A la mañana siguiente, cuando despierto, me encuentro sola en la cama. Me siento haciendo movimientos lentos —Tratando de que mi estómago no se vuelva loco— He tenido días terribles, eso de disfrutarlo no ha podido ser, inhalo y exhalo... Uno, dos tres... Diez veces, pero las náuseas siguen ahí. Lloro sin ninguna razón, me siento demasiado frustrada, las náuseas y los vómitos se niegan a abandonarme, según Lucía será así por un tiempo, entonces quedaré loca. Me duelen terriblemente los pechos, hoy como en otros días... ¡Me niego a salir de la cama! Vuelvo a recostarme dándole caricias a mi vientre, al menos uno de los dos tiene que estar bien.
Paul no aparece, no sé cuánto tiempo llevo aquí echada, pero la cabeza me da vueltas, mi estómago tiene una revolución que no puedo controlar, que mal estoy. Desde el móvil llamo al teléfono fijo, por suerte Lucía responde con rapidez, unos minutos después aparece con su famosa infusión, en días anteriores ha funcionado, pero hoy me niego a beberla, el aroma me resulta nada apetecible. Le pregunto por Paul, el muchachón ha ido de paseo mientras yo estoy muriendo aquí. Finalmente le pido que se vaya, corro al baño, no puedo controlar las ganas de tirar lo poco de la cena que conseguí comer. Tras una ducha con agua fresquita, me tumbo nuevamente sobre la cama. Lucía regresa, no piensa darse por vencida. Hace que beba zumo de naranja con mucho hielo y una tostada, consigo retenerlo. Me tiende mis vitaminas, mis días sin ella serían mucho peor, me recuerda a Gail. Llamo a mi madre, me pongo muy sentimental y lloro, no tengo una excusa perfecta que decirle cuando me convierto en un mar de lágrimas, opto por terminar la llamada. Me escondo bajo el edredón y me abrazo a la almohada.
Cuando abro los ojos, continúo en la misma posición en que me he dormido. Sin duda, estoy mucho mejor ahora, al descubrirme, vuelvo a taparme otra vez. Siento el edredón moverse, ¡Nooo!
— ¿Me explicas porqué me ha llamado tu mamá? —ruedo los ojos. —He recibido diez minutos de regalos por parte de ella, ah, y una amenaza de venir para cerciorarse de que estás bien.
—Mi madre es una exagerada, no hay mayor explicación que esa. Solo le llamé para saludar, y no puedo evitar llorar por cualquier cosa.
—Preciosa, ¿Ya me dirás qué ocurre?
— ¡Las hormonas me están volviendo loca! —Grito exasperada. —No puedo comer, no puedo dormir, lloro por todo y...y...y... ¡Y te fuiste! Es tan sencillo andar por la vida cuando no eres que soporta todo, ¡Joder! Te vas y me dejas aquí, sin importar lo mal que me pongo.
—Phoebe. —Juega con sus dedos en mi cabello. —Esas cosas son normales, y mi trabajo es estar aquí para compensarlo con mucho amor. He ido por algunas cosas para que comas, me preocupan mucho tus vómitos seguidos y lo poco que estás comiendo.
—No me digas. —Murmuro con ironía. —Ahora quiero dormir, ya no me hables.
—Pues sí te lo digo —me besa en la frente. —Acabas de despertar, mi amor. Vamos, levántate, he conseguido una cita con un viejo amigo de mi abuelo.
— ¿Y qué? ¿Quieres confirmar si estoy embarazada o solo es ganas de estar jodiendo?
—No, cariño. Es sólo una revisión, mira, has venido aquí y me has dicho que seremos padres, pero no le hemos visto. Y bueno, la abuela Grace me ha dicho que deberías buscar un médico para hacer un ultrasonido.
—Joder contigo. Mi madre, mi abuela, ¿Qué falta? ¿Que le llames a mi padre?
—Yo tengo mis encantos, lo sé. Pero sólo he querido cerciorarme de estar haciéndolo bien, ¿Podemos ir?
Niego con la cabeza y me cubro otra vez. De salir... Nada.
***
Media hora después bajamos del auto. Jodida sensibilidad, luego de una sesión de besos... Ha conseguido hacerme salir de la cama. Alemán tenía que ser. Me toma de la mano para entrar a la clínica, registra nuestra llegada, faltan tres personas para que pasemos a la consulta. Me recuesto sobre su hombro mientras esperamos sentados. Fulmino a la mujer que funciona como secretaria, ¿Qué mira tanto, va a acabar por gastarlo, uno su mano con la mía y él la toma sin percatarse que estoy en mi momento de marcar territorio. Me muestra los folletos que se ha encontrado sobre la mesa de al lado, dejo de prestar atención cuando la primer mujer sale del consultorio, tiene una enorme barriga, ¡Dios mío! Me altero, ¿Así llegaré a estar yo? Dejo de verla cuando habla con su acompañante, ¡Es embarazo gemelar! Deslizo mis dedos por mi vientre, mientras me comunico con mi bebé: Cariño, debes ser sólo uno. Ya luego te consigo un hermano. Suelto el aire, entro el shock de solo imaginar que dos vidas podrían estar creciendo dentro de mí.
—Phoebe. —Escucho que me llaman. Miro a Paul que está observándome.
— ¿Eh? —Consigo decir cómo balbuceo.
—Ya nos han llamado. —Asiento.
Toma mi mano y caminamos juntos, el lugar huele a limpio. Nos recibe una doctora ya con sus años siendo obvio, acomoda sus gafas tras saludarnos. Empieza por hacernos preguntas sobre el embarazo, como lo hemos llevado, los síntomas que se han hecho presente, el tiempo estimado del desarrollo del bebé, que se asoma a las siete semanas. Tras confirmar que efectivamente estoy bebiendo mis vitaminas prenatales y el ácido fólico, me guía hacia otro cuarto para cambiarme la ropa por una bata, que si analizo bien, permite una distinguida vista de mi culo, le aviso que estoy lista, entonces ambos entran a la habitación. Me pide que me acueste en la camilla y ella toma asiento frente a la pantalla.
—Necesito que subas las piernas y las dejes dobladas. —Me dice. La miro, sonríe entendiendo mi pregunta no realizada y dice: —Por tus semanas, tendremos que hacerte una ecografía vaginal, así podremos ver al bebé. —Aún con la duda, lo hago. Paul toma mi mano. —Abre las piernas, por favor.
Tomo aire y ella va introduciendo lentamente la sonda. De pronto tengo unas ganas irreparables de reír, no me lo permito, esto es serio. Su mirada se concentra en la pantalla, con cuidado va movimiento el instrumento, su mano se mueve en el extraño teclado, trato de captar algo de lo que se refleja en la pantalla, no entiendo nada. De pronto la imagen se congela, deja de mover.