Martín tomó aire porque debía de contar algo que se guardó. Luka seguía amenazando a Luna. Solo debía mantener la distancia y asegurarse de que Martín hiciese lo que él le pudiese. Tenía a Luna en sus manos, el mandaba. Martín hizo un hechizo y todo empezó a girar y girar al rededor de Luka.
Mayo de 1847
-¡Hermano, hermano!- llamaba Josh a su hermano mayor.
Bajó las escaleras con prisas. Los criados preparaban la gran cena que iba a haber y su madre revisaba todo. La señora Laura estaba asegurando que nada se desviaba del plan.
Su hijo chocó con uno de los cocineros y ella empezó a echarle el sermón.
-¡Ve con más cuidado,¿quieres?!
-Lo siento, madre
- Sé que estás emocionado, pero compórtate. Tú hermano está en el jardín. Ahora déjame.
Josh fue rápido al patio trasero. Había llovido toda la noche y olía a tierra mojada. Era un olor que Martín gustaba plenamente.
- Que vayas a cumplir 18 no es un gran evento
- ¡Seré un hombre!- se sentó al lado de su hermano. - En verdad , ahora que soy adulto, tengo miedo.
Martín levantó la mirada de su libro y la dirigió hacia Josh. Levantó una ceja.
-No cambia nada, hermano. Preocúpate más en el ahora que en el futuro. Por ejemplo la fiesta de esta noche.
Martín se levantó y se despidió de su hermano. Eran los dos familia y Martím quería a su hermano, pero no dejaba de ser su hermano pequeño. Tener uno significa estar las 24 horas acompañado de una criatura que invade tu espacio personal en cualquier momento.
Entró a la casa y vio una vez más el follón que había. Su madre le hizo una señal para que se acercara. Se sentó a su lado en el sofá verde.
- Martín, ve a la casa de los Müller.¿ Recuerdas su sirvienta amarilla esa? La asiática.
- Sí, madre.- recibió una faja de billetes.- ¿Qué quiere que haga?
-Ve a su casa y diles que ya está todo listo. Diles de mi parte que acepto su petición.
Martín se mantuvo confuso por las palabras de su madre. Le inquietaba que hablase de Tina de esa forma. Necesitaba llegar lo antes posible para saberlo. Si algo pasaba con su pareja, también pasaría algo con su pequeña Luna.
Tina tenía los ojos rasgados y negros. Su pelo era oscuro y lacio, pero suave. Tenía una piel bronceada de tanto trabajar en los establos de los Müller, quienes poseían verdaderos corceles de cada raza. Llegó a la ciudad de Londres siendo una niña, siendo víctima de los muchos comercios de niñas en el mercado negro. Los Müller las compraron como si se tratase de un animal salvaje o un objeto sin valor alguno. Martín, que conocía al pequeño Tomás Müller, conoció a la asiática. Desde aquel día han estado hablando en secreto.
La casa, con grandes ventanales y majestuosas fachadas adornadas con figuras de mármol, había recibido una mano de pintura azul. Martín rodeó el gran muro de hiedra hasta llegar a los establos, dónde había una puerta trasera.
- ¿Qué haces aquí?
- Últimamente me evitas demasiado, ¿no?- le dio un dulce beso a su pareja y ,luego , a su niña en la frente.- Mi madre me ha mandado a darles esto a los Müller y te juro que , por un momento, me ha parecido que mencionó un acuerdo o algo.
Tina desvió la mirada, callada. Se veía pálida y más delgada. Estaba enferma.
- Martín...- le dio a Luna en sus brazos. - Prométeme que nunca me olvidarás y que hablarás de mi a Luna cada día - miró a la niña de un año y unos meses.
- ¿De qué hablas cariño?
- Solo prométemelo.-
Tina trataba de no llorar, de aguantar su dolor. Martín asintió aún más preocupado. Acarició a su mujer.
- Ve y dales el dinero a los Müller. Luego llévate a la niña a tu casa y escóndela...
Martín sabía que no valía la pena insistir en la verdad. Conocía cuán reservada era Tina después de años y años de relación. Ella tenía sus propias formas de decir las cosas más personales y dolorosas. Martín se quedó petrificado después de lo que le dijo el señor Müller después de recibir el dinero.
- Me alegra que tú madre halla accedido a comprar a la china esa. De seguro será un buen regalo para tu hermano. Él la encuentra atractiva, me di cuenta de ello el otro día en nuestro paseo a caballo.- soltó una risilla.
Tina iba a ser mercancía y un objeto sin valor. Josh no solo la iba a recibir como un animal salvaje y peculiar, sino que tenía otras intenciones con ella.
- Obviamente no será su esposa, pero podría tenerla de amante
La sangre de Martín hirvió. Su mano se levantó inconscientemente y, en un acto de inercia, pegó un puñetazo al señor Müller. Cayó al suelo y su nariz sangraba, luego se abalanzó sobre él y le dio golpe tras golpe...