La chica de otra realidad I

Capítulo IV. Henry, mi amor

Tras el evento traumático de la mañana acudieron al hospital. Larissa fue examinada de pies a cabeza, le hicieron un TAC y muchos estudios más. Pasaron el resto del día ahí.

Sin embargo, los resultados no arrojaron ninguna causa que provocará la amnesia. Sin embargo, aún faltaban algunos resultados que tardarían días. El doctor había recomendado iniciar una consulta en psiquiatría, pero Larissa indignada rechazó la idea, aunque Marc le explicó que quizás el trauma era la causa de su amnesia, nada hizo cambiar la negativa de la chica, quien repetía enfurecida que no estaba loca, aunque en el fondo ella misma estaba dudándolo.

 

Cuando volvieron a casa, Larissa apenas tuvo fuerza para sentarse en el sofá. Marc se sentó frente a ella. La miraba con cautela, sentía que le ocultaba algo y no estaba equivocado, Larissa tenía la mente atormentada por un recuerdo que le quemaba hasta las entrañas, un segundo después habló dejando petrificado a Marc

—En la mañana hablabas con Margaret, quiero decir, Margaret Hillings, ¿Cierto?

—Hablaba con tu hermana, Margaret Hillings —dijo Marc desconcertado

Larissa se rascó la cabeza en un raro movimiento de desespero que provocó la inquietud de Marc

—No lo entiendes, hablas de Margaret, la difunta… —se detuvo enseguida, y sus enormes pupilas dilatadas tenían un aspecto terrorífico que hicieron que Marc se levantara y se alejara

—¿Difunta?, ¡Dios!, Larissa ¿Qué estás diciendo?, no comprendo…

—¡Margaret murió cuando tenía ocho años! —exclamó poniéndose de pie y abandonando la falsa actitud de calma—. Lo único que recuerdo de mi hermana es que murió atropellada por un auto cuando volvía del colegio. ¡Ahora resulta que está viva!, ¡¿Ahora dices que habla contigo?!, ¡Esto es una mierda, una maldita mierda!, ¡Intentan enloquecerme, ella murió!

Marc la tomó de los hombros con fuerza gritando que se calmará, pero la chica lloraba y gritaba

—¡La enterramos!, ¡Está muerta, la dejamos en Islay y emigramos a América!, ¿ahora está viva?, ¿Acaso crees que estoy jodida?, ella no es mi hermana, ¡No lo es!   —dijo soltándose del agarre de Marc, cuyo semblante era desesperado, pasó su mano por su cabello castaño y lanzó un gran suspiro

—Escucha, Lara, estás bajo mucho estrés por lo ocurrido, saldré un momento, necesito tomar aire y volveré para hablar, ¿De acuerdo? —dijo Marc con paciencia

—Vas a hablar con tus cómplices, les dirás que me salí de control.

Marc la observó incrédulo, y negó. Decepcionado salió por la puerta perdiéndose de la vista de la chica.

 

Larissa caminaba de un lado a otro, buscó en toda la casa, pero no encontró cigarrillos, el aturdimiento mental la tenía cansada, temblorosa y angustiada entró en la habitación de sus padres. Lágrimas mojaban su rostro al recordarlos ahí, vació de prisa los cajones de su madre, encontrándose con el álbum fotográfico que con apuro hojeó. ¡Ahí estaba!, Larissa negaba entre sollozos; pero en cada foto de su niñez aparecía Margaret. Avanzando en el tiempo como ella en cada fotografía.

Atormentada lanzó el álbum al suelo y se arrinconó. Cerró sus ojos por un momento. Recordó el llanto adolorido de su madre cuando Margaret murió, sentimientos de soledad y desesperanza estrujaron su alma y la obligaron a abrir los ojos, cuando lo hizo vislumbró aquel humo ennegrecido frente a ella, parecía una neblina oscura, una tintura negra flotante que de a poco iba uniéndose hasta crear una forma grotesca, que de pronto se lanzó contra ella haciendo un quejido aterrador.

Larissa despertó, se había quedado dormida en aquel rincón, Abrió la ventana impidiendo la oscuridad y verificando que aquella cosa de su sueño hubiera desaparecido. Respiró aliviada y salió de ahí.

 

Larissa llegó a una conclusión, si no creía en lo que Marcus Lanzuri le decía, debía buscar a alguien confiable que le dijera la verdad. Solamente así podría creer que fuera verdad lo que le decían. Porque aún sentía seguridad sobre sus recuerdos, aquellos que no coincidían con su realidad. Tomó el teléfono y llamó a Henry, se sorprendió de lo rápido que contestó, pero su voz sonaba temblorosa

—¿Larissa? —dijo incrédulo—. Lamento mucho…

—Henry, necesito verte. —dijo la chica, pero cuando lo escuchó dudar replicó—: Es urgente, eres el único en quien confío, te pido que me veas en el parque Donovan, hazlo por los buenos tiempos.

Aunque Henry estaba dudoso terminó aceptando, incluso aunque era de noche.

 

Larissa salió de casa y caminó con rapidez hasta el parque Donovan que estaba cerca de su casa. Le faltaba una cuadra para llegar, cuando apareció Marc bloqueando su camino. Larissa se asustó y retrocedió unos pasos

—¿A dónde vas? —preguntó intrigado, la seguía desde que salió de casa

—¡Qué te importa! —espetó con dureza y él frunció el ceño molesto

—¡Soy tu novio, no un extraño, Larissa!

—Tal vez seas mi novio, pero no mi dueño, yo puedo ir a donde quiera.

Marc parecía furioso, sus ojos castaños brillaban consternados ante la tosca forma de hablar de Lara, tragó saliva e intentó recomponerse




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