Su nombre rima con Imbécil
Mi nombre no tiene nada de especial, era uno simple, común, ordinario en totalidad, Tatiana, nada muy sofisticado, ni nada muy complicado, solo tres sílabas, que juntas formaban mi nombre.
Mi aspecto, ojos color café, pelo azabache, largo; a la altura de mi cintura, piel clara, pero algo pálida, altura promedio. Lo necesario por delante y por atrás no mucho la verdad, contextura, según mamá, rellenito, según papá, espagueti, según yo, normal.
Si, bueno, mis padres no se ponen de acuerdo muy a menudo, pero se aman que es lo importante.
Mi personalidad no estaba muy definida, la mayor parte del tiempo trataba a todos con odio y rencor, a veces era buena, amable y sonriente, y tan solo a veces, amorosa, y empalagosa.
Eso último casi nunca pasaba.
Mis amores eran muy resumidos, en este preciso momento, mi familia, mi perrita, mi mejor amiga, y las nubes del cielo.
Solo había tenido una pareja en mis cortos 13 años, y había sido un amor infantil, así que no lo contaba—del todo— prefería vivir sin preocupaciones, con la mente abierta a nuevas oportunidades, sentimientos y emociones.
Je, je, no tanto, o sea, si de esa manera, pero me daba miedo salir de mi zona de confort, pero les juro que trato de experimentar todo lo que puedo, o más o menos.
Esa era yo Tatiana Morgan, una adolescente —con mente de niña—que deseaba vivir al máximo cada día, hasta el momento en que lo conocí.
Un día gris, en el parque al que solía concurrir todas las tardes, a veces con Koala—mi perrita— o sola con un libro haciendo de compañía.
No diría que soy una fan empedernida de la lectura, no, eso se lo dejaba a mamá, ella sí que era fan de eso.
Prosiguiendo con el tema, el día que lo conocí, me pareció el tipo más desagradable que había pisado el césped del hermoso parque Marchtt, pero aún peor me pareció en el momento en el que lo vi sentado, leyendo un libro, en el círculo de madera que había en una esquina de este, ese era mi lugar, ¡Mi lugar Feliz!, y él estaba ahí, ocupándolo, la indignación me llenó por completo de la cabeza a los pies.
Mi único impulso fue ir corriendo al lugar e insultarlo con la peor palabra de mi vocabulario.
—Imbécil— le dije con furia.
Él se volteó sin darse cuenta de lo que mi insulto significaba, y con sus ojos color avellana me recorrió de arriba a abajo y soltó una carcajada.
Fue en ese preciso instante que lo odio aún más, se había atrevido a burlarse mi, me ofendió, pero luego me ofreció una mano y se presentó, como si no hubiera pasado nada.
Es que no paso nada.
¡Me había ofendido!
—Spencer, "El imbécil" —sonrió.
Ahora la que lo recorrió con la mirada fui yo, estaba sentado con las piernas cruzas, tenía en sus manos, el libro "El retrato de Dorian Gray", llevaba puesto unos pantalones negros y una camisa de tela a cuadros, su pelo era largo y cubría parte de su rostro, sobre todo sus orejas, y el tono de este, no era muy definido, estaba entre castaño claro o dorado.
—Quítate de mi lugar—le empujé suavemente.
Al tocar su hombre sentí un escalofrío extraño recorriendo mis dedos.
—Que, ¿Esto? —miro al lugar en donde estaba sentado y lo señaló— ¿Por qué?
—Vete, es mío, desde ahí se ven mejor las nubes —lo mire con rencor.
—¿Nubes?— ignoré su pregunta, no le debía explicaciones a un extraño—. No veo que diga tu nombre—se encogió de hombros.
Me incliné en la madera y señala una pequeña parte en la esquina superior, ahí estaba grabado mi nombre, Tatiana Morgan.
Él me siguió con la mirada y luego se burló.
—¡En serio pusiste tu nombre!—se rio a carcajadas, tirando su cabeza hacia atrás provocando que el gorro que tenía puesto se cayera, me acerqué casi corriendo y me lo quedé.
—Vete de mi lugar y te devuelvo el gorro.
Se tocó la cabeza instintivamente y luego volvió a sonreír.
—Quédatelo, no me pienso mover —volvió su vista al libro que tenía entre manos y me ignoro categóricamente.
—Imbécil —mascullé por segunda vez.
—Spencer, "El imbécil", no lo olvides —se rio, para luego decir —. Titi.
Abrí la boca muy indignada, pero ninguna palabra salió de ella, no tenía como contraatacar, rayos.
Me fui de mi lugar muy enojado, apreté en un puño su gorro que todavía tenía entre mis manos, todos en este pequeño pueblo sabían que ese lugar era mío.
Papá le había pagado al alcalde para poder poner ese círculo de madera, en ese parque, y ahora llegaba ese tipejo y lo ocupaba como si nada.
Menudo Imbécil.
Tengo que ampliar mi vocabulario de insultos.
...
No volví a ver a ese chico tan extraño, hasta que empezó el primer día de clases.
Como todas las mañanas, cuando bajaba a la cocina, mamá me preparaba el desayuno, papá tomaba café, y Koala seguía durmiendo, éramos una familia feliz, mis padres estaban muy enamorados, y yo me sentía afortunada de tenerlos, obvio, eso no quitaba que me enojara por tonterías, pero eran solo eso, tonterías.
Estaba despidiéndome de mamá, cuando tocaron el timbre, apostaba todos mis ahorros a que era Rose, mi mejor amiga, ella era una chica un poco más baja que yo, algo morena, con rizos en todo el pelo, ojos grandes y labios gruesos, ella era muy bonita, los chicos siempre la buscaban con cualquier excusa para acercarse, en clases era la alumna promedio, así que era un buen partido, o eso solía decir mi mamá cuando hablaba de ella.