La chica de los cabellos rojos

capitulo 4

La enfermera abrió las cortinas de la ventana y ayudo a Minerva a terminar de vestirse, aún le dolía su brazo izquierdo. Le alcanzó sus lentes y le pidió que esperara mientras tomaba su desayuno a que viniera el doctor a verla. Luego salió y dejo la puerta entreabierta. Minerva aspiró el aroma del café con leche, eso la reconfortaba. Untó algunas galletas de agua con jalea de fresa y disfruto de cada bocado. Estaba por terminar su café cuando miró hacia la puerta y se sorprendió al verlo recostado en el umbral de esta. Erick Argall.

No es necesario decir que sus nervios se pusieron de punta y su cara estaba al mismo tono que sus cabellos…rojos.

_Sigues viva…-dijo con un tono sarcástico acercándose con sus manos en los bolsillos de su jean. Se acercó demasiado hasta colocarse delante de la mesa de desayuno de Minerva. _Sabes aún me pregunto ¿qué paso?, porque ese auto iba directo a nosotros, directo a tu lado y tu colocaste tu manito pequeñita sobre la ventanilla y ¡Bum! Todo se paralizó.

Minerva bajo su cabeza y sus manos comenzaron a transpirar, en la provocaba y no entendía por qué.

_No sé qué haces aquí, pero el doctor ya vendrá a verme y me iré…

Erick sonrió, no fue una sonrisa simple, fue una sonrisa morbosa.

_Mi padre está en una cirugía niña, no vendrá hasta dentro de un rato muy largo…

Minerva intento levantarse, Erick la tomo de la mano y ella sintió una energía que no pudo entender.

_ ¿Qué haces?- Se molestó Minerva tratando de zafar de aquel momento. Erick mantuvo la mano pequeña de Minerva atrapada en la de él.- ¡Suéltame!, eres un bruto me duele mi brazo.

_Lo lamento pequeña, disculpa no quise molestarte…-soltó suavemente la mano de Minerva deteniéndose en sus dedos antes de soltarla por completo-Son muy pequeños y delicados…_Minerva colocó sus manos en su regazo sintiendo aún aquella energía que le recorría el cuerpo. _Oye solo pasé a ver cómo estabas y a devolverte tu carpeta de apuntes, que por cierto me ayudo bastante…gracias…

Minerva tomó tímidamente la carpeta y bajo su mirada nuevamente.

_Gracias…-dijo ella.

Él le sonrió ya sin ese morbo que a ella le molestaba.

_Oye de verdad no quise molestarte solo que me sorprendió lo del accidente…

_Yo no hice nada-contesto Minerva sin mirarlo-coloque mi mano como un reflejo, como cualquiera lo haría ante el peligro.

_Pero no puedes negar que fue asombroso, todo quedó suspendido…

_Yo no recuerdo casi nada…

Erick se acercó a ella entorno sus cejas y esa mirada azul prácticamente la hechizó.

_En verdad eres muy rara…tan rara que me gustas mucho…

Minerva sintió como si un rayo la hubiese atravesado, se levanto y busco su mochila.

_Eres muy atrevido ¿sabes?

_ ¿Por qué lo soy?, por decir que me gustas…bien entonces soy atrevido, me gustas…hey que no te estoy proponiendo matrimonio, solo digo que me gustas, ¿cuál es el problema? Eres un nena linda…

Minerva refunfuño y azotó su mochila contra el piso.

_Basta deja de burlarte de mí seguramente debes estar grabando esto con tu móvil para luego reírte con todos, basta deja de decirme esas cosas.

Erick la contemplo seriamente.

_En verdad te han hecho mucho daño…no confías en nadie.

Ella le dio la espalda, él tenía razón, cuanto había sufrido, cuantas burlas había soportado… ¿creer en algo que un chico lindo le decía?...No. Aún recordaba el baile de la primavera pasada cuando Agusto la había invitado a ir con él, ella estaba maravillada, el chico popular y bello de la escuela la había invitado a ella, solo para llevarla a un lugar apartado intentar besarla y que todos estuvieran con sus móviles filmando su intimidad, el recuerdo de las risas y burlas resonaba aún en su cabeza, el pizarrón con la frase “la colorada está que arde”, parecía no quitarse jamás de la pizarra y la sonrisita triunfadora de Dalma quien había organizado hasta el último detalle.

Giró lentamente para encontrarse con la mirada de Erick y esta vez lo vio, lo observó, lo miró sin vergüenza.

_Sí y jamás volverán a dañarme…nunca más.

Salió corriendo de allí, corriendo para escapar, esconderse, liberarse, desaparecer, correr para secar las lágrimas que surcaban sus mejillas pecosas, lágrimas que lavaban más de un dolor.

La enfermera entró en la habitación y se sorprendió a ver a Erick.

_ ¿Qué haces aquí? ¿Y la muchacha?

Erick no le respondió, se encogió de hombros y salió aquello no iba a ser nada fácil.




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Editado: 26.08.2018

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