La Chica De Un Zimmerman (zimmey libro 2)

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MARATÓN PARTE 2

 

Nos hemos quedado solo en casa, es fin de semana y todos se han ido. Claro, no sin antes despedirse, los días se pasaron como agua entre mis manos. A Paul le han disminuido los achaques, aún sigue odiando la panceta, está prohibido siquiera mencionarlo en su presencia. Mi estómago se revuelve por las mañanas, me duele la espalda en ocasiones, pero puedo vivir con ello. Hoy ha amanecido muy soleado, el buen clima es para nada relativo con la tormenta que vivo en mi interior, no hay un solo momento en que no me sienta atormenta. Voy por la vida distraída.


—Aquí está. —Dice Paul entrando a la habitación. —Con esto evitaremos la hinchazón. Y ya pon los pies sobre la tierra.

—Deja de reñirme, me tropecé, ¿Nunca te ha pasado a ti?

—Y te has caído, Phoebe. —Murmura intranquilo. —Me has metido un susto espantoso.

Me pone la bolsa de hielo sobre el pié. Hago un gesto de dolor, pese a que solo ha sido el golpe, me duele horrores.

—Prometo que tendré más cuidado, ¿Si? —Pongo morritos. —Estoy bien, corrijo, estamos bien.

—Cariño, ten cuidado. Y quiero tu cabeza puesta en este mundo, deja de darle vuelta a todo. Hemos hablado tanto de esto que parezco una repetidora. —Besa mi frente y sostiene mi rostro entre sus manos. —No le des más vueltas, mañana estaremos de regreso en Seattle, y la tensión en la que vives acabará.

—Está bien, con la mente en la tierra.

—Bueno. —Se pone en pie. —Voy a ver unas cosas con mi abuelo, descansa y no te muevas de la cama, tu pie necesita reposo. Aquí tienes agua, las famosas galletas saladas y tu té.

—Si, pero me traes unos chicharrones, ¿Por favor?

—Absolutamente, sí. —Me deja un cálido y delicioso beso en los labios. —Te amo.

—Yo te amaré más si me traes esos chicharrones, y ya sabes, nada de ver culos por la calle.

—Si, mi señora. Aunque ya sabes que solo hay uno que me gusta.

Maldito descarado.
Me recuesto en la cama. Ni siquiera pienso en levantarme con el pie doliéndome así.

Dejo ir toda la mañana sin moverme de la cama, mi pié está muchísimo mejor, ya puedo moverlo sin que me duela. Paul regresa con. Mis chicharrones, me los como de una sola sentada, están deliciosos, desde que los probé se han vuelto una obsesión. Él sonríe de verme comer como una loca, más allá de que él no puede comer demasiado por su estómago. Es sábado, por lo cual vemos un maratón de películas cómicas, la mayoría no me hacen reír para nada, son pésimas y me ponen de mal humor. Hasta que llega una del infallable Will Smith, con él muero. Revisa mi pie, cerciorándose de que está bien, al final ha quedado como un susto y no sucedió nada malo. Me acomodo sobre los almohadones porque mi espalda empieza a molestar otra vez.

Almorzamos un poco tarde, Paul se ha traído un puchero jerezano, que a decir verdad, sabe exquisito. Voy a extrañar mucho la comida de estos lados.

— ¿Qué tal? Mi abuelo dijo que no hay nada mejor que un buen puchero para jamás olvidar Jerez, ah, y que espera volver a verte, no ha podido venir porque cogió un resfriado y no quiere contagiarte.

—Me ha encantado, la gastronomía de aquí es una locura. En cuanto al abuelo Manuel, es una monada completa, yo dije que sus estornudos no eran normales. Y regresar no está en mí, tú deberíamos traerme otra vez.

—Cuando quieras, solo me dices y vendremos. —Le sonrío. —He estado pensando en algo desde hace algunos días.

—Dímelo.

—Ahora que tendremos un bebé, deberíamos pensar en vivir juntos. —La cuchara de me cae de la mano por la impresión que me ha causado. — ¿Tú qué opinas?

Vivir juntos.
Vivir juntos
Vivir juntos.
Claro, primero deberíamos sobrevivir al tornando Grey. Me mira, le devuelvo la mirada, espera mi respuesta.

—Esto... Pues, sí o eso creo. —Le digo dubitativa—. Tenemos muchas cosas por hacer, pero mudarnos juntos será un buen inicio.

—He estado investigando desde acá, encontré muy buenas opciones, ¿Quieres verlas?

—Hombre, que has pensado en todo. —Termino el último bocado de mi plato. —Haz lo que debas hacer e ilumíname.

—Lavo los platos y voy por el ordenador. Dame cinco minutos. —Dice emocionado.

Me voy al sillón de la sala para esperarle, mientras él se encarga de lavar los platos que ensuciamos. Le escucho correr por toda la casa, regresa agitado y sudando. Abre el ordenador y busca dentro de las carpetas, tiene un sin número de imágenes que van desde apartamentos a casas, con precios y lo que creo reconocer como cotizaciones.

— ¿Cuánto tiempo llevas en esto? —Le pregunto divertida. —Paul, casi tienes todo Seattle en imágenes.

—Dos días después que me dijiste lo del bebé, leí que era importante encontrar un lugar para la estabilidad de la pareja, desde entonces he hecho mucho más que leer libros de cómo ser padres. —Besa mi mano. —Tengo mis favoritos, pero quiero saber qué opinas tú.

—Quiero ver lo que has encontrado.

Desliza las imágenes mientras me va explicando la ubicación, los modos de pago, el precio de cada uno, los arreglos que se deben hacer, que podemos personalizarles, y entonces  mi cabeza empieza a ver números por todos lados. Si esto es de dos, debo dar mi aporte dentro de la compra. Pasamos dos horas conversando sobre lo que queremos, definitivamente debe ser algo discreto, que a ambos nos guste y sirva para empezar  nuestro futuro hogar. Me quedo prendada de un apartamento con dos habitaciones, la sala y una cocina, además cuenta con acceso privado.

—Este, definitivamente es mi favorito. —Lo abrazo. — ¿Qué te parece?

—Es mi favorito también, solo debemos enviar un correo para acceder a una cita con los vendedores. También para establecer una fecha para ir a verle. Voy a hacer las transacciones para agilizar los pagos y mudarnos cuanto antes.



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En el texto hay: pareja, romance, amor

Editado: 29.08.2020

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