La Chica De Las Nubes

Capítulo 4: Nubeo. El amor de mi vida.

Nubeo. El amor de mi vida.

 

Dos semanas, ese es el tiempo exacto que había pasado desde que nos habíamos liberado de los uniformes; y por si se lo preguntaban el profesor nos había puesto una nota aprobatoria por el trabajo, igual tuvimos que presentar una monografía acerca de los actos que nos llevaron a la rebelión, y eso, pero bueno al final todos salimos ganando.

 

En estos últimos días había hablado muy poco con Spencer, razón, había conseguido más amigos, y ya no me prestan tanta atención como la primera semana, así que me sentía bastante ignorada por su parte.

 

Pero poco me importaba, ni que fuera la gran cosa.

 

¿Ay, a quien engaño?

 

Me molestaba mucho que no me hablara, hasta extrañaba que me diga, La chica de las nubes o Titi, y eso que odiaba ese apodó.

 

Está mañana Rose me había dicho que no podía ir a recogerme, por lo cual, mi camino hacia el colegio fue más largo de la habitual. Caminaba viendo el cielo, apreciando las nubes, por lo cual me tropecé con piedritas, con mis propios pies y casi un auto me atropella, todo eso como 10 veces, así que moraleja, miren por dónde caminan.

 

La cosa es que cuando llegue al salón ya era bastante tarde; por ende el profesor de turno me dio una regañada de madre, señor y padre santo, y con todo el mal humor que ya me cargaba, me senté al lado de Rose con mi mejor cara de lunes.

 

El profesor empezó a explicar algo sobre las células, la fotosíntesis y no sé qué más, empecé a copiar todo en mi cuaderno, aunque en realidad no están prestando atención en nada, solo fingía hacerlo.

 

Por el rabillo del ojo pude ver cómo Rose empezaba a guardar algunas cosas en su mochila, a excepción de su cuaderno y un lapicero.

 

Agarró la mochila con una mano, luego puso el lapicero en su boca, como si de un perrito con su hueso se tratará, y por último paso el cuaderno por debajo de su brazo.

 

—¿Qué haces? —le pregunte en un murmuró.

 

—Me lo vas a agradecer —me guiño un ojo, se quedó viendo al profesor esperando que este se volteara y cuando lo hizo, está se agachó y se fue corriendo en cuclillas.

 

¿Pero qué estaba pasando aquí?

 

Tenía la cabeza volteada como la del exorcista, mirando lo que sea que hacía Rose, cuando sentí que alguien se sentó a mi lado, el lugar donde Rose estuve segundos antes.

 

Voltee la cabeza tan rápido que me dolió el cuello, y para mi sorpresa era el imbécil, estaba con una mano apoyada en la carpeta sosteniendo su quijada y me miraba con diversión. Tenía sobre su regazo su mochila negra y su cuaderno, tal cual Rose había hecho segundos antes, tenía el lapicero entre los dientes.

 

—¿Qué haces aquí? —le pregunte enarcando la ceja.

 

—La repuesta correcta a tu pregunta sería, venir a estudiar —se tocó el mentón pensativo—, pero ambos sabemos que esa no es la razón.

 

— Saber que tengo a alguien que molestar —sonrio.

 

—¿Se supone que te refieres a mí? —le puse cara de fastidio, bueno siempre tengo esa cara.

 

—Supones muy bien, Titi —tocó la punta de mi nariz.

 

—No hagas eso —le tiré un manotazo—, me hace sentir como una niña chiquita.

 

—Tienes razón, tú no eres una niña chiquita —se burló.

 

—Explícame tu chiste, que no lo entiendo.

 

—Si lo explico pierde la magia —chasqueo la lengua.

 

—Entonces para la próxima hazlo bien, para que no tengas que explicarlos, anda, habla ya —le dije cruzando mis brazos sobre mi pecho.

 

—Va —bufo con diversión—, se supone que los niños chiquitos son inocentes.

 

—ya…

 

—Y tú eres lo contrario.

 

—Com..., ¡Oye!—le tire otro manotazo y Spencer se rió—. No me conoces en lo absoluto.

 

—Bueno pues, déjame conocerte

 

—¿Para qué?

 

—¿Cómo que para qué?, me interesas, chica de las nubes, me pareces alguien interesante —se encogió de hombros y sonrió con galantería—. Además que quiero saber que ahí aquí dentro —me tocó la frente dos veces.

 

—Estaba considerándolo, hasta que dijiste, chica de las nubes, ya no me agradas —lo mire con rencor fingido.

 

—Tú sabes y yo sé, que te gusta que te diga así —me guiño un ojo y yo aparte la vista de inmediato—. Aparté que podemos empezar por ahí, ¿Por qué te gustan las nubes?

 

Estaba por contestar, cuando el profesor volvió a hablar haciendo que todos nos callamos y volviéramos a atenderlo, pero claro, Spencer Rochht, no me iba a librar tan fácilmente de él.

 

Después de esa mini plática en clase de biología, lo estuve evitando todo el día, hasta que llegó la hora de salida.

 

Estaba en el patio trasero que daba justo con la avenida principal, me encontraba conversando con Rose sobre los nuevos proyectos de su padre con la comunidad, y bla, bla.

 

—Y su nuevo lema es, “Imagina lo que quieres y lo tendrás”, y estoy segura de que no funciona, imagino un novio todas las noches y sigo sin conseguir uno, es frustrante.

 

—Le gustas a la mitad de la clase, estoy segura de que no tienes novio, por ser tan exigente —en el momento en que dije eso, mi vista se posó por encima de su hombro, donde pude ver a don imbécil, venir hacia nosotras, con su característica sonrisa de bledo—. Cúbreme.

 

—¿De qué?

 

—Ahí viene Spencer, distráelo. Que no me encuentre, estaré en el baño, último cubículo, búscame cuando lo hayas despachado —sin dejar que diga nada más salí corriendo como una cobarde.

 

Estuve metida dentro de esa pequeña estructura de madera, casi 10 minutos, y Rose seguía sin llegar, ¿De qué tanto hablaban?, ¿Acaso fue buena idea dejarlos solos?



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En el texto hay: bullying, primer amor, amor inocente

Editado: 04.11.2021

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