La chica de al lado

Capitulo 27

El lunes llegó con una sensación de vacío que no esperaba. Había pasado toda la noche intentando contactar a Diane, pero ella no respondió ni uno solo de mis mensajes ni devolvió mis llamadas. Aún así, me aferraba a la idea de que en la preparatoria sería diferente. Quizá, frente a frente, me dejaría explicarme.

Cuando entré, el bullicio habitual me pareció más pesado de lo normal. Caminé hacia mi casillero y vi a Diane al final del pasillo, rodeada por sus amigas Briella y Brenda. Respiré profundo y me acerqué, intentando mantener la calma.

—Diane, ¿podemos hablar? —pregunté, deteniéndome frente a ella.

Ella levantó la mirada por un breve instante, pero su expresión no cambió.

—No tengo nada que decirte, Javon. —Su voz era tan fría como distante, como si el vínculo que compartíamos se hubiera reducido a nada en cuestión de días.

—Por favor, solo dame unos minutos… —insistí, sintiéndome cada vez más desesperado.

—No. Estoy ocupada. —Se giró hacia Briella y Brenda, ignorándome por completo.

Quise insistir, pero algo en su postura me dejó claro que no sería el momento. Me alejé, sintiendo que las miradas de sus amigas me seguían. El resto del día pasó en un borrón de clases y silencios incómodos. Cada vez que la veía en los pasillos, me invadía la misma mezcla de culpa y frustración.

Esa noche, al llegar a casa, me encerré en mi habitación sin decir una palabra. Mi hermano Jaden había tratado de hacerme hablar durante el trayecto, pero apenas le respondí. Me tumbé en la cama, mirando el techo, cuando escuché un golpe en la puerta.

—¿Qué pasa? —pregunté, sin moverme.

La puerta se abrió, y Jayla entró con esa mirada que me hacía sentir que podía ver a través de mí.

—¿Qué está pasando contigo? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Nada.

—No me mientas, Javon. Algo te está comiendo vivo, y no creo que sea solo la escuela o el boxeo.

Suspiré, sentándome en la cama. Jayla siempre había sido la más perceptiva de todos en la familia.

—Es por Diane —admití finalmente.

—¿Qué pasó?

Le conté todo, desde el inicio. La fiesta, mi error, y cómo Diane me había visto en una situación que nunca debió haber ocurrido. La culpa que sentía era indescriptible, pero decirlo en voz alta lo hacía aún más real.

—¿Y qué esperas que haga ella? —preguntó Jayla, con tono severo.

—No lo sé. Solo quiero que me escuche, que me dé una oportunidad para explicarle que nunca quise que nada de eso pasara.

Jayla suspiró, sentándose a mi lado.

—Cometiste un error grande, Javon, y no será fácil recuperarla. Pero si realmente la amas, no te rindas. Dale su espacio, pero no dejes que piense que has dejado de intentarlo.

—¿Y si nunca me perdona?

—Eso es un riesgo que tendrás que aceptar. Pero si vale la pena, harás lo que sea necesario.

Sus palabras me dejaron pensando. Jayla siempre había sido directa, y aunque no me gustaba admitirlo, tenía razón.

No pude evitar que mi mente volviera a los momentos felices con Diane. La forma en que reía, la luz en sus ojos cuando hablaba de sus sueños, el sonido de su voz cuando me llamaba por mi nombre. Cada recuerdo era un golpe directo al pecho, recordándome lo que estaba en peligro de perder.

Abrí mi teléfono y miré nuestras fotos juntos. Una en particular me hizo detenerme: nosotros en Mount Dora, riendo como si nada pudiera rompernos.

—¿Cómo llegamos a esto? —susurré al vacío, sintiendo que el peso de mis errores me aplastaba.

La culpa era un monstruo implacable, pero sabía que no podía quedarme quieto. Tenía que encontrar una forma de demostrarle que no era el hombre que había visto esa noche, que podía ser mejor para ella.

Los días siguientes se convirtieron en un ciclo de intentos fallidos y silencios insoportables. Diane no respondía a mis mensajes ni llamadas, y cuando la encontraba en los pasillos de la escuela, apenas me dedicaba una mirada fugaz antes de alejarse. Su indiferencia era como un puñal constante que no dejaba de girar.

Jayla, como siempre, parecía leer mi estado de ánimo sin que tuviera que decirle nada. Aunque no me lo preguntara directamente, la veía observarme con esa mirada analítica que siempre lograba sacar la verdad de cualquiera.

Esa mañana, cuando bajé a desayunar, me llamó la atención no encontrar a Jayla en casa. Su ausencia era extraña, porque rara vez salía tan temprano sin avisar. Pensé que tal vez había salido a correr o tenía algún compromiso, así que intenté no darle importancia.

El resto del día transcurrió en una monotonía insoportable. Intenté distraerme con tareas y entrenamientos, pero mi mente volvía siempre a Diane. ¿Cómo había dejado que todo llegara a este punto? La sensación de que la estaba perdiendo definitivamente era un peso que me asfixiaba.

Cuando llegó la noche, estaba tirado en mi cama, mirando el techo, cuando escuché la puerta principal abrirse. Me levanté con rapidez, pensando que podía ser Jayla, pero me sorprendí al ver entrar a Jaden… y a Diane.

Mi hermano me miró, claramente incómodo, mientras Diane evitaba mi mirada.

—¿Qué está pasando? —pregunté, confuso.

Jaden levantó las manos, como si quisiera dejar claro que no tenía respuestas.

—No sé. Jayla me dijo que la trajera. —Me encogí de hombros, todavía sin entender nada, mientras Jaden continuaba—. Ella insistió. Dijo que era importante.

Diane permaneció en silencio, con los brazos cruzados, y pasó de largo sin siquiera mirarme. La vi dirigirse al sofá, donde se sentó con una expresión que mezclaba incomodidad y frustración. Mi pecho se apretó al verla allí, tan cerca pero tan lejos al mismo tiempo.

Pasaron un par de horas, y Jayla seguía sin aparecer. La ansiedad comenzó a carcomerme mientras daba vueltas por la casa, incapaz de quedarme quieto. Cada tanto, lanzaba miradas hacia Diane, pero ella permanecía en su mundo, revisando su teléfono o simplemente mirando al vacío.



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En el texto hay: fanfic, romance, romance y desamor

Editado: 02.12.2024

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