Un mes había pasado desde aquel incidente en la escuela, y la situación entre Diane y yo solo había empeorado. Mientras tanto, Jaden y ella se habían vuelto extrañamente cercanos, tanto que comenzó a aparecer en nuestros planes familiares, como si fuera una más de nosotros. No entendía cómo alguien como Diane, con su actitud gélida y hostil, podía llevarse tan bien con mi hermano. Lo que más me molestaba era que su actitud hacia mí seguía siendo horrible, como si disfrutara haciéndome la vida imposible.
Cada vez que nos cruzábamos en la escuela, Diane se aseguraba de hacerme notar su desprecio. No solo me ignoraba, sino que a menudo chocaba su hombro contra el mío, como si quisiera recordarme lo insignificante que era para ella. Si nuestras miradas se encontraban por accidente, su expresión se endurecía, y sus ojos me desafiaban con una intensidad que no podía soportar. En esos momentos, era como si quisiera deshacerme con solo mirarme.
Por mi parte, intentaba ignorarla, pero su actitud me sacaba de quicio. No sabía cómo, pero Diane había logrado despertar en mí una repulsión que nunca había sentido por nadie. Si al principio me intrigaba, ahora solo sentía odio cada vez que la veía.
El colmo llegó cuando mis padres anunciaron que habían planeado un viaje familiar a la playa para el fin de semana. Una oportunidad perfecta para relajarse y escapar de la tensión constante que Diane traía a mi vida. Pero mi alivio se esfumó tan pronto como escuché las siguientes palabras de mi madre.
—Jaden invitó a Diane a acompañarnos —dijo con una sonrisa despreocupada, mientras preparaba la cena.
Casi dejé caer el tenedor que tenía en la mano.
—¿Qué? —exclamé, incapaz de ocultar mi incredulidad.
Jaden, que estaba sentado a mi lado, me dio una palmada en la espalda como si nada.
—Vamos, Jav. Será divertido —dijo con su típico tono despreocupado—. Además, Diane nunca ha estado en la playa con nosotros, es una oportunidad para que se sienta más parte de la familia.
—No es parte de la familia —respondí con un tono más brusco de lo que pretendía. Mis padres me lanzaron una mirada de advertencia, pero Jaden solo se rió.
—Relájate, hombre. Es solo un fin de semana. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
"Todo", pensé, pero mantuve la boca cerrada. Sabía que discutir no me llevaría a ninguna parte.
El viernes por la tarde, nos apilamos en el auto y emprendimos el viaje hacia la playa. Jaden estaba al volante, con Diane sentada en el asiento del copiloto, ambos conversando y riendo como si nada en el mundo pudiera molestarlos. Yo estaba en el asiento trasero, con mis auriculares puestos, tratando de ahogar su conversación con música, pero no podía evitar escuchar fragmentos.
—¿Recuerdas la vez que...?
—¡Sí! No puedo creer que lo hicieras, fue genial...
Mi rabia crecía con cada risa compartida entre ellos. No podía entender qué veía Jaden en ella. Diane no era amable, ni siquiera parecía realmente interesada en él. Pero ahí estaban, actuando como si fueran los mejores amigos del mundo.
Finalmente, llegamos a la casa de playa. Era una pequeña cabaña de madera frente al mar, aislada y tranquila, el lugar perfecto para relajarse. O al menos, lo habría sido si no fuera por la presencia de Diane. Mientras bajábamos del auto, ella me lanzó una mirada fugaz, apenas perceptible, pero cargada de esa misma frialdad que tanto me irritaba.
—Bueno, aquí estamos —dijo Jaden, estirándose y mirando el mar con una sonrisa—. Este lugar es increíble.
—Sí, es bonito —respondió Diane, su tono más suave que de costumbre, pero sin dirigirse a mí.
Tomé mis maletas y me dirigí hacia la casa, decidido a instalarme en una habitación que estuviera lo más lejos posible de ellos. Mientras subía las escaleras, Jaden y Diane continuaron charlando en la entrada. Sus voces, susurrantes y cercanas, me seguían, como si no pudiera escapar de ellos.
Después de dejar mis cosas en la habitación, bajé a la sala para encontrar a mis padres en la cocina, preparando algo para cenar. Diane estaba en la sala de estar, mirando por la ventana hacia el mar, con una expresión que no podía descifrar.
Decidí que no iba a dejar que su presencia arruinara mi fin de semana. Me acerqué a ella, decidido a enfrentarla de una vez por todas.
—¿Estás disfrutando de tu fin de semana con mi familia? —le pregunté, mi tono más sarcástico de lo que pretendía.
Diane se giró lentamente para mirarme, su expresión pasando de neutral a despectiva en un instante.
—¿Y qué si lo estoy? —respondió, cruzando los brazos—. ¿Te molesta?
—No sé qué pretendes, pero no voy a dejar que me sigas tratando como basura —solté, sintiendo que la frustración de todo el mes pasado salía a la superficie.
Ella me miró fijamente, como si estuviera evaluando mis palabras.
—No pretendo nada —dijo finalmente, con un tono de voz tranquilo, casi aburrido—. Simplemente no me agradas, Javon. Y no veo por qué debería fingir lo contrario.
Sus palabras me golpearon como una bofetada. No podía creer que fuera tan directa, tan... cruel.
—Pues créeme, el sentimiento es mutuo —dije, intentando mantener la calma, pero sintiendo que mis manos temblaban de ira.
—Perfecto —respondió Diane, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Entonces no tendremos problemas en ignorarnos el resto del fin de semana.
—Eso es lo que planeo hacer —respondí, dándole la espalda y alejándome hacia la cocina.
A lo lejos, escuché la voz de Jaden llamando a Diane para que lo acompañara a ver algo en la playa. Ella se fue sin decir una palabra más, y yo me quedé allí, apoyado en la encimera, intentando calmarme.
Este fin de semana iba a ser un infierno. Pero algo en mí, tal vez mi orgullo herido, me decía que no iba a dejar que Diane ganara. Si ella quería jugar este juego, entonces estaba listo para darle pelea.
La noche pasó sin más incidentes. Después de la tensa conversación con Diane, me retiré a mi habitación, evitando cualquier otro contacto con ella. La cabaña estaba tranquila, solo se escuchaba el suave romper de las olas contra la orilla y las risas de mis hermanos, que parecían completamente ajenos a la tensión entre Diane y yo.