Era un día normal.
Me levanté como siempre con esas ganas de durar 5 minutos más en cama, me desperece y me levanté cuando me di cuenta que el sentido de responsabilidad no me deja tranquila así que me arreglé y salí de casa no sin antes ponerme los lentes de sol.
El día pintaba como cualquier otro. El sol brillaba, el viento era tenue y frío y el parada del autobús seguía en el mismo lugar de siempre.
Unos minutos después tomé el autobús y me senté donde siempre, el recorrido igual de aburrido: las mismas calles, los carros tocando el claxon, los atascos en las mismas avenidas, mis compañeros unos riendo, otros charlaban y los más desordenados gritaban por las ventanas del autobús a los vehículos.
Todo era normal.
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Editado: 14.08.2021