Llegamos a altas horas de la madrugada al departamento y una vez dentro voy directamente a la cocina por una botella de agua. En el camino me saco los zapatos y camino descalza hasta el salón para entregarle una botella a Tara que sonríe apenas me ve.
Su rostro parece confundido y entonces toma mi muñeca para hacerme ir a su lado sobre el sofá.
Su rostro se descompone por un instante, pero rápidamente se recupera.
Tara baja la mirada, y puedo ver en sus ojos la tristeza y la preocupación. Me acerco a ella e intentando buscar las palabras adecuadas.
Sus palabras suenan sinceras, pero la sensación de desconexión persiste. No puedo evitar preguntarme si todo esto es simplemente una consecuencia del mundo en el que vivimos o si hay algo más en juego.
Asiento con la cabeza, agradeciendo sus palabras, pero sé que la conversación no resuelve completamente la tensión entre nosotras.
A la noche siguiente volamos a Nashville y de ahí en adelante y casi un día de por medio estamos cambiando de ciudad. Me gustaría decir que las cosas cambiaron y aunque note el esfuerzo de su parte por estar a mi lado, la brecha en vez de cerrarse parece ampliarse con el paso de los días
Aterrizamos una última vez a causa de esta gira. Llegamos a Tulsa para dar el último show y los ánimos parecen estar a niveles extras al mío.
Ese más que cualquier otro día parece ser de mucho más movimiento para Tara. La veo par vueltas por todo el backstage con el móvil al oído y manteniendo la distancia conmigo. Parece estar encargándose de cualquier cosa, menos de estar a mi lado y cada que intento ir tras ella alguien interfiere.
Una gran fracción de mi tarde la utilizo para repetirle una vez más a Collen lo que ella misma ayudo a planear hace un par de semanas. Una vez creo que ya no hay más de que hablar, parece que todo comienzan a necesitarme. Entran en escena Sonja, Charlotte y Sophia con propuestas sorprendentes que jamás hubiera imaginado compartir con ellas. Mi camerino, de repente, se transforma en una suerte de sala de degustación que fácilmente podría compararse con el ambiente de un banquete matrimonial. Se supone que son muestras del exquisito menú de nuestro emprendimiento, transportadas expresamente desde Nueva York en el avión de la Haus esta misma mañana, destinadas a ser probadas por la junta directiva de nuestro negocio: nosotras.
Después de probar varios de los postres y de verdad asqueada por tantas cremas y azucares me pongo de pie exasperada.
Charlotte lanza una mirada salvaje sobre mí y de nuevo esa mirada me intimida y no de la manera que solía hacerlo.
La miro de mala manera y la sonrisa en su rostro crece y vuelve a insistir con los platos en su mano.
A regañadientes, me veo obligada a seguir con la degustación, aunque mi resistencia a esos excesos gastronómicos está al límite. Mientras saboreo los distintos platos, Sonja, Charlotte y Sophia continúan con sus comentarios y evaluaciones entusiastas. La atmósfera en el camerino se vuelve casi festiva, aunque mi ánimo no logra igualar el entusiasmo de las demás.
Entre bocado y bocado, intento localizar a Tara en la multitud, pero parece esquivarme deliberadamente. Cada vez que intento acercarme, alguna distracción inesperada surge en mi camino. Mis intentos de contacto parecen destinados al fracaso.
Finalmente, damos por concluida la sesión de degustación, y Sonja, la mente maestra detrás de la operación, presenta un resumen de las preferencias y elecciones de cada una. Los platos seleccionados se convertirán en las estrellas del menú de nuestro nuevo restaurante.
Con la prueba culinaria detrás de nosotras, me doy cuenta de que la tensión en el camerino no ha disminuido. Tara continúa evitándome, y su ausencia se vuelve más evidente a medida que nos preparamos para el último show de la gira.