La cenicienta de Queens

Epílogo

Un año después

"—Elizabeth, despertó del trance donde había estado ausente toda su vida; siempre le gustaron las historias de amor. Había crecido escuchando cuentos de hadas y los libros y películas con finales felices eran su detonante "El felices para siempre" era ese pensamiento certero que le daba sentido a su vida. Sin embargo, cuando la ficción superó la realidad, ella tuvo miedo de perderse en su propia historia de cuentos de hadas. Y el no poder pertenecer al impredecible mundo real le aterro por completo.   Decidida, Elizabeth no miró atrás. Había hecho la apuesta más grande de su vida; ella."

Su corazón palpitaba con fuerza y la sonrisa en su rostro ya no cabía. Ya llevaba algunos meses haciendo lo mismo y simplemente para ella nunca sería demasiado; Lucy recibió una ovación de pie de una considerable multitud que la observaba emocionada en una acogedora librería de la 5th Ave.

Cuando Lucy terminó de leer, su agente literario señalo una bonita mesa donde firmaria varios ejemplares.

—¡Mi nombre es Lili! ¡Y yo amé su libro! ¡Señorita Andrews!

Una mujer, tal vez un poco más joven que Lucy, se acercó a la mesa con una amplia sonrisa llena de júbilo. 

—Puedes llamarme Lucy —contestó devolviéndole la sonrisa mientras sostenía el ejemplar de la chica y lo abría en la primera página.

"¡Amo que hayas amado mi libro, Lili! Espero que siempre apuestes por ti!!! con amor, Lucy Andrews."

La morena volvió a extender el libro hacia su dueña y la chica apenas pudo controlarse dejando salir varios chillidos, cosa que hizo que Lucy la mirara con los ojos enternecidos.

Cuando Lucy pensó en escribir un libro, jamás, ni en un millón de años se habría imaginado que ganadería tanta popularidad de golpe convirtiéndose en un bestseller, incluso Yuan había mencionado en el programa de tv donde trabaja, que no estaba tan mal pero que no era la gran cosa. Lo que le causaba bastante risa a la morena. Sin embargo, el contraste del libro se basaba en un cierre definitivo; Charlotte había muerto una semana después de su llegada a Nueva York. La última voluntad de Charlotte era que su cuerpo fuese cremado y esparcido en cualquier estupido casino donde el ruido de las tragamonedas nunca cesarán. Y como su único familiar viva más cercana, Lucy había heredado sus cenizas. Sin embargo ya había pasado un año y ella aún estaba prolongado aquel último deseo.

Ya habían pasado unos cuantos minutos y su muñeca comenzaba a doler, de igual forma los pómulos de su cara por tanto sonreir. Aunque estaba consciente que se debía a sus lectores por ello su gratitud era infinita y le hacía seguir.

—¡Me fascino! —unos dedos alargados y masculinos deslizaron el libro con lentitud por la mesa. Pero ella no alzó la vista, su cuello dolía a mares.

—¡Me agrada escuchar eso! —repuso en su habitual tono amable mientras abría el libro y un aroma familiar invadió sus sentidos. Ella agitó la cabeza deshaciéndose de esos pensamientos y dejó salir un resoplido, aquello era imposible.

—Realmente fue una lectura entretenida ¡La cenicienta de Queens, lo tiene todo! —volvió a exclamar pero su tono no expresaba la emoción que mayormente acompañarian esas palabras. Sin embargo, ella estaba tan agotada que su cabeza solo podía pensar en tomar un baño caliente y luego un bote de helado.

—¡Vaya! Interesante elección de palabras —comentó, y un sentimiento nostálgico se sintió de manera     momentánea— ¿Y para quien va dirigido?

A estas alturas él suponía que ya debía saberlo. Pero se trataba de Lucy; una chica tan observadora como despistada.

—Podrías poner, para mi buen amigo el príncipe encantador…

Lucy, detuvo la escritura y arrugó la frente un poco confusa, su corazón latía como loco y la expectativa en su interior solo creció como un huracán. Cuando alzó la vista y visualizo al hombre parado delante de ella no pudo evitar congelarse sintiendo que se ahogaba en su mirada, disolviéndose en ella y olvidando donde estaba. Y como un hábito difícil de superar la mirada del hombre recayó en sus labios, haciendo que ella soltara una risotada de gracia mientras volvía al libro.

"¡Para mi buen amigo, el príncipe encantador!"




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