Niñera Improvisada
¡Oh no!
¡Más problemas no, por favor!
Si se arma un pleito, yo no me hago responsable, aviso de antemano.
—La estoy tocando —repitió muy seguro.
—No la toques —le frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Porque no le gusta.
—¿Por qué no le…?
—A ver déjense de tonterías, bye a los dos —traté de botarlos.
Pero ambos se miraron entre sí y luego negaron.
—Largo —les pedí.
—Ya oíste, largó —Spencer movió su manito hacia Jeff y lo trato de sacar del sitio.
—¡Los dos! ¡Adiós! —exclamé frustrada.
—¡Señorita Morgan, deje de gritar! ¡No ve que estoy durmiendo!, la próxima le doy otro castigo —el profesor de turno me miro resentido y se volvió a recostar sobre su escritorio.
Con aquel grito ambos imbéciles se fueron a sus respectivos sitios y me dejaron en paz.
Pero solo por dos minutos.
Porque llegó Spencer y se sentó a mi lado, estuvo en silencio casi como cinco minutos, solo se quedó mirándome.
—Habla ya —bufé.
El hecho que me observara en silencio como si fuera una bomba que fuera a explotar, me ponía de los nervios.
—No tengo nada que decir.
—Entonces, ¿Qué haces aquí? —pregunte con rencor.
—Quería mirarte —contesto de lo más normal.
El rubor subió a mis mejillas y el lápiz que tenía se me resbaló de las manos.
—Mírame de lejos —le fruncí el ceño, tratando de que no se notarán mis nervios.
—Te sonrojaste —me mostró su perfecta sonrisa—. Me gusta verte de cerca, Titi.
—Igual que a Eliana, ¿Cierto? —conteste voraz y mirando hacia otro lado.
—¿Eliana? —me miro extrañado.
—Estuviste con ella todo el día —murmuré con algo de fastidio.
—¿Celosa? —pregunto pícaro.
—Ya te gustaría.
—Claro que me gustaría —respondió de inmediato.
—¿Y tú? —cuestione esperando una afirmación.
—¿Yo? ¿Celoso de Jeff? —se burló
—Sí, dijo que me veía sexi —canturreo.
—Tremendo idiota —bufo.
—¿Celoso?
—No sabes cuánto —se acercó peligrosamente hasta mi rostro, nuestras narices podrían rozarse con solo un movimiento.
¿En qué momento se había acercado tanto?
De repente su cercanía me puso todavía más nerviosa, así que solo lo empuje, y escondí mi rostro con mi cabello.
—Eliana, es mi prima —soltó de repente.
— ¿Solo tu prima? —pregunté más calmada de lo que pretendía.
—Sip, bueno prima de cariño —medito para sí mismo—, su mamá era la mejor amiga de mi papá, así que la conozco desde hace mucho, esa fue una de las razones por las cuales entre a estudiar aquí.
—Entonces, ¿Entre ustedes no hay nada?
—Jamás —se rio.
—Bah… Entonces le jale de los pelos por gusto —murmure para mí misma.
— ¿La agarraste de los pelos por mí? —preguntó emocionado con una sonrisa en el rostro.
— ¿¡Q-que?! N-noooo.
—Eso es lo que dijiste —se burló —, eso de que dos chicas se peleen por mí, no está mal, hasta podría acostumbrarme.
—Imbécil — farfullé.
—Desde el inicio de los tiempos, Titi.
—Agh, odio ese apodo.
—A mí me gusta —se recostó sobre mi hombro, y por alguna extraña razón no lo aparte—. Pero, me gustas más tú.
Oh no, otra vez el rubor.
—Ya basta —le dije mirando a otro lado.
—Te volviste a sonrojar —trato de tocar mi mejilla y lo aparté, otra vez—. Me gusta cuando te pones así, te lo diré más seguido, entonces.
—Haz lo que quieras —bufé restándole importancia a lo que había dicho.
— ¿Segura?
—Sí, no me importa lo que hagas —afirmé.
—Está bien — y sin previo aviso se acercó y trató de besarme en los labios.
Y digo trató.
Porque no lo logro.
Siempre soy más rápida, ja.
Volteé la cara para la dirección contraria y solo alcanzó a darme un beso en la mejilla.
Igual, la sensación de sus labios sobre mi piel, me escarapelo por completo.
— ¡Eh! Tengo que… —mire a todos lados tratando de buscar una salida —B-baño, tengo que ir al baño.
Y como cobarde que soy, hui. Salí corriendo hacia el último cubículo (mi favorito) y me encogí sobre el inodoro, no sé cuánto tiempo exacto me quedé ahí, pero cuando salí, el sol ya ni se podía ver.
Volví al salón de castigos con la cabeza agachada y ya casi no había nadie.
Excepto Jefferson que estaba sentado encima de una mesa, apoyado contra la pared, y tenía cara de aburrimiento.
— ¿No te vas? —le pregunté mientras recogía mis cosas.
—Espero a mi mamá.
— Pensé que los chicos malos como tú, no esperaban a que venga su mamita a llevárselos —me burlé.
— ¡Ah! Chistosa te crees —soltó una risa ronca—. La directo la citó, está en dirección, seguro le va a decir sobre mi desastroso comportamiento —rodeó los ojos.
—Bueno, la directora no miente en esa parte.
—Gracias por los ánimos.
—Yo nunca ánimo a nadie, entérate.
—Ya había escuchado acerca de tu mal humor, me sorprende que sea verdad —comento.
—¿Por qué te sorprende?