La chica de los mil y un demonios

La mudanza.

Dos años más tarde mamá, Celeste y yo nos mudamos a la casa de la tia Sherly. Aunque esta vez había un pequeño detalle, diminuto, tiene ojos del tamaño de una ciruela, nariz de gomita, es pelonsita, mide alrededor de 50 cm y no me deja dormir por las noches. ¡Acertaron! Tenía otra hermana; nombre: Skylar Márquez Cortez. 

Y ese fue el diminuto detalle por el que nos mudamos a casa de tia Sherly. Mi abuela no tolero el que mamá tuviera tres hijas y tia Sherly nos brindó su hogar, no estaba muy lejos de la casa de la abuela.

2003. Mamá comenzó a empacar nuestras cosas en cajas de cartón, algunos de nuestros familiares se veían tristes, preocupados, y otros más al fondo parecían iluminar una sonrisa en sus rostros. Eran las siete y treinta de la noche cuando el auto de papá se paró frente a la casa de tia Sherly, supuse que vendría a cenar, siempre venía a esa hora; comenzaron a suceder cosas extrañas, tia Sherly se soltó en llanto y nos dio un gran abrazo, alcance a escuchar un grito de ella parecía decir -Se cuidan mucho- . De repente me subieron al auto de papá, no tuve tiempo de decir nada.

Lloré todo el camino, nadie me explico que sucedía, mamá traía a Skylar en brazos, Celeste escuchaba música, papá decía que me callará, mamá me miraba con una mirada amenazante. Todos parecían relajados, y yo parecía loca, de no ser por mi parecido con papá la gente pensarían que se trataba de un secuestro o algo así.

-Llegamos- anunció papá. Era una casa enorme pintada color blanco, la puerta era color verde esmeralda; la casa era de tres pisos, en pocas palabras una casa preciosa ubicada sobre la avenida principal.

Mamá nos ordenó subir, subimos por las escaleras, me encontré con una especie de departamento, me dirigí a la habitación; habían dos camas una al lado de la otra, del lado derecho había un armario en el que estaba acomodada toda nuestra ropa. Fuí hacia el comedor, cuatro sillas, una mesa redonda. La habitación de papá tenía un armario más pequeño, las persianas hacían lucir de manera maravillosa las ventanas por la noche, observe un momento las estrellas...

Entonces comprendí que ese era mi nuevo hogar, aunque no miento; me costó asimilarlo.



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En el texto hay: trastornos mentales, adolescencia, secretos

Editado: 14.11.2020

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