Habían pasado algunos días desde que Diane regresó a la escuela, y aunque yo había intentado ignorarla, el ambiente no dejaba de volverse más pesado. Esa mañana, cuando entré al colegio, las miradas se volvían hacia ella. Diane caminaba por el pasillo, con la cabeza baja, y no era solo el moretón en su rostro lo que llamaba la atención, era algo más en su actitud: distante, apagada.
Decidí enfocarme en Lina. Ella estaba ahí, como siempre, lista para arrastrarme a la siguiente conversación trivial. A pesar de que me sentía inquieto por todo lo que pasaba, seguí fingiendo que no me importaba. Después de todo, había dejado a Diane fuera de mi vida, y así debía quedarse.
Mientras caminábamos juntos, Lina habló de los planes del fin de semana, pero no podía concentrarme. Jaden, por otro lado, no dejaba de mirar hacia donde estaba Diane. A mitad del pasillo, la vi detenerse en su casillero, y su figura parecía aún más pequeña de lo que recordaba. Su labio estaba partido, y el moretón en su pómulo seguía ahí, más notorio que antes.
Jaden se acercó rápidamente. Sabía que no iba a dejarlo pasar. Me quedé a cierta distancia, observando cómo él la detenía antes de que pudiera irse.
—Diane, ¿qué te pasó? —le preguntó, con una mezcla de preocupación y urgencia en su voz.
Diane lo miró fríamente, sin la más mínima intención de hablar con él. —No es asunto tuyo —respondió de manera seca y sin emociones.
—No puedo hacerme a un lado y no decir nada —insistió Jaden, sin rendirse.
Ella lo ignoró y se fue, dejándolo ahí, solo. La tensión en el pasillo era palpable, y aunque intenté alejarme con Lina, no podía quitarme de la cabeza esa escena.
Más tarde, de vuelta en casa, las cosas tampoco mejoraron. Jaden estaba molesto, caminando de un lado a otro, sin saber qué hacer con lo que había visto. Jayla, como siempre, mantenía una mirada serena, pero también estaba preocupada. Me había dado cuenta de cómo me miraban a veces cuando estaba con Lina, como si supieran algo que yo no.
—No sé qué está pasando con Diane —dijo Jaden, finalmente rompiendo el silencio después de la cena—. La vi hoy, y algo está muy mal. No es solo el moretón, es todo su comportamiento. Está completamente diferente.
Jayla asintió, sentada en el sofá con una taza de té. —He intentado hablar con ella en los últimos días, pero apenas me responde. Está cerrada, como si no quisiera que nadie se acerque.
Yo, que había estado en la mesa revisando algo para la escuela, traté de no mirarles. No quería involucrarme en esa conversación. Había tomado una decisión de alejarme de Diane, y no planeaba cambiar de opinión ahora.
—¿Y tú qué dices? —Jaden me miró fijamente—. ¿No te importa en lo más mínimo lo que le está pasando?
Suspiré, sabiendo que no iba a poder evitar el tema. —No es mi problema, Jaden. Si ella no quiere hablar, no voy a obligarla.
Jaden sacudió la cabeza, frustrado. —Es increíble que puedas ser tan indiferente.
—No se trata de ser indiferente —le respondí, tratando de mantener la calma—. Es que no tiene sentido que me meta en algo que ella no quiere compartir conmigo.
Jayla intervino suavemente. —Javon, a veces las personas necesitan ayuda aunque no lo pidan directamente. No estamos diciendo que la obligues a nada, pero no puedes ignorar lo que está pasando.
Antes de que pudiera responder, el timbre de la puerta sonó. Me levanté rápidamente, agradecido por la interrupción.
—Yo me encargo —dije, dejando la conversación atrás y yendo hacia la puerta.
Abrí, esperando encontrar a algún vecino o un paquete, pero lo que vi me dejó confundido. Diane estaba ahí, parada frente a mí, con el mismo rostro tenso de los últimos días. Nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que ella rompió el hielo.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó con una voz que parecía más suave que antes.
Por un momento, no supe qué responder. Pero justo cuando iba a decir algo, alguien más apareció detrás de ella. Era Lina.
El choque fue inmediato. Mis ojos se movieron de Diane a Lina y de vuelta a Diane. ¿Qué estaba haciendo Lina aquí? Diane también parecía sorprendida al verla, y la tensión en el aire se volvió insoportable.
—¿Qué está pasando? —pregunté, sin poder ocultar mi confusión.
Lina me sonrió de manera extraña. —Oh, nada, solo estaba... pasando por aquí.
Me quedé congelado en la puerta, sin saber qué hacer o decir. Diane estaba ahí, con los ojos apagados y una mezcla de desesperación en su rostro, mientras Lina me lanzaba una sonrisa extraña, casi como si estuviera disfrutando del momento.
—¿Qué haces aquí, Lina? —pregunté, intentando mantener la calma, pero sin poder ocultar mi incomodidad.
—Ya te dije, solo estaba pasando por aquí —respondió con ese tono despreocupado que comenzaba a irritarme—. ¿Qué? ¿No puedo estar aquí?
Diane, que no había dejado de observarla, dio un paso hacia adelante, su voz temblorosa, pero firme: —Déjalo en paz, Lina.
La sonrisa de Lina se desvaneció lentamente, y sus ojos se entrecerraron. —No te pongas así, hermanita —dijo con una dulzura falsa, que solo añadía veneno a sus palabras—. Solo estaba tratando de pasar un buen rato.
Hermanita.
El aire se volvió aún más denso. No podía procesarlo. ¿Lina y Diane... hermanas? Eso no tenía sentido, o al menos no lo había visto venir. Pero ahora, todo empezaba a encajar: el desprecio en los ojos de Diane hacia ella, las actitudes frías de Lina, la forma en que todos parecían ocultar algo. Y yo estaba en medio de todo esto, completamente a oscuras.
—Lina, por favor vete —insistió Diane, mirándola con una mezcla de rabia y desesperación.
Lina suspiró, dándole una mirada rápida a mí antes de girarse para irse. —Como quieras. Nos vemos, Javon.
No respondí. Solo observé cómo se alejaba, su silueta desapareciendo en la oscuridad de la noche. Cuando la puerta se cerró, me giré hacia Diane, que se había quedado inmóvil, con la mirada fija en el suelo.