La chica de porcelana

3- Ben y Luna

Ben se peinó su pelo hacia atrás. Se hechó gomina en su pelo castaño para que quedase perfectamente arreglado. Fijó sus ojos color miel en Luka y le miró burlonamente. Ben no se creía ni una palabra de lo que le había contado su amigo. Ahora que era la noche siguiente, era su turno.
-Ya verás cuando la veas. Tú sigue burlándote de mí.
- Sí, sí. La muñeca andante me va a matar. ¡Jajaja¡
Luka, desde la ventana de su habitación, se quedó viendo a Ben entrar a la casa. James también esta a ahí.
Ben tocó el timbre de la casa. Nadie abrió la puerta. No tuvo más remedio que entrar por una ventana, si es que había alguna abierta. La misma de ayer estaba abierta. Ben no vio a nadie si se adentró al pasillo. Luna le vio desde la oscuridad de las escaleras, ahí nadie la podía ver. Nada de luz que se colaba por las ventanas llegaba a esa parte de la casa.
- Tú no eres Luka.
Ben trató de buscar su voz. Palpó con sus dedos.
- No, yo soy Ben. Soy su amigo. Espera un momento.
Él rebuscó el teléfono en los bolsillos de los pantalones vaqueros. La luz de la pantalla iluminó únicamente su cara.
- No quiero luz.
- Está bien. Solo quería verte linda, pero si insistes...
Aún no lograba localizar a Luna con sus oídos. Se había movido más a la derecha, hacia arriba.
- ¿Te has alejado de mi?
-No me inspiras confianza.
- No me puedo creer que pienses que te haré daño.
-Pienso que eres un chico de esos que juega con las chicas.
Ben soltó una risilla. Sí que ella tenía razón. Ya había tenido varios rollos en el instituto y era uno de los chicos más populares de su clase y del centro educativo.
- Luka me dijo que eras una muñequita linda, pero veo que además eres lista -Ben se quedó apoyado en la pared. - Me gustaría hablar solo.
Luna bajó dos peldaños, acercándose a Ben. Vio otra silueta más pequeña con cuatro patas. Se restregó por los pies de Ben. Él sintió un pequeño susto, pero trató de mantener la calma. Un maullido aclaró las cosas. Se agachó y acarició al gato ciegamente.
- ¿Cómo se llama?
-Ceniza.
-Es muy misterioso.- dijo cogiendo el gato en brazos.
Luna se acercó despacio. Su andar sonaba a canicas cayendo en el suelo. Ben sintió un escalofrío. Realmente ella no era humana. Extendió una de sus manos y pudo tocar algo perfectamente liso. Ben quería verla, pero no iba a insistir.
Luna se acercó a la ventana de la cocina para que la luz de la luna misma la iluminase tenuemente. Ben la vio de cerca. Sus labios eran rojos y redondos, aunque pequeños, sus manos eran pequeñas y delicadas, su vestimenta era asiática. Llevaba un vestido violeta chino con estampado floral y que se ajustaba a su cuerpo : un qipao.
-No pareces asustado.
-No solo ... Impactado.
No iba a correr. Luna era una muñeca viva, tenía sentimientos como él. Podía pensar y hablar como él. Realmente era algo increíble.
- ¿Cómo es posible? Dime cómo es que eres real.
Luna tomó sus manos y le trajo a una habitación con un decorado pintoresco, totalmente victoriano. Estaba lleno de pétalos en frascos. Esos pétalos brillaban en la oscuridad.
- Él sabe hacer milagros.
-¿Quién?
-Martin
Ben se giró para inspeccionar la habitación. Habían patas de muñecas en la cama, cabezas casi calvas y ojos caídos , además de una pintura desgastada. Se giró a ver a Luna quien estaba quieta. Ben empezó a inquietarse. Luna le empujó a suelo y le arrastró clavándole sus dedos en los pies. Le metió debajo de la cama.
-¡¡Ssssh!!
El señor de la maleta que salía y entraba en la casa cada dos días a la misma hora, entró. Era el señor Martín. Nadie le veía la cara que ocultaba con la ayuda de su sombrero y traje. Ben se asomoy. Era un hombre atractivo y de buen aspecto cuidado.
Luna estaba quieta. Él la abrazó y besó su frente.
-Mi dulce niña. Te traigo un regalo.
Sacó un trozo de arcilla y un frasco del maletín. Un fuerte olor a muerto salió de la maleta. Ben vio dentro lo que parecía ser un ojo y un dedo putrefacto.
Martín moldeó la masa blanducha marrón, creando una forma de flor. Cogió los pétalos de los tarros y los cerró en su puño. El polvo cayó en la arcilla y la flor paso de ser una escultura a una preciosa orquídea.
- Espero que te guste.
- ¿Has hecho amigos?
- Sí, alguno. Hoy no te contaré la historia que me han contado, vengo cansado.
- Sí, padre.
Martín se fue. Luna sacó a Ben. Debía irse rápido.
-Vete.
-Puedo preguntarte solo una cosa antes de irme.
- No, vete o el te convertirá en su sirviente. ¡Vete!- Luna habló con dolor. Debía irse o acabaría como otros mucho...




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