del salón. Por dentro estaba deshecha, pero no tenía permitido dejar que nadie se diera cuenta de ello.

—¿Así qué fuma? —comentó, dando varios pasos hasta estar totalmente afuera en el balcón y quedando justo a su lado.

—¡Para nada! —exclamó.

Y a ella le pareció observar una pequeña sonrisa cínica pero a la vez divertida.

—Lo dice la persona con el cigarro en los dedos.

—Sólo lo hago en ocasiones insoportables —aseguró él sin apartar la vista del frente. Los jardines del palacio estaban teñidos por la luz de la luna y el cielo nocturno era una cúpula brillante llena de estrellas.

Todo solía ser tan cliché cuando ella aparecía tan de repente, porque hasta ahora no se había percatado del escenario.

—¿Le parece insoportable una fiesta elegante, que además tiene el propósito de recaudar fondos para la preservación de la fauna del cisne blanco?

—Una fiesta elegante con un montón de gente altanera que quiere presumir y exhibirse; por supuesto que requiere que fume —alegó, posteriormente apagando el cigarro dentro de un cenicero que aguardaba a su lado.

A lo que ella agradeció el gesto internamente.

—¡Pero piense en los cisnes! ¡Son criaturas maravillosas!

—¡Pero lo hago! Hacen una fiesta con gente estirada y snob en su honor y no deben de asistir. Lo mejor de todo es que aun así obtendrán beneficios. ¡Por supuesto que pienso en ellos, son suertudos, Lucy!

—Si que lo son… —afirmó y en su tono sólo se percibía tristeza. Pero no había tiempo para lágrimas, no en la nueva vida que había elegido.




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