La Chica de los Tatuajes

Capítulo 7

SUMMER

Sigo frotando con ira mis brazos, la piel se está volviendo roja mas no me importa. Estoy nerviosa, mi cuerpo no deja de dar leves espasmos.

No puedo evitar sentir miedo, miles de ideas pasan por mi cabeza, el nerviosismo es inevitable. ¿Y si les dice a todos que estoy aquí?, o mejor dicho ¿y si les dice a todos que hice?

No estoy lista para termina de asumir las consecuencias por lo que hice, tampoco para hacerle frente al idiota de Gregory, ¿Y si termino matándolo?, siempre lo odie, nos llevábamos mal en la preparatoria, apenas y pidamos dirigirnos la palabra sin insultarnos. Pase todo el tiempo cuando era adolescente siendo acosada por él, el hijo perfecto.

El agua de la ducha impacta con mi rostro, llevo cerca de media hora aquí desde que salí corriendo de ese lugar, los espasmos que da mi cuerpo me preocupan, la ansiedad se desata en mi interior.

Aprieto mi corazón con ambas manos, intentando deshacerme así de la presión que siento. No siento ganas de llorar, aprendí a dejar de hacerlo hace ya algún tiempo cuando era pequeña.

Los ladridos de Muerte, como he decido llamarle porque "firulais" me parece ya muy usado, hacen que se me acelere el corazón, más que por miedo es por los nervios y el mal humor que comienza a apropiarse de mi mente.

Salgo de la pequeña ducha envolviendo una toalla en mi enrojecido cuerpo cubierto de tinta, observo en el espejo la mariposa roja que descansa debajo de mi seno izquierdo que contrasta con los pedazos de piel que logran verse.

Abro la puerta y comienzo a recoger mi largo cabello húmedo en un moño despeinado que lucha por deshacerse. Muerte está frente a la puerta, sentado moviendo su pequeña cola y ladrando.

Me acerco con cautela sujetando con fuerza la toalla, veo una sombra moverse del otro lado y un par de murmullos.

—Astor, es la policía abre la puerta —ordenan del otro lado.

Frunza el ceño, ¿y ahora qué diablos quieren?, aparto de una patada al perro y abro la puerta.

Al otro lado, una mujer de pequeños ojos marrones evalúa mi rostro, lleva el cabello atado en un apretado moño bajo y el uniforme verde que usan allí los policías. Su rostro esta serio, me hago a un lado para permitirle el paso.

—¿En qué puedo ayudarla? —Pregunto.

Se toma su tiempo para observar todo, las cortinas y sabanas escarlata, los cubiertos rojos y el pequeño placar carmesí. Me mira con una ceja alzada, al parecer noto mi obsesión por ese color.

Voltea a enfrentarme, paso mi peso de un pie a otro calmando mi respiración y deseando que ya se marche porque deseo vestirme.

—Lo que te voy a dar ahora, es una orden de restricción —me dice, sacando de adentro de su chaqueta un sobre marrón que me extiende —, no puedes acercarte a tu madre, padre, hermano o sobrina a más de doscientos metros, ni uno menos.

Tomo con brusquedad el estúpido sobre y lo abro, leyendo exactamente lo que ella me dice. No puedo evitar volver a sentir esa presión en el pecho, ¿de verdad mis padres habían hecho esto?

—¿Es acaso una broma?

—¿Lo parece?

Suspiro frustrada, no puedo creer que realmente ellos hayan hecho algo así. ¡Jamás los mataría! Al menos no intencionalmente... pero no lo haría.

La impotencia cava hondo en mi interior, estoy desmoronándome desde el momento en el que llegué a esta isla e hice amigos. Esta no soy yo, esta no es la asesina fría que solía ser hace un par de años, esta parece ser una estúpida adolescente a la que sus padres no quieren y quien huye del chico que una vez, amó.

Me siento extraña, con un nudo en la garganta y un molesto cosquilleo en la nariz, ¿acaso voy a llorar? No recuerdo la última vez que lo hice, pero no voy a hacerlo ahora.

—Vete —murmuro en dirección de la policía. No se inmuta, sigue observándome.

Y ahí está el sentimiento, esas ansias de matar que aparecen cada vez que me enojo, muchas ideas cruzan por mi mente mas no hago nada más que quedarme quieta, mientras mi cuerpo entero se sacude a causa de los espasmos. Estoy luchando por contenerme, y a ser sincera, la última vez perdí esa batalla.

—¿Qué te sucede? —pregunta la idiota cuando los temblores comienzan a dar el inicio a las convulsiones.

—¡Largase ahora, maldita sea! —aunque intento que suene como un grito, solo sale un susurro.

No parece convencida, más una sola mirada basta para que murmure un "estaré vigilando tu puerta", y salga.

Cuando esta ya afuera y Muerte acostado en una esquina, es cuando dejo que el miedo se apodere de mí. Caigo al suelo en un sonido hueco, las lágrimas salen a borbotones de mi rostro.

Estoy llorando, por primera vez en cinco años estoy llorando. Y hacerlo es liberador, habia olvidado lo que sentía dejar de ser una piedra y comenzar a ser humana.

♦♦♦

El dolor de cabeza que siento apenas abro los ojos es horriblemente irritante, ahora recuerdo porque no me gustaba llorar.

Me levanto del suelo, en donde dormí, mi espalda protesta mientras que todos mis huesos crujen. Muerte menea su cola a cada paso que doy, si espera que lo acaricie eso no sucederá.

Me adentro al baño y me espanto cuando veo mi reflejo, mis ojos azules casi no se ven por lo hinchados y rojos que están; tengo el pelo enmarañado y un rastro de baba seca en la comisura de los labios. Asqueada, desenvuelvo la toalla de mi cuerpo dado que nunca me vestí y vuelvo a ducharme.




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