La chica de otra realidad I

Capítulo IX. Evan entre luces cegadoras

Evan esperaba en el aeropuerto, estaba impaciente, faltaba poco para que partiera su vuelo a Arkansas. Había convencido a Larissa de acompañarlo, pero ahora ella no llegaba, así que estaba por tomar su vuelo e irse solo. Él tenía muchos amigos, quizás por su actitud tan desenfadada, pero creía que por primera vez conocía a alguien con quien entenderse bien.

Dio la media vuelta y caminó hacía el andén, entonces escuchó que gritaron su nombre, cuando se giró observó a la chica. Esbozó una sonrisa amable y se detuvo esperando que lo alcanzara.

—Pensé que te habías arrepentido de venir.

—No. Pero había tráfico —dijo la chica, luego escucharon el anuncio de su vuelo y caminaron para abordar su avión.

 

Al cabo de casi dos horas llegaron a Arkansas. En el aeropuerto nacional de Little Rock decidieron rentar un auto por el fin de semana. Emprendieron el viaje, pero en el camino se hizo de noche, decidieron hospedarse en el hotel más cercano al bosque de Ouachita. Solo encontraron un motel bastante barato, pero estaban agotados que no quisieron seguir buscando. Se alojaron, pero apenas tenían una habitación disponible. Los jóvenes decidieron hospedarse en una habitación doble, de todas maneras, aquel lugar era lúgubre, las habitaciones estaban alejadas entre sí y la piscina tenía el agua tan sucia que Larissa sintió asco.

La habitación no tenía mejor aspecto, había dos camas individuales. Un baño pequeño y una televisión vieja.

—Bueno, este lugar es espantoso, pero por lo menos podremos dormir —dijo Evan

Larissa asintió y fue al baño, se cambió por unos pants y playera, luego fue directo a la cama. Evan ya estaba acostado, mientras veía la televisión.

Pronto ambos se quedaron dormidos.

 

Larissa despertó y observó el reloj, eran las tres de la madrugada con cuarenta minutos. Escuchó un golpe seco que se repetía insistente. Cuando se hizo bien consciente del ruido se levantó y miró alrededor, al ver la cama de Evan vacía se apuró buscándolo, abrió la puerta del baño sin verlo y volvió, había una ventana que estaba cubierta por unas cortinas blancas que dejaban que se colara la luz de la luna. Justo de ahí provenía el sonido, Larissa sintió miedo, meditó si aquello fuera un sueño, pero se armó de valor para acercarse, hizo a un lado la cortina y distinguió una silueta que se estampaba una y otra vez contra la ventana. Larissa frunció el ceño, confundida y trajo su teléfono para aluzar con la lámpara, cuando iluminó el cristal gritó con terror al ver a Evan de pie frente a la ventana golpeando con su frente el cristal. Larissa cubrió su boca. Y tapó la ventana. Dio unos pasos atrás temblorosa, desesperada y con el teléfono en mano salió de la habitación, dio la vuelta hasta la ventana exterior, y observó la silueta de Evan

—¡Evan!, Evan… ¿Qué te pasa? —exclamó atormentada, mientras escuchaba un susurró como si un vientecillo soplará ahí. Larissa iluminó a Evan con el teléfono, entonces vio una escena impactante: Evan tenía los ojos de un color plateado intenso, parecía inconsciente y tenía un gesto de dolor. Su brazo izquierdo estaba siendo halado por un humo negro que parecía introducirse en él, Larissa chilló e hiperventilaba, solo pudo iluminar a Evan y la ventana. De pronto aquel humo se dispersó y los ojos de Evan volvieron a la normalidad

—¿Qué…?, ¿Qué hago aquí? —preguntó Evan tocándose la frente enrojecida de tanto golpe, miraba a Larissa, cuyo semblante estaba aterrorizado, cubierto de lágrimas.

Cuando unas luces cegadoras iluminaron el cielo, los chicos se agacharon, cubriéndose y corrieron hasta la habitación

—¡¿Qué demonios fue eso?! —exclamó Larissa

—¡No miento!, ¡Te dije que están acechándome! —dijo Evan con el corazón acelerado, luego miró su brazo izquierdo, la herida estaba sangrante y engrandecida, le ardía demasiado, pero soportaba

—¿Te duele? —pregunto Larissa, el joven asintió.

Larissa no pudo dormir más, pero estuvo velando el sueño de Evan, quien durante la inconsciencia estuvo quejándose y rechinando sus dientes de tal manera que la chica no volvió a sentir paz.




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