Ese día que no vigile tu puerta.
Me contó tu nuevo guardia que te vio sonreír. Dijo que eras hermosa.
Sonreí como pude. Mis labios estaban mayugados y mis costillas destrozadas.
Si por cada hueso roto tu sonreías pues valía la pena que así lo hicieran.
Hubiese querido verte sonreír pero el infierno no tiene puertas de salida.