La chica de otra realidad I

Capítulo XIII. Reflejo de una mente sin sentido

Evan conducía de prisa, giró el auto para ir de frente, mientras miraba por el espejo retrovisor, aquel hombre corría con una velocidad impresionante hacia el auto.

Apenas podía distinguir los gritos de Larissa que le pedía que fuera más rápido, cuando sintieron un fuerte estruendo sobre el techo del carro. Aquel hombre saltó ahí y lo golpeaba con fuerza, abollándolo. Evan tenía los nervios de punta y Larissa lloraba.

Entonces Evan optó por frenar en seco, lo que provocó que el hombre cayera sobre el pavimento golpeándose con fuerza.

Evan se congeló por un instante, pero Larissa lo obligó a reaccionar y manejó de prisa esquivando el cuerpo. Pero su infortunio fue tal, que al mirar de nuevo por la ventanilla distinguieron al hombre levantándose, sangrando y corriendo hacia ellos, ¡Cómo si nada hubiese pasado!

 

Pudieron alejarse del hombre y perderlo de vista. Entonces Evan notó que el auto estaba fallando, el tanque de gasolina tenía un escape, tuvo que desviarse del camino y meterse entre el pasto, deteniendo el auto.

—¿¡Qué pasa?! —exclamó Larissa preocupada

—Está fallando el auto —dijo Evan y bajó para abrir la cajuela, tomó de ahí una cruceta.

Larissa descendió del auto y observó a Evan

—¡¿Qué haremos?!

—Si tienes señal en tu teléfono, llama a la policía —afirmó Evan angustiado, pensando en una forma de escapar.

Larissa tomó su teléfono y llamó, habló con la operadora por casi dos minutos, apenas y pudo decirle donde estaba, ya que no conocía aquel lugar, pero la telefonista le indicó que mandaría a la policía de inmediato y que no debían moverse de ahí, que permanecieran dentro del auto.

Cuando finalizó la llamada, se acercó a Evan, pero distinguió la figura masculina que corría hacía ellos

—¡Corre! —exclamó Evan sosteniendo la cruceta automotriz.

 

Los dos chicos comenzaron a correr por aquel camino lleno de pasto, árboles y vegetación.

Cuando aquel hombre los alcanzó se abalanzó atrapando a Larissa y comenzó a ahorcarla con fuerza. Pero Evan golpeó la cabeza del sujeto con la cruceta, logró que soltara a Larissa, ella se enderezó tosiendo y recuperando el aliento.

El hombre fue contra Evan, pegándole en el rostro múltiples veces, Larissa tomó una roca y golpeó al sujeto, dando tiempo a que Evan reaccionara y atestara la cruceta contra la cabeza, el hombre cayó al suelo, sacudiéndose en convulsiones reiteradas y después se quedó muy quieto. Finalmente murió.

 

Evan y Larissa respiraron entre el pánico. Ella tomó su mano para que se alejaran de ahí, pero de la boca del cadáver emergió un humo ennegrecido que flotó sobre el aire.

Los chicos se aterrorizaron e intentaron huir, pero Evan cayó de rodillas, quejándose, como si aquella presencia le provocara parálisis y dolor.

Larissa tenía los ojos llorosos y clamaba por ayuda. Evan no reaccionaba.

Y aquel oíche se acercó a Evan, quien como un poseído levantó el suéter de su brazo izquierdo mostrando su herida. Aquella entidad comenzó a entrar a través de los tres hoyuelos, mientras su herida sangraba y Evan se retorcía de dolor.

—¡Corre!, ¡Lárgate! —exclamó Evan a Larissa, mientras ella veía como sus ojos se comenzaban a teñir de un color gris plateado.

Larissa titubeó, pero después comenzó a correr despavorida.

 

Evan no tuvo más valor para soportarlo, y su cuerpo fue dominado por el oíche. Parte de su conciencia estaba ahí, sufriendo silenciosa, al ver cómo era usado. Se puso de pie y con movimientos retorcidos fue tras Larissa.

 

Larissa corría veloz, esquivando árboles y rocas, escuchó pisadas a lo lejos, alguien la perseguía, sabía que era el cuerpo de Evan, pero ya no era él.

Toda la historia que habían contado Avuut y Makya ahora tenían sentido para ella, y sabía que le esperaba un infierno. Tenía miedo, su cuerpo temblaba y su corazón latía tan fuerte que sentía que se ahogaba.

Cuando se sintió cada vez más cerca de su persecutor, intentó correr rápido y terminó despeñándose hacia un barranco. Rodó varias veces, trató de detener su caída inminente, pero sin éxito, fue a golpearse la cabeza contra un tronco con tal fuerza que estaba adolorida y aturdida.

 

Era de noche, la oscuridad se rompía gracias a la luz de la luna y las estrellas que brillaban en el cielo.

Larissa abrió los ojos, estaba recostada sobre el pasto, sentía la sangre caliente escurrir sobre su frente por la herida en su cabeza. Miró al cielo, su mente estaba confusa, intentó enderezarse, pero no pudo. Se concentró en recuperar el equilibrio y fue entonces que un atisbo de memoria vino a ella.

El recuerdo faltante volvió a su mente que ahora era un rompecabezas completo, por fin sabía cómo había llegado hasta esa realidad.




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