Había pasado un mes desde la última vez que vi a Diane. Su ausencia se sentía como un agujero negro que todos notaban, pero que nadie parecía querer mencionar directamente. Los primeros días la gente preguntaba, murmuraba por los pasillos de la escuela sobre su desaparición. Sin embargo, conforme las semanas pasaron, la preocupación se transformó en un silencio incómodo. Nadie sabía nada de ella, ni siquiera Jaden, que había sido el más cercano a ella antes de que todo se desmoronara.
En ese tiempo, sin embargo, había conocido más a Lina. A pesar de que verla entrar en la casa de Diane me había parecido extraño, decidí dejarlo pasar. Había demasiadas preguntas que aún no tenían respuesta, y la confusión en mi mente no me dejaba pensar claramente. Así que opté por ignorarlo.
Lina y yo comenzamos a salir. Nada serio, solo paseos por el centro comercial, algunas charlas en la cafetería cerca de la escuela. Parecía una chica agradable, y su risa tenía algo de contagioso, algo que me hacía olvidarme de los problemas por un rato. A veces, se me hacía fácil no pensar en Diane, sobre todo cuando estaba con Lina. Ella era todo lo que Diane no era: accesible, sonriente, despreocupada.
Sin embargo, siempre había algo extraño en la forma en que mis hermanos la miraban. Jaden, en particular, parecía inquieto cada vez que la mencionaba, y Jayla no era mucho mejor.
—No sé qué es, pero esa chica no me da buena espina —me dijo Jayla una tarde, mientras estábamos sentados en la sala.
—Solo porque no la conoces —le respondí, encogiéndome de hombros.
—Es más que eso, Javon —intervino Jaden, con una expresión seria—. Desde que empezaste a salir con ella, has estado diferente. Además, ella... no sé, hay algo en ella que no me termina de cuadrar.
Lo miré con incredulidad.
—¿Y eso qué significa? ¿Ahora somos jueces de carácter por intuición?
Jaden se cruzó de brazos, su mirada intensa.
—¿Te has dado cuenta de que nunca nos ha contado mucho sobre ella misma? Es como si estuviera ocultando algo. Y no me hagas empezar con lo de que la vimos entrar a la casa de Diane. Eso fue raro.
Sabía que tarde o temprano esa conversación llegaría. Desde que Jayla la había visto entrar en la casa de Diane, no había dejado de comentarlo.
—No es asunto nuestro lo que haga Lina —repuse, intentando mantener la calma—. Si no les gusta, lo siento, pero no pueden decidir con quién me junto.
Jayla, que había estado callada durante la conversación, finalmente intervino.
—No es que estemos intentando controlarte, Javon. Es solo que... Diane desaparece de repente, y luego Lina aparece de la nada y empieza a salir contigo. No sé, todo parece coincidir de una forma que no me gusta.
Sus palabras me molestaron, pero no podía ignorar la extraña sensación que me había rondado desde hacía un tiempo. A pesar de eso, seguí adelante con Lina, porque cada vez que estaba con ella, podía olvidar la confusión y la tensión. Eso era suficiente por el momento.
Mis padres también empezaron a hacer comentarios. Mi madre me observaba de reojo cada vez que le decía que iba a salir con Lina, y mi padre, fue más directo.
—Esa chica... No me gusta su actitud, Javon —me dijo una noche, mientras cenábamos.
—¿Por qué? ¿Porque no le caen bien mis hermanos? —respondí, más a la defensiva de lo que pretendía.
Papá negó con la cabeza, su expresión seria.
—No se trata de eso. Es una corazonada, hijo. No te estoy diciendo qué hacer, pero mantén los ojos abiertos, ¿de acuerdo?
Asentí, aunque en mi interior me molestaba que todos parecieran tener algo que decir sobre ella. Pero, al mismo tiempo, no podía negar que, a veces, también me preguntaba quién era Lina realmente.
El mes pasó rápido, y la ausencia de Diane seguía pesando en el ambiente. Por mucho que intentara dejarlo atrás, había noches en las que me encontraba mirando hacia su ventana, esperando que se abriera o que alguna señal de vida apareciera. Pero nada. La ventana permanecía cerrada, las luces apagadas.
Lina parecía ser consciente de mi preocupación. Una noche, mientras caminábamos de regreso a casa después de una salida, noté que me miraba de una manera diferente.
—¿Estás bien? —me preguntó, su voz suave, casi preocupada.
—Sí, solo... he estado pensando en cosas —respondí, sin querer dar demasiados detalles.
Lina se detuvo y me miró fijamente.
—¿Es sobre Diane?
Me congelé por un segundo, sorprendido de que lo mencionara. Pero, claro, era evidente. Había algo que no podía ocultar, ni siquiera a mí mismo.
—Sí... —admití finalmente—. Nadie la ha visto en semanas. Es raro.
Lina guardó silencio por un momento, y luego, para mi sorpresa, asintió.
—Sí, es extraño...
Sus palabras resonaron en mi mente. Pero antes de que pudiera preguntarle más, cambió de tema bruscamente, hablando sobre la próxima película que quería ver. Y una vez más, dejé pasar las preguntas, intentando ignorar lo que ya se estaba volviendo imposible de evitar.
Pasaron unos días desde mi última salida con Lina, y todo parecía volver a la rutina. Las mismas caras, las mismas clases aburridas. Sin embargo, algo cambió una mañana cuando llegué al colegio. Los murmullos en los pasillos eran más fuertes de lo normal, como si algo importante estuviera ocurriendo. Al principio no presté mucha atención, simplemente me dirigí hacia mi casillero, con Lina caminando a mi lado. Su risa seguía llenando los vacíos incómodos, como siempre.
Pero entonces la vi. Diane.
Ahí estaba, parada en medio del pasillo, como si nunca hubiera desaparecido. Lucía más delgada, su mirada era distinta, más apagada, pero también mucho más fría. Llevaba su cabello suelto, tapando un poco el rostro, pero a pesar de todo, era inconfundible. Los estudiantes a su alrededor la miraban con asombro, algunos murmuraban cosas entre ellos, como si no pudieran creer que estuviera de regreso.