Los que escriben historias de amor, te hacen soñar, te hacen vivir, te permiten creer en los amores de verdad. Te llenan de ilusión, de luz, de amor en sí Muchos te muestran que el camino a la felicidad no es fácil, otros te permiten experimentar lo que sus personajes viven día con día para lograr su amor. Pero ninguno puede ser demasiado realista, porque cuando un gran amor se va, la vida cambia, tú cambias, en realidad, todo se convierte en un ciclo de cambios. Cuando el dolor ataca justo en el alma, en algún rincón donde cada vez que lo recuerdas, duele como si fuese la primera vez, revives, añoras y esperas su regreso.
En el fondo, sabes que no volverá, una voz en tu interior grita: ¡Vuelve a comenzar! Suplica porque sigas y sonrías. Pero tu corazón te detiene, él aún se encuentra destrozado. Pau...
Mantengo mi dedo en la tecla delete del teclado, para borrar todo lo escrito. Es un maldito libro de amor puro y sincero, las lamentaciones y el dolor como parte del protagonismo no van a nada dentro de la historia.
Cuatro días, trece horas, seis minutos y segundos que continúan contando, son los que llevo sufriendo, con el dolor de haberle perdido, por ser tonta. ¿Qué habría cambiado si hubiese tenido otra reacción? Era de noche, estaba confundida y cansada de tantas cosas, no creo haber tomado la mejor decisión de su vida. Extraño muchas cosas, la caballerosidad con que me cedía su americana si hacía frío, era solo una muestra más del gran chico que Paul Zimmerman es.
¿Estaba tonta? Tal vez, aunque cuando he querido remediarlo, fue demasiado tarde. Fui quién se puso el pié para tirarme a mi misma, una caída de la que por más intentos que hago, no consigo levantarme.
Hay cosas que en la vida no puedes cambiar, simplemente sucedieron y ya. Pero se pueden remediar de una u otra forma, tendría que ser creativa e imaginar el cómo. Por ahora no he podido, no logro concentrarme en nada, la comida llega a mi estómago por obligación y me arrastro por la vida con la esperanza de que esto acabe.
¿Cuándo sucederá? El tiempo, yo misma, un viento propicio, o una decisión correcta en el momento adecuado. ¿Quién tendrá la respuesta correcta? Incógnitas y más incógnitas, que no consiguen ser resueltas, que no encuentran solución. Un alma que aún no consigue la paz, un corazón que no sana.
Vamos, Phoebe Grey. Hay que caer para luego levantar, ¿No es así? Fácil decirlo, e incluso plasmarlo con letras, lo complicada es lograrlo. Una segunda oportunidad y un amor al descubierto. Me duele la cabeza, necesito dormir un poco más por las noches, pero mi estómago, mi cuerpo en sí, sea convertido en mi peor enemigo; estos días han sido horrorosos. Paso los dedos por mis sienes, en busca de un poco de relajación y desvanecer poco a poco el dolor que me atormenta. Lucy, la chica nueva que se sienta justo frente a mi escritorio, tiene su vista puesta en mí, como tratando de adivinar que me pasa. Y es que éstos días han sido terribles para todos, ellos con las ediciones y yo con mi asunto personal, sumando que debo entregar el borrador de mi libro la semana próxima y aún no encuentro como terminarlo.
—Phoebe. —Dice ella con voz cautelosa. Abro los ojos, en algún momento de mis profundos pensamientos los cerré. Tiene una blíster con acetaminofén y su botella de agua que siempre carga. —Tal vez no sane ese dolor que te trae mal, pero al menos el de cabeza si lo desaparecerá.
Ladeo la cabeza, ¿A qué se refiere? Agarro lo que me ofrece y deslizo mi uña en el empaque delicado y metálico para sacar dos pastillas. Traigo una bomba en la cabeza, la miro.
—Gracias.
—Si necesitas algo, me dices. Un café o té, lo que sea. —Sus palabras suenan sinceras. Llevo ambas pastillas a mi boca para después dar tres tragos desiguales de agua. Le extiendo la botella de regreso. —Me hacía falta un poco de esto. —Intento sonreír, pero solo puedo mostrar una mueca espantosa. —Te lo agradezco mucho.
Pensar que ha sido la sustituta de Braulio los dos últimos meses en la editorial en que él estuvo en mi gira, Lucy es momentáneamente mi compañera, pero no puede trabajar con mi libro.
—No fue nada. —Ríe algo temerosa. —Ya me regreso a mi lugar.
Sé agradecida, Phoebe.
—Lucy. —Ella regresa su mirada a mí. — ¿Tienes con quién almorzar o planes?
—No, ninguno de los dos. ¿Por qué?
—¿Querrías acompañarme? Hoy no iré a casa, necesito un poco de distracción, y obviamente no quiero comer sola. Ya casi es la hora.
— Por supuesto. Sólo debo ir a dejar unos escritos al área de ficción general y estaré lista.
—Bien, iré con mamá para avisarle. Te esperaré donde Claire, ¿Te parece?
—Claro. — Se encamina a su escritorio y toma dos sobres de manila. — Ahí nos vemos.
Asiento. Cierro con llave la gaveta donde guardo los escritos y en seguida estoy de pié. Me pongo la chaqueta y avanzo, no sin despedirme de todos, aunque en unas horas los volveré a ver, la educación es la educación. Mamá está de pié al lado de la silla se Hannah, al parecer revisan alguna cosa.
—Hola Hanna, mamá. —Beso las mejillas de ambas. —Hannah.
—Hola Phoebe. —Saluda la morena para luego volver a lo que estaba.
—Cariño, me tocará pedir algo para comer. Hay un asunto que debo resolver, iba a llamarte para decírtelo.
—No hay problema, igual venía a decirte que no comería en casa hoy. He invitado a Lucy, quedamos en almorzar juntas. Necesito un poco de distracción, aire, no sé.
—Ve, y de paso me traes alguna cosa para mí. Tienes razón, —Desliza sus dedos en mi barbilla. —Un lugar diferente, te hará bien. —Me rodea con sus brazos, con la ternura típica de una madre. —Te quiero.
—Te quiero también. —Le sonrío a medias. — ¿Carne, pollo, pez, ensalada? ¿Alguna preferencia?
—Con las ensaladas estará bien, Phoebe. — Baja la voz para susurrarme. —Trae dos, por favor. Paga con la tarjeta de la editorial, todo.