El día se sentía más largo de lo normal. El sol brillaba alto, pero dentro de mí todo era una tormenta. Cada minuto que pasaba era un recordatorio de que mi tiempo con Diane estaba contado. Londres estaba a la vuelta de la esquina, y aunque la emoción de mi nuevo papel seguía viva, la incertidumbre de mi relación con ella lo opacaba todo. Necesitaba arreglar las cosas antes de partir. No podía dejarlo así.
Tomé el teléfono por enésima vez, mis dedos tamborileando en la pantalla mientras debatía si llamarla o escribirle. Pero sabía que ninguna de esas opciones iba a funcionar. Diane necesitaba algo más real, algo que le demostrara que estaba dispuesto a luchar por lo que teníamos.
"Esta vez, cara a cara."
Me dirigí hacia su casa, con el corazón latiéndome tan fuerte que parecía querer salirse del pecho. Cada paso que daba hacia su puerta se sentía como una sentencia. Finalmente, llegué y, antes de poder pensarlo demasiado, golpeé la puerta.
Pasaron unos segundos que parecieron horas antes de que la puerta se abriera. Diane apareció, con el ceño ligeramente fruncido, como si ya estuviera preparada para cerrarme la puerta en la cara.
—¿Qué haces aquí, Javon? —preguntó, cruzando los brazos.
—Diane, por favor, escúchame. Necesito hablar contigo. No me voy a ir hasta que lo hagamos.
Ella suspiró, mirándome por un largo segundo, y finalmente dio un paso hacia un lado, dejándome entrar.
Nos sentamos en el sofá, aunque ella mantuvo la distancia, con los brazos cruzados y la mirada fija en algún punto del suelo.
—Diane —empecé, tomando aire como si fuera a saltar de un precipicio—, sé que probablemente soy la última persona a la que quieres escuchar ahora mismo, pero necesito que me escuches, aunque sea por unos minutos.
Ella no respondió, pero tampoco me interrumpió, lo que tomé como una señal para continuar.
—Lo arruiné, lo sé. No importa cuántas veces lo diga, no cambiará lo que pasó, pero quiero que sepas que nunca quise lastimarte. Esa noche... Savannah no significa nada para mí. Lo único que importa eres tú. Siempre has sido tú.
Diane levantó la mirada, y por un segundo vi algo más que rabia. Dolor. Un dolor que yo había causado.
—¿Y qué esperas que haga con eso, Javon? —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de emociones—. ¿Que simplemente olvide todo lo que pasó?
Negué con la cabeza rápidamente.
—No, no espero eso. Sé que tomará tiempo, pero no puedo irme sin intentar arreglar esto. No quiero perderte, Diane. Haré lo que sea para recuperar tu confianza, aunque me tome toda la vida.
El silencio que siguió fue insoportable. Podía escuchar el tic-tac del reloj en la pared, cada segundo una daga más en mi corazón. Finalmente, Diane suspiró, y su expresión cambió apenas un poco.
—Javon, no sé si puedo olvidarlo, pero... tampoco puedo negar lo que siento por ti. Lo que teníamos... no es fácil de borrar.
Sentí una chispa de esperanza encenderse dentro de mí.
—Entonces dame una oportunidad, Diane. Solo una. Prometo que no te voy a decepcionar.
Ella me miró directamente a los ojos, buscando algo, quizá una señal de sinceridad. Y entonces, asintió, apenas perceptiblemente.
—De acuerdo, Javon. Pero esto no será fácil.
—No tiene que serlo —respondí rápidamente—. Solo quiero que estemos bien.
El alivio que sentí en ese momento fue como quitarme un peso inmenso de los hombros. Pero sabía que había algo más que debía decirle, algo que no podía seguir postergando.
—Diane... hay algo más que necesito decirte.
Su expresión se tensó ligeramente, y mi corazón volvió a latir con fuerza.
—¿Qué pasa?
—Hace un par de días, mi mamá me dio una noticia. Me ofrecieron un papel importante en una serie... y acepté.
Ella arqueó una ceja, claramente confundida.
—Eso es bueno, Javon. Felicidades. ¿Por qué pareces tan preocupado?
Tragué saliva.
—Porque las grabaciones son en Londres. Me voy en dos semanas.
El silencio cayó entre nosotros como un muro de ladrillos. Diane desvió la mirada, su rostro una mezcla de sorpresa y algo más que no pude identificar.
—¿Dos semanas?
Asentí lentamente.
—No quiero que esto sea el final para nosotros, Diane. Sé que la distancia será difícil, pero quiero que sepas que voy a hacer todo lo posible para que esto funcione. Tú eres mi prioridad, no importa dónde esté.
Ella se quedó en silencio por un momento, mordiéndose el labio como si estuviera debatiéndose internamente. Finalmente, levantó la mirada y me sostuvo la mirada.
—Javon, no puedo prometerte que será fácil, pero... quiero intentarlo.
Esas palabras fueron todo lo que necesitaba escuchar. La abracé, sintiendo que, aunque había mucho por delante, al menos habíamos dado el primer paso para reconstruir lo que teníamos.
Nos quedamos en el sofá por un rato más, hablando sobre lo que significaría mi mudanza y cómo planeábamos mantener nuestra relación. Era un desafío, pero estaba dispuesto a enfrentarlo. Diane también parecía más tranquila, aunque todavía había una sombra de inseguridad en sus ojos.
Sabía que no había reparado todo el daño, pero al menos estábamos avanzando, juntos. Y eso, para mí, era suficiente por ahora.
Las dos semanas siguientes se sintieron como un parpadeo. Un segundo estaba confesando mis sentimientos a Diane, y al siguiente, el reloj marcaba el último día antes de mi vuelo a Londres. Había algo extraño en cómo el tiempo parecía acelerarse cuando cada momento contaba.
Desde aquella conversación en su sala, Diane y yo habíamos trabajado para reconstruir lo que teníamos. No era fácil; todavía había silencios incómodos y momentos en los que podía sentir su duda. Pero ella estaba ahí, y eso era más de lo que hubiera esperado después de todo lo que pasó.
Pasamos las semanas intentando encontrar una rutina que nos diera algo de normalidad. Cada día que teníamos juntos era una mezcla de risas, conversaciones profundas y pequeños momentos que intentábamos atesorar, como si fueran piezas de un rompecabezas que queríamos completar antes de que el tiempo se agotara.