La chica de los rizos

Capítulo 1: Encuentro

Un sol resplandeciente y el sonido del cantar de los pájaros, anunciaba la llegada de un nuevo día. El olor a café recién hecho inundaba aquella pequeña cocina bien limpia y ordenada. Unos huevos revueltos con tocinos, unas tostadas y un jugo de naranja con zanahoria era el desayuno que había sobre la mesa del comedor.

—¡Susana ven a desayunar! —grito la mamá desde la cocina. Susana, a pesar de dejar una alarma, siempre se levantaba tarde. Era una joven que aún vivía con sus padres, era hija única. Cursaba el último año de la carrera de Derecho con mención en derecho ambiental en la mejor universidad del estado, por medio de una beca completa que se había ganado por sus buenas calificaciones.

Susana, bajo a la cocina un poco apresurada, llevaba un pantalón de mezclilla, una camisa rosa pálido, unas sandalias del mismo color y su cabello rizado color chocolate recogido en una coleta. Llego a la cocina y de un solo golpe se tomó el jugo de zanahoria.

—¡Me voy mamá! Kate ya está afuera esperándome —anuncio Susana tomando su bolso.

Teresa, la mamá de Susana, era una mujer de buen corazón, inteligente. Tenía un pequeño puesto de comida, por el cual había luchado hasta lograr tenerlo.

—Está bien… ¡Suerte en la universidad! —dijo abrazándola y dándole un beso en la frente.

Susana salió de la casa trotando, cuando llego al auto de su amiga abrió la puerta e ingreso.

—Hola, Susana, ¿Lista para esta nueva aventura? —pregunto su amiga encendiendo el auto.

—¡Yo nací lista! —exclamo sonriendo. Kate sonrió divertida. Susana y Kate eran amigas desde que se conocieron en la secundaria, Susana era una joven carismática de buen corazón, que siempre luchaba por cumplir sus sueños; a diferencia de su amiga Kate era hija de padres millonarios, siempre le facilitaban todos los lujos que ella deseaba, era presumida y ostentosa, pero a pesar de todo ambas habían logrado complementarse bien gracias a la comunicación y aceptación de la forma de ser de ambas.

—Me alegro de que al menos una de las dos estudie lo que tanto le apasiona —expreso sonriendo.

—Tú también puedes estudiar lo que quieres, ya sabes lo que tienes que hacer —dijo moviendo las manos de un lado hacia otro.

—Yo nací para ser atendida, no para atender —refunfuño arqueando una ceja.

Susana río a carcajada y Kate se encogió de hombros.

Los padres de Kate le dieron a elegir, Diseño de modas, la carrera que tanto amaba, pero que ella misma tenía que costearla o la carrera impuesta por ellos más sus lujos a los que ella estaba acostumbrada.

—Mejor hablemos de Henry —comento suspirando. Susana rodó los ojos.

—¡Olvídate de Henry! Lo de ustedes no puede ser.

Kate entre cerro los ojos.

—No me digas eso… sabes cuanto lo amo.

Susana tomó varias bocanadas de aire.

—Lo sé, pero tus padres nunca aprobarían su relación.

Kate volteó a ver a su amiga con lágrimas acumuladas en sus ojos.

—¡Crees que no lo sé!... Lo que daría por unos de sus besos —dijo rozando con la yema de sus dedos sus labios.

—Sabes que él también lo desea, quiere todo contigo, no solo una noche sino toda una vida.

Kate sonrió al escuchar aquellas maravillosas palabras.

—¿Crees que me invite al baile? —pregunto cambiando de tema.

Cada año en la universidad, al inicio del curso académico realizaban un baile para dar la bienvenida a los nuevos estudiantes y también para condecorar a los mejores estudiantes del año anterior.

—No lo sé —dijo encogiéndose de hombros.

Kate rodó los ojos.

Henry era un joven muy generoso, amigo de Susana, trabaja por las mañana en el pequeño restaurante de doña Teresa como repartidor, ya que también ofrecían delibery. Por las tardes estudiaba Economía empresarial en la misma universidad donde estudiaba su amiga. Vivía con su abuela, pues sus padres fallecieron en un accidente cuando tenía cinco años. Henry estaba enamorado de Kate desde el primer día en que la vio, pero sabía que la diferencia de clases sociales era como un enorme iceberg que los separaba y a pesar de todo estaba luchando por ser merecedor de su amor.

Ambas amigas llegaron a la universidad, se bajaron del auto y se adentraron al edificio, se dirigieron a la oficina del rector a solicitar el horario de clases para el último semestre de la carrera. Cuando llegaron se acercaron a la secretaria del rector quien era la que estaba entregando los horarios, luego de haberlos obtenido cada una se fue a su respectiva aula, pues estudiaban diferentes carreras.

Luego de dos horas de clases recibidas, Susana se dirigió a la cafetería, mientras revisaba su horario de clases choco con algo duro que le hizo botar sus libros, al instante abrió los ojos que por inercia había cerrado al momento del golpe, lo primero que vio fue una camisa blanca de botones, cuando movió la cabeza hacia atrás para ver el rostro de la persona con quién había tenido el encontronazo, entre abrió la boca al ver al morenazo de ojos verdes y rasgos bien definidos.

Al sentir la mirada sobre ella de aquel monumento de hombre, se inclinó de inmediato a recoger sus libros, al mismo tiempo que aquel desconocido. Ella elevó despacio la mirada hacia el moreno y al instante sus miradas se conectaron, puesto que el chico también la observaba desdeñar unos minutos atrás.

—¡Gracias! —dijo sonriendo cuando el chico le entrego uno de sus libros.

Para Cristian era la mejor sonrisa que había visto, los ojos color miel de la chica de cabello rizado no pasaron desapercibidos. Mientras ella estaba apenada, él estaba nervioso cosa rara en el que era todo un conquistador.

Susana se levantó luego de tomar todos sus libros, después de echarle una última miradita al chico de ojos verdes y sonrisa perfecta se marchó apresurada y apenada.

Cristian se levantó y siguió su camino hacia la cafetería donde sus amigos lo esperaban. La imagen de la chica, ojos color miel y cabello rizado quedaron grabadas en su mente.




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