La tarde transcurría tranquila, casi en una paz incómoda. Después del desayuno, habíamos decidido quedarnos en la playa. Jaden, siempre el organizador, propuso que jugáramos un partido de voleibol. Jayla, como era de esperarse, aceptó de inmediato. Daelo saltó de alegría, emocionado por la idea de competir con nosotros, aunque Diane parecía menos entusiasmada. Desde la noche anterior, su actitud había sido más distante, casi como si quisiera pasar desapercibida, algo bastante difícil considerando la situación.
—Venga, Diane, te necesitamos para que los equipos estén parejos —insistió Jaden, lanzándole la pelota mientras me miraba de reojo.
Diane atrapó la pelota con algo de desgana, pero asintió.
—Está bien, pero no soy muy buena en esto —dijo, forzando una sonrisa.
Observé cómo se acercaba a la red improvisada, colocándose en mi equipo junto a Jayla, mientras que Jaden y Daelo formaban el equipo contrario. No pude evitar sentir un ligero fastidio al ver cómo Jaden siempre parecía atraerla hacia él, incluso cuando estábamos en equipos opuestos. Me encontraba de pie al lado de Jayla, quien me miró con una ceja levantada.
—Intenta no estropear esto, Javon —murmuró Jayla con una sonrisa—. Solo es un juego.
No respondí. Estaba más concentrado en Diane, en la forma en que evitaba mirarme, en la manera en que sus manos parecían temblar ligeramente al sostener la pelota. Había algo en ella que me molestaba más allá de su actitud grosera; era esa sensación de que ella estaba escondiendo algo, algo que yo no podía alcanzar ni entender. Y eso me frustraba.
El partido comenzó con un golpe limpio de Jaden, enviando la pelota directamente hacia nuestro lado. Jayla la devolvió fácilmente, y el juego continuó. Al principio, todo parecía normal. Diane jugaba con la misma energía que el resto, aunque su rostro seguía siendo una máscara impenetrable. Pero conforme avanzaba el partido, la tensión comenzó a subir.
Diane falló varios golpes, y aunque Jayla intentaba animarla, yo no podía evitar sentirme irritado. No solo porque estábamos perdiendo, sino porque su presencia seguía siendo como una espina clavada en mi costado, recordándome constantemente lo incómoda que era nuestra relación.
Finalmente, después de un saque particularmente fuerte de Jaden, la pelota cayó justo frente a Diane, quien trató de alcanzarla sin éxito. La pelota golpeó la arena con fuerza, marcando el punto que le daba la victoria al equipo contrario.
—¡Eso fue genial! —exclamó Daelo, corriendo a chocar las manos con Jaden.
Diane se quedó en su lugar, mirando la pelota en la arena. Algo en su postura me hizo sentir una punzada de culpa, pero no supe cómo manejarla. Entonces, sin pensarlo demasiado, solté un comentario que llevaba atorado en la garganta desde hacía un buen rato.
—Podrías haberte esforzado un poco más, ¿no crees?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Diane alzó la mirada, sus ojos encontrando los míos por primera vez en lo que parecían semanas. Había algo oscuro y peligroso en su expresión, algo que nunca había visto antes.
—¿Perdón? —su voz era baja, pero cargada de veneno.
—Dije que podrías haberte esforzado más. Estamos jugando en equipo, y si no puedes... —no terminé la frase. La rabia en sus ojos me hizo detenerme.
Jaden y Jayla intercambiaron miradas incómodas, mientras Daelo se quedó quieto, sin entender del todo lo que estaba pasando.
—¿Tienes algún problema conmigo, Javon? —preguntó Diane, su voz temblando ligeramente, aunque no por miedo—. Porque si lo tienes, sería genial que lo dijeras de una vez.
—No es eso —empecé, sintiéndome atrapado—. Es solo que…
—Es solo que nada —me interrumpió Diane, dando un paso hacia mí—. Desde que llegué, has sido un imbécil conmigo. No sé qué te pasa, pero ya estoy harta de que me trates así.
La tensión en el aire era palpable. Mis manos se cerraron en puños, no porque quisiera pelear, sino porque no sabía cómo manejar esta situación. La había provocado y ahora estaba pagando el precio.
—Tú tampoco has sido un modelo de cortesía —respondí, intentando mantener la calma—. Desde el primer día, has sido distante, hostil, y francamente insoportable. Si te caigo tan mal, ¿por qué sigues viniendo a nuestras cosas familiares?
Diane me miró como si le hubiera dado una bofetada. Por un momento, pensé que iba a responder, pero lo que dijo a continuación me tomó por sorpresa.
—No creas que vengo porque quiero estar cerca de ti —escupió con desdén—. Si no fuera por Jaden, ni siquiera estaría aquí. ¿De verdad crees que me importa lo que piensas?
Jaden intentó intervenir, levantando las manos para calmarnos.
—Vamos, chicos, ya basta. Solo era un juego. No vale la pena pelear por esto.
Pero Diane no estaba dispuesta a retroceder. Sus ojos seguían fijos en los míos, desafiándome.
—Eres un arrogante, Javon —dijo, su voz quebrándose un poco al final—. Y sabes qué, me alegra que nunca hablemos. Porque no tengo tiempo para gente como tú.
Algo en su tono, en la mezcla de rabia y tristeza que cargaba, me dejó sin palabras. No sabía qué más decir, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí derrotado.
Jayla finalmente intervino, poniéndose entre nosotros.
—Basta, los dos. Esto no lleva a ninguna parte —dijo con firmeza—. Diane, ¿por qué no tomas un poco de aire? Y tú, Javon, relájate. Estás actuando como un idiota.
Diane no respondió. Simplemente se dio la vuelta y se alejó de nosotros, caminando rápidamente hacia la cabaña. La observé irse, sintiéndome más confundido y frustrado que nunca. ¿Por qué cada encuentro con ella terminaba así?
Jaden me miró con desaprobación, pero no dijo nada. Sabía que había cruzado una línea, pero no sabía cómo deshacer lo que había hecho. Jayla solo suspiró, y Daelo, aún confundido, se quedó en silencio.
—Voy a hablar con ella —dijo Jaden finalmente, y sin esperar respuesta, fue tras Diane.