_Yo…-balbuceo Doña Tita.
Minerva levanto sus piernas abrazándola y colocando su mentón sobre ellas.
_Te escuchó abuela…aunque estoy segura que no me gustará lo que debas decirme.
_Minerva, es mejor que no sepas nada, que sigas viviendo como si nada escuchaste, si es necesario nos iremos de aquí quiero que tengas una vida normal como cualquier chica de tu edad.
_ ¡Normal! ¿Normal? Abuela…yo jamás tuve una vida normal como cualquiera…siempre estuve escondida, vos me enseñaste a esconderme a no mostrarme a tener miedo de todo y a todos.
_Hija yo…yo nunca te prohibí nada, a contrario siempre te anime.
_Y cuando quería animarme siempre había una excusa para no hacerlo, siempre encontrabas un pero a todo…_Minerva escondió su rostro entre las piernas que ya comenzaban a temblar, nunca se había animado a decir todo aquello y era como si de repente un huracán invadiera sus sentimientos.
La abuela Tita no sabía que decir o hacer, la verdad era tan cruel que podría destruir aquella muchacha.
_Por favor Minerva hagamos de cuenta que nada de esto pasó, vámonos por favor…-suplicó Doña Tita, ya sin contener las lágrimas-no quiero que sufras.
_ ¿Y crees que no sufro?, ¿crees que no siento?, ¿crees que es esto lo que quiero?...No, no nos iremos por primera vez en mi vida voy a enfrentarme a lo que sea a lo que carajo sea todo esto…y no te lo preguntaré a ti simplemente lo averiguaré por mí misma….
Corrió escaleras arriba sin secar las lágrimas con una determinación que jamás pensó tendría una determinación que nacía más del dolor que la decisión.
Chichita apareció entre la penumbra, el cigarrillo en su boquilla de nácar temblaba en su mano.
_Y… ¿qué haremos? ¿Dejaremos que se destruya así simplemente? Sabes lo que significa que ella sepa la verdad.
_ ¿Qué quieres que haga?-grito Doña Tita desesperada y se encerró entre sus manos llorando desconsoladamente-Todo es culpa mía, culpa de mi maldito corazón de aquel hombre maldito.
Chichita se abrazó a ella y lloraron juntas, lloraron por el tiempo que no regresa, por los amores que hacen daño y por una verdad que solo podría traer destrucción.