La chica de al lado

Capitulo 13

Dos meses habían pasado desde aquel día en el tribunal. El juicio terminó con una condena clara: quince años en prisión para el padrastro de Diane. Todos sentimos un peso liberarse, especialmente Diane. El juez decidió que viviría con una familia de acogida, una familia que, en teoría, le brindaría estabilidad. Al principio, la noticia me llenó de incertidumbre, pero al verla a ella más tranquila, más segura, supe que era lo correcto.

Las primeras semanas fueron difíciles. Diane intentaba adaptarse a su nuevo hogar, y aunque seguía visitando nuestra casa con frecuencia, había algo diferente en ella, algo más ligero en su sonrisa. Se veía mejor, como si finalmente estuviera recuperando algo de sí misma que había perdido hacía mucho tiempo.

Una tarde, cuando ella vino a visitarnos, estábamos sentados en el jardín de la casa. El sol caía lento, tiñendo el cielo de un naranja suave, y ella hablaba sobre su nueva familia.

—No es lo mismo que estar en casa, pero son buenos conmigo —dijo, jugando distraídamente con una hoja en sus manos—. Me dejan espacio, no me hacen demasiadas preguntas... Se siente bien.

La miré, sintiendo una calidez que no había experimentado antes. Diane parecía más relajada, más abierta conmigo, y aunque no lo había admitido hasta ese momento, algo estaba cambiando dentro de mí. Empecé a darme cuenta de que verla feliz me hacía feliz, que su bienestar era más importante de lo que podía expresar.

—Me alegra que estés bien —dije, notando cómo mi voz sonaba más suave de lo que esperaba. Ella me miró, sus ojos brillando por un segundo bajo la luz del atardecer.

—Gracias, Javon. No sé qué habría hecho sin ti.

Ese comentario me descolocó. No era algo que esperaba escuchar, pero significaba mucho. Estaba más cerca de ella de lo que jamás había estado con alguien. Y de alguna manera, sin darme cuenta, todo en mi cabeza comenzó a aclararse. Me estaba enamorando de ella. Pero no era algo que pudiera admitir tan fácilmente. Todo había sido tan caótico, tan rápido, que el miedo de que lo arruinara todo me mantenía en silencio.

—Bueno, ya sabes que siempre estaré aquí —respondí finalmente, tratando de que mis palabras sonaran lo más casuales posible.

Diane sonrió y se inclinó un poco hacia mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Ese gesto tan simple me dejó sin aliento por un momento. Me quedé quieto, sin saber cómo reaccionar, pero al mismo tiempo, sintiendo que no había ningún otro lugar donde quisiera estar.

—No quiero pensar en lo que pasará después, pero contigo siento que todo está bien, al menos por un rato —susurró ella.

El peso de sus palabras me hizo tragar saliva, y sin decir nada, simplemente la rodeé con mi brazo, como si mi propio cuerpo hubiera decidido por mí.

La tarde continuó así, en un silencio cómodo, sin que ninguno de los dos dijera nada más. En ese momento supe que mis sentimientos por Diane habían crecido de una manera que no podía ignorar.

El tiempo pasó volando. Faltaban solo unos días para el cumpleaños mío y de Jaden, y mis padres, como siempre, tenían algo grande planeado. Este año, sin embargo, decidieron ir más allá. Habían organizado un viaje en crucero por México. Lo más sorprendente fue que invitaron a Diane. Aunque me alegraba que ella fuera parte de la celebración, no podía evitar sentir esa ansiedad creciente dentro de mí cada vez que estaba cerca.

Una semana antes de nuestro cumpleaños, ya estábamos en el crucero, navegando por aguas cálidas y disfrutando de paisajes increíbles. Todo parecía perfecto: el clima, las actividades y la compañía. Sentía que, por primera vez en mucho tiempo, las cosas realmente iban bien.

El día de nuestro cumpleaños llegó, y mis padres lo tenían todo organizado al detalle. Desperté con una sensación de emoción y tranquilidad, algo raro en mí. El día comenzó con una pequeña reunión familiar, llena de risas y bromas. Había regalos por todos lados, y tanto Jaden como yo nos sentimos rodeados de cariño.

Pero justo antes de que fuéramos a almorzar, Diane me pidió que la acompañara. Me miró con esa expresión suya, esa que siempre me desconcertaba y me hacía preguntarme qué estaba pensando.

—¿Podemos hablar un momento? —dijo suavemente, mirando hacia un rincón más apartado.

—Claro —respondí, siguiéndola mientras mi corazón comenzaba a latir más rápido de lo normal.

Nos alejamos un poco del bullicio de la celebración. Ella sacó una pequeña cajita de su bolso y me la extendió con una sonrisa nerviosa.

—Esto es para ti —dijo, su voz temblando un poco.

—¿Un regalo? —pregunté, sorprendido.

—Sí... —murmuró—, pero no es cualquier regalo.

Miré la cajita por unos segundos antes de abrirla. Dentro, había un colgante sencillo, pero hermoso. Era una pequeña ancla, brillante bajo la luz del sol. Lo miré, confundido, pero antes de que pudiera decir algo, Diane rompió el silencio.

—Simboliza la esperanza —empezó a decir, con la voz firme, pero con un brillo en los ojos—. En momentos difíciles o inciertos, puedo recurrir a ti para encontrar calma, dirección y consuelo. Fuiste un gran apoyo para mí durante los últimos meses, Javon.

Sus palabras comenzaron a resonar dentro de mí de una manera que no esperaba. Quería decir algo, pero estaba aturdido por lo que significaba. Pero antes de que pudiera hablar, ella continuó.

—Llegaste a mi vida para darme esperanzas. Cuando todo estaba oscuro, me diste algo en lo que creer —dijo, sus ojos ahora fijos en los míos—. Eres mi ancla, Javon Walton.

Esas últimas palabras me golpearon profundamente. Nunca imaginé que significara tanto para ella. Había estado ahí, sí, pero nunca pensé que mi presencia pudiera ser tan importante. Mi pecho se apretó, incapaz de procesar completamente lo que sentía en ese momento.

—Diane... yo... —empecé, pero las palabras no salían fácilmente.

—No tienes que decir nada —me interrumpió suavemente, colocando su mano en mi brazo—. Solo quiero que lo sepas.



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En el texto hay: fanfic, romance, romance y desamor

Editado: 02.12.2024

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