La chica de al lado

Capitulo 12

El día había llegado. Unas cuantas semanas después de todo lo que ocurrió, el juicio por fin estaba en marcha. Aunque la situación no era algo que quisiera enfrentar, sabía que no podía faltar. Mis padres, Jaden, Jayla, y hasta Daelo, todos estaban presentes, sentados en la sala del tribunal. Diane había sido parte de nuestras vidas de una forma u otra, y ahora estábamos aquí para apoyarla. Pero la verdad es que no sabía si yo estaba listo para escuchar todo lo que iba a decir.

La sala estaba llena, pero la atmósfera se sentía pesada, sofocante. No podía concentrarme en nada más que en el hecho de que Diane estaba a punto de testificar. Mis ojos viajaban entre el juez, el abogado, y finalmente, Diane, que estaba sentada en el estrado, con las manos temblando levemente. Desde donde estaba, podía ver cómo apretaba las manos para mantener el control, pero a pesar de todo lo que había pasado, seguía ahí, enfrentando sus demonios.

El abogado le pidió que comenzara a relatar lo que había vivido. La voz de Diane era baja al principio, casi como si temiera que hablar en voz alta le hiciera más daño, pero a medida que seguía hablando, su tono cambió. Se volvió más firme, más seguro, aunque sus palabras aún estaban cargadas de dolor.

Sentí cómo mi estómago se revolvía con cada palabra. Todo lo que había escuchado, todo lo que había supuesto, era mucho peor de lo que imaginaba. Cada frase era como una punzada en el pecho. Diane, mi vecina, la chica que había tratado de mantenerse fuerte, había sufrido más de lo que jamás habría creído.

Pero entonces, cuando el abogado hizo una pausa y se acercó más al estrado, la sala se tensó. El silencio era tan profundo que hasta podía escuchar mi propia respiración acelerada.

—Diane —dijo el abogado suavemente, mirándola a los ojos—, ¿alguna vez hubo algo más...? ¿Algo que no hayas mencionado antes?

Ella se quedó en silencio por unos segundos, tragando saliva. Su mirada recorrió la sala, y por un segundo, sus ojos se encontraron con los míos. Sentí un nudo formarse en mi garganta, algo que no podía explicar, pero sabía que lo que venía era aún más difícil de escuchar.

—Sí —dijo, casi en un susurro, pero lo suficientemente claro como para que todos en la sala la escucharan. Su voz se quebró, pero no dejó de hablar—. Hubo más. Hubo muchas veces que...

No podía seguir escuchando. No podía. Todo mi ser quería levantarse y salir corriendo, escapar de lo que estaba a punto de decir. Pero me obligué a quedarme, a no moverme. Sentí a Jayla rozarme el brazo, como si supiera que estaba al borde de perder el control. Jaden me miraba también, su rostro lleno de rabia contenida. Pero yo solo podía sentir cómo mi mundo se desmoronaba.

Diane estaba rompiendo en mil pedazos delante de todos, y no había nada que yo pudiera hacer para ayudarla.

La voz del juez, el murmullo del abogado, todo se desvanecía en mis oídos mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar. Mi pecho dolía. No porque todo esto fuera una sorpresa, sino porque jamás pensé que tendría que escuchar esas palabras salir de la boca de alguien que me importaba tanto.

El juicio continuaba, pero yo apenas podía mantenerme presente. Mi mente estaba en otro lugar, atrapada en esa imagen de Diane, rota, vulnerable, enfrentando sus miedos frente a todos.

Al salir del tribunal ese día, algo dentro de mí había cambiado para siempre.

El regreso a casa fue como un eco lejano de lo que habíamos vivido en el tribunal. Nadie dijo una palabra durante todo el trayecto, y el silencio se sintió tan pesado que apenas podía respirar. Mi madre, normalmente tan habladora, solo miraba por la ventana. Jaden conducía, su mandíbula apretada, como si estuviera reteniendo algo que no podía decir. Diane, sentada a mi lado, se mantuvo en silencio todo el tiempo, mirando hacia el suelo. Quería tomarle la mano, decirle algo, cualquier cosa, pero las palabras no venían.

Cuando llegamos a casa, el ambiente era igual de tenso. No hubo preguntas. Nadie quería abrir la herida recién expuesta. Después de una cena tranquila, todos se retiraron a sus habitaciones, en silencio, cada uno con sus propios pensamientos, intentando procesar lo que habíamos escuchado en el tribunal.

A pesar de lo agotador que había sido el día, no podía dormir. Me revolvía en la cama, atrapado en un ciclo interminable de pensamientos. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Diane en el estrado, su rostro lleno de lágrimas, su voz quebrándose con cada palabra. El peso de lo que había escuchado era aplastante.

Finalmente, me di por vencido. No podía quedarme allí, en la oscuridad, consumiéndome por la culpa y el dolor. Me levanté de la cama y, sin hacer ruido, me dirigí hacia la habitación donde Diane estaba alojada. Cuando llegué a la puerta, dudé por un segundo. ¿Y si no quería verme? ¿Y si necesitaba estar sola? Levanté la mano para tocar, pero la bajé enseguida. No podía molestarla, no después de todo.

Pero algo me impulsó a intentarlo de nuevo. Toqué ligeramente la puerta, esperando que no respondiera, que simplemente me ignorara. Para mi sorpresa, después de un breve silencio, escuché su voz, suave y cansada, desde el otro lado.

—Pase —dijo.

Abrí la puerta con cuidado, encontrando la habitación en penumbra. Diane estaba sentada en la cama, envuelta en una manta, con los ojos hinchados por el llanto. Parecía más pequeña de lo que recordaba, frágil, como si el peso del mundo estuviera aplastándola.

—Pensé que estabas dormida —fue lo único que se me ocurrió decir mientras cerraba la puerta tras de mí.

—No puedo dormir —respondió ella, con la mirada fija en sus manos—. No después de todo...

Me acerqué lentamente, sentándome en el borde de la cama, a una distancia prudente. No sabía qué decir, no sabía cómo consolarla. Era como si las palabras no fueran suficientes para llenar el abismo que se había creado entre nosotros, entre todo lo que había pasado.



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En el texto hay: fanfic, romance, romance y desamor

Editado: 02.12.2024

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