La Chica De Las Nubes

Capítulo 11: Volando entre nubes.

Volando entre nubes

 

—Quítate los zapatos —murmuró a mi lado, con la cabeza agachada, apenas y lo miré cuando dijo eso.

                                      

Torpemente retire los zapatos de mis pies, y los deje ordenadamente a un lado de la puerta, que aún seguía abierta. Me adentré a la habitación, las plantas de mis pies podían sentir la suavidad en mi andar, a cada paso que daba, se sentía gran calidez, suavidad, como si, literalmente, estuviera caminado sobre las nubes.

 

—¿Cómo…? —Trate de preguntar, pero mi cabeza no terminaba de formar una oración coherente, mi mente aún no procesaba lo que pasaba, era tan increíble lo que veía, era como un sueño hecho realidad.

 

—Lamentablemente no pude bajarte ni una nube del cielo, pero intenté hacer algo que se le pareciera —también se quitó los zapatos y se paró a mi lado en medio de toda la habitación—. He dejado a los supermercados con escasez de algodón —soltó una risilla antes de volver a ponerse serio y quedarse en silencio.

 

La habitación estaba llena de algodón que simulaban ser nubes, era muchísimo algodón, suavecito y mullido, la cantidad era tanta que sobrepasaba mis talones.

 

—Ven, siéntate conmigo —dijo tomándome de la mano y ayudándome a sentarme en medio de la habitación con las nubes a mi alrededor, extendí una de mis manos y toque suavemente el algodón, era lo más pareció a la sensación que imagen que sentiría al tocar una nube.

 

—Me trajiste las nubes —murmuré, anonadada con lo que veía.

 

—Y lo volvería hacer, con tal de siempre ver esa sonrisa que tienes en el rostro ahora mismo.

 

—Es… —intente describirlo.

 

—Increíble, único, y hermoso—respondió Spencer por mí.

 

—Así son las nubes para mí —asentí dándole la razón

 

—Así eres tú para mí, Tatiana — admitió con una sonrisa de oreja a oreja, clavando sus ojos en los míos.

 

Spencer en definitiva sabia como hacerme olvidar hasta mi nombre con solo unas cuantas palabras, nos quedamos mirándonos por no sé cuánto tiempo, mi cuerpo temblaba de nervios, pero a la vez sentía emoción, todo era muy bonito y especial.

 

Pero eso no quitaba que seguía algo molesta con él, aunque justo en este instante, eso poco importaba.

 

—Hola. Mi nombre es Spencer Rochht, tengo quince años, cumplo dieciséis en dos meses, específicamente el 13 de agosto, uno de mis hobbies favoritos es tocar la guitarra, creo que es el único hobby que tengo, aunque por mucho tiempo tuve que dejarlo por falta de motivación.

 

—¿Tienes quince? ¿Vas a cumplir dieciséis? Supuse que tenías catorce como yo, ¿Tocas la guitarra? En serio no te conocía nada.

 

—Sí, repetí un año, y la guitarra la he dejado ya hace un tiempo. Ahora has silencio que te voy a contar toda mi vida, shhh —presiono uno de sus dedos, en mis labios, y sentí un pequeño cosquilleo cuando hizo eso, me guiño un ojo al ver mi reacción y empezó a hablar otra vez—. Viví casi toda mi vida en un pueblo sureño que está a unos 70 km de aquí, vivía junto con Marissa y mis padres, hasta los seis años, el año donde mi padre murió por culpa del cáncer. A los pocos meses mi madre se volvió a casar con otro hombre, este señor aparento ser muy bueno el primer año. Nos cuidaba como si en verdad fuéramos sus hijos, tanto así, que convenció a mi madre de mandarme a un internado para tener una educación más avanzada, ella terminó por acceder y me mando a un internado no muy lejos de mi hogar en ese entonces. Odiaba ese lugar, por lo que hacía de todo para que me sacaran de ahí. Empecé a comportarme de lo peor, y me expulsaron a mitad de año, por lo cual termine por repetirlo, hice mil intentos, pero me seguían metiendo al internado de nuevo, así que al final me resigne y acepte a prácticamente vivir ahí.

 Solo volvía dos días el último fin de semana de cada mes, por lo que mi relación con mi hermana y mi madre, era casi nula. La verdad es que yo no estaba enterado de nada de lo que estaba pasando dentro de esa casa. Hace unos cinco años, mi madre nos abandonó, había tomado sus maletas y se había ido de la casa, dejándonos a Marissa y a mí, solos con ese hombre, que resultaba ser el causante de su huida. Meses después, Marissa termino por confesar que ella misma lo había visto golpeándola en repetidas ocasiones. Me dijo que la había amenazado para que no digiera nada, y no es que nosotros pudiéramos hacer mucho. Ella me juro mil veces que ese hombre jamás le había tocado ni un pelo, que no le había puesto una mano encima, ni nada, y era verdad, hasta hace poco.

 

Recientemente se volvió a casar con otra mujer, y llevo a Marissa a vivir con ellos, ya que mi madre antes de huir le dejo legalmente la custodia de ambos. Por lo poco que sé, la nueva esposa de mi padrastro tiene muchos hijos, y ellos trataban mal a Marissa, le limitan todo, la molestan, y la hacen hacer de todo. Yo logré huir de todo eso gracias a mi abuela, pero Marissa no corrió con la misma suerte. Este último mes, en el que yo estuve viviendo aquí, ella ha estado viviendo con ellos y empezaron a tratarla peor de lo que la trataban antes, la han maltratado física, y emocionalmente. Ella no está bien, y no aguantaba estar más ahí, así que se escapó, y vino a buscarnos, y no pienso abandonar a mi hermana otra vez. Así que de ahora en adelante, ambos viviremos con mi abuela y también estudiaremos en el mismo colegio, por lo cual, la verás bastante seguido, pero te juro que me aseguraré que no vuelva a tratar a nadie como te trato a ti. —desvió la mirada al piso, y soltó todo el aire que estaba conteniendo, como si hubiera estado cargando todo ese peso durante mucho tiempo.

 

Ahora no sabía que decir, esa historia era terrorífica, y él la tuvo que vivir con tan pocos años de edad, me sorprende y me paraliza en casi igual manera, no puedo siquiera imaginármelo.



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En el texto hay: bullying, primer amor, amor inocente

Editado: 04.11.2021

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