El día comenzó con un aire ligero. Me desperté al lado de Diane, como lo había hecho el día anterior, pero esta vez el ambiente era diferente. Había una mezcla de nostalgia por el fin de nuestra pequeña escapada y una anticipación extraña, como si algo estuviera a punto de suceder. Nos tomamos nuestro tiempo para alistarnos, empacando nuestras cosas mientras compartíamos comentarios sobre todo lo que habíamos vivido. Diane estaba tranquila, pero yo podía notar que parte de ella no quería que este fin de semana terminara.
—¿Lista para el desayuno? —le pregunté mientras me colgaba la mochila al hombro.
—Listísima —respondió con una sonrisa, aunque su tono parecía ligeramente distante.
Caminamos hacia una pequeña cafetería que habíamos visto el día anterior. Era acogedora, con mesas de madera y un delicioso aroma a pan recién horneado que se percibía incluso antes de entrar. Elegimos una mesa cerca de la ventana, desde donde podíamos observar el movimiento tranquilo del pueblo.
Mientras esperábamos nuestro pedido, Diane hojeaba un pequeño menú mientras yo revisaba algunas notificaciones en mi teléfono. Todo parecía normal, hasta que tres chicos y dos chicas irrumpieron en la cafetería, riendo y hablando en voz alta. Su energía era contagiosa, pero lo que realmente llamó mi atención fue cuando uno de ellos tropezó accidentalmente con nuestra mesa.
—¡Oh, lo siento mucho! —dijo uno de los chicos, un joven alto, con cabello desordenado y una sonrisa fácil—. No los vi.
—No pasa nada —respondí, levantando las manos para tranquilizarlo mientras Diane se ajustaba en su asiento.
El grupo, al parecer, era de nuestra edad. Sus risas llenaron el lugar, y antes de darnos cuenta, estaban conversando con nosotros como si nos conocieran de toda la vida. Se presentaron rápidamente: dos chicos llamados Logan y Ethan, y la chica que más hablaba, con cabello rubio y rizado, se llamaba Savannah. Los otros dos apenas dijeron sus nombres, pero parecían seguirle el ritmo al grupo.
—Entonces, ¿no son de aquí? —preguntó Savannah, inclinándose ligeramente hacia la mesa mientras Diane la observaba con curiosidad.
—No, estamos de paso —respondí, notando cómo Diane cruzaba los brazos.
—Eso explica por qué no los habíamos visto antes. ¡Tienen que venir a nuestra fiesta en la piscina más tarde! —dijo Savannah con entusiasmo.
—¿Fiesta en la piscina? —pregunté, intrigado.
—Sí, será después del mediodía, en una casa que rentamos cerca de aquí. Nada formal, solo buena música, comida y diversión. Deberían venir, sería genial conocerlos más.
Antes de que pudiera responder, Diane me lanzó una mirada que decía claramente "No vamos." Sin embargo, no podía evitar sentirme curioso.
—Claro, suena divertido. Ahí estaremos —dije con una sonrisa.
Diane me miró con incredulidad, claramente desconcertada por mi entusiasmo. Savannah nos sonrió antes de marcharse con el grupo, prometiendo encontrarnos frente a la cafetería más tarde.
Cuando salieron, Diane me miró fijamente, su expresión con una mezcla de preocupación y molestia.
—¿Es en serio? —preguntó, con las cejas alzadas.
—¿Qué? —respondí, fingiendo no entender su tono.
—¿A caso no has visto películas? —dijo, dejando el tenedor que tenía en la mano.
—¿Qué películas? —pregunté, aún confundido.
—Las películas donde los protagonistas se encuentran con un grupo de desconocidos que parecen demasiado amables y los invitan a algún lugar, solo para matarlos después.
Me reí, pensando que estaba exagerando, pero su expresión era seria.
—Diane, no estamos en una película de terror. Además, no parece que sean ese tipo de personas.
—Ese es el punto, Javon. Nunca parecen ese tipo de personas —respondió, rodando los ojos.
—Vamos, va a ser divertido. Además, no creo que Savannah esté pensando en matarnos.
—¿Ah, no? Porque parece muy interesada en ti —replicó, cruzando los brazos.
—¿Estás celosa? —pregunté, con una sonrisa divertida.
—No estoy celosa, Javon. Estoy siendo realista —dijo, aunque su tono decía lo contrario.
Suspiré, intentando calmarla.
—Diane, si quieres, no vamos. Pero siento que está bien probar algo nuevo. Además, estamos juntos. Si algo raro sucede, te prometo que saldremos de inmediato.
Ella permaneció en silencio por un momento, mirando por la ventana antes de finalmente asentir, aunque su expresión seguía siendo recelosa.
—Está bien, pero si esto termina siendo una de esas historias raras que salen en las noticias, voy a decir "te lo dije" mientras corremos por nuestras vidas.
Sonreí y tomé su mano.
—Trato hecho.
Terminamos nuestro desayuno en un silencio más ligero, aunque Diane todavía lanzaba comentarios sarcásticos cada tanto sobre mi aparente ingenuidad. En el fondo, sabía que estaba siendo precavida por lo que ambos habíamos pasado en el pasado. Y aunque me hacía gracia su escepticismo, había una parte de mí que no podía ignorar su preocupación.
Cuando salimos de la cafetería, todavía teníamos un par de horas antes de encontrarnos con el grupo. Diane se acercó más a mí, entrelazando su brazo con el mío, y decidí aprovechar el resto del tiempo para disfrutar de nuestra última mañana en Mount Dora antes de que cualquier "aventura" pudiera comenzar.
El calor del sol empezaba a desvanecerse cuando Diane y yo nos encontramos con el grupo frente a la cafetería. Savannah, la chica rubia, fue la primera en saludarnos con una sonrisa radiante, seguida por los demás. Todos estaban vestidos para la ocasión, con trajes de baño cubiertos por ropa ligera, y cargaban bolsas llenas de lo que asumí eran bebidas y bocadillos. Diane caminaba a mi lado, con el ceño fruncido, pero tratando de disimular su incomodidad.
—¡Qué bueno que vinieron! —exclamó Savannah, mirando directamente hacia mí. Su entusiasmo era contagioso, pero sentí la mirada de Diane perforándome el costado.