La Chica De Un Zimmerman (zimmey libro 2)

—11—

 

Lo ha dicho.
Lo ha dicho.
Lo ha dicho.
Todo es rostros de perplejidad, mi madre me dedica una mirada de tranquilidad, ella está conmigo, pero a mí padre se le nota el disgusto eminente. Phoebe a conseguido sorprenderme una vez más, la forma directa que ha tenido para revelar el embarazo me ha dejado como piedra.  Le escucho quejarse por algo, se gira hacia mí, el color ha abandonado su rostro y creo que es muestra de una baja de adrenalina, con tantos gritos e impulsos, puede que ahora se esté arrepintiendo. La preocupación en su rostro mi pone alerta, algo no va bien.

 

—Estoy sangrando. —Me susurra antes de tambalearse.

 

La sostengo entre mis brazos cuando va de picada al suelo, gritos ahogados, sonidos de sorpresas, murmullos a mi alrededor.

 

Sangrando.
¡Está sangrando!
Mi cuerpo se pone alerta, pero no puedo responder. Tiene un sangrado, el bebé, ella.  Entro en pánico rápidamente, esto no puede ser cierto. Siento mis ojos humedecerse. Mi vista viaja por toda la habitación, hay gestos de preocupación pero todos parecen haberse quedado estáticos, sin reacción.

 

—Mi amor. —Murmuro solo para ella.

 

La voz de la señor Grace hace qespabileile, con una serenidad impresionante se acerca, me mira.
—Paul, necesito que reacciones. —Presa del pánico no puedo hacer nada. —Hay que irnos a la clínica, el bebé... ¡Paul, alerta! —Deja ir su mano en mi mejilla, la tiene muy pesada. Exhalo como si me hubiese sacado de un trance. —Vamos.

 

— ¿Van a estar bien, verdad?

 

—No lo sé. —Con ella en brazos busco la salida. —Llamaré a la clínica para que tengan todo listo.

 

No me importa nada, ni nadie. Al menos que sean ellos. Phoebe se mantiene desmayada, muy helada, totalmente ausente. Escucho ecos de voces, pero no me interesan. Sawyer está listo con la puerta del auto abierta, por primera vez alcanzo a notar algo diferente en él, parece estar preocupado. Nos acomodamos en la parte de atrás del auto y en cuanto la señora Grace entra, y sin esperar a que cierre la puerta, el auto inicia su marcha. Ella alcanza a cerrarla cuando el auto pasa el umbral de la salida. De inmediato se pone a hacer lo suyo. Phoebe se mueve, al abrir los ojos parece desorientada, le acaricio el rostro. Nuestros ojos conectan, y al ver sus ojos empapados en lágrimas, no puedo evitar que se me escapen algunas.

 

—El bebé. —Me susurra con voz ahogada.

 

—Todo va a estar bien, amor. Tranquila. —Ella niega desesperada.

 

—Es mi culpa, yo fui. No debí ponerme así. —Se me encoje el corazón al verle mal.

 

—No pasa nada. No te alteres.

 

Mis palabras no funcionan. Llora, llora y llora. Está asustada, y yo también. Es un sangrado, no es bueno durante el embarazo. Uno su mano a la mía, tiembla, vuelve a llorar. ¿Y si perdemos al bebé?... ¡No! Mando a la mierda esa idea y la estrechó contra mi pecho. Todo tiene que estar bien. Al llegar a la clínica hay personas esperando afuera, una que se presenta como la ginecóloga Smith y la otra que surge como enfermera. Pronto abandonamos los pasillos y llegamos a un área de cuartos, donde insisten en no dejarme pasar, no voy a permitirlo. Basta una mirada de la señora Grace para que la enfermera deje de poner resistencia, me deja pasar con mal humor evidente.

 

La doctora hace un millón de preguntas —Exagerando la cantidad—  Phoebe le responde totalmente alterada, ¿Qué mierda hace hablando en lugar de revisarla? Una de las enfermeras habla de un degradado reciente en otra sala, ella se altera. El bebé es importante para ambos, me duele el pecho del dolor que esto ocasiona. La doctora las calla, no pueden hablar de esas cosas como si no fuese nada.
La señora Grace, como doctora, no explica que  este tipo de situaciones suelen darse cuando la persona está sometida a estrés, presión... Caídas. Cierro los ojos sintiendo que mi alma me abandona el cuerpo. Phoebe llora sin consuelo, se ha caído, su tropiezo... Más todo lo vivido, pudo haber ocasionado esto. Mi amor está fuera de control, no hay nada que le consuela, ni siquiera yo que me he prohibido expresar dolor o debilidad, alguien necesita ser fuerte. Cuando la doctora Smith está de regreso, optan por tumbarle en una camilla. Como una encantadora, la doctora consigue mantenerle tranquila, su respiración se restablece. Sostengo su mano.

 

Por favor, que el bebé siga con nosotros.

 

Preparan todo para hacer una ecografía para descartar lo peor, ella aprieta mi mano con fuerza. La habitación se llena de silencio, contengo la respiración. Le levantan el vestido, dejan su vientre libre, no soy capaz de ver, mis ojos conectan con los de Phoebe, con ese simple gesto parece que elevamos una plegaria silenciosa. Ellas dos con semblante serio miran el monitor, la ginecóloga es quien se encarga de maniobrar la máquina, niega con la cabeza y continúa con su trabajo.

 

Anhelo que todo esté bien. La mueve un poco más. Entre ambas se miran, y tras evaluar lo que consideran pertinente, es Grace quien dice:

 

—El bebé continúa aquí —un leve movimiento más, permite escuchar los latidos de su pequeño corazón.

 

—Su frecuencia cardíaca es estable. —Añade la doctora Smith. —Hay un leve desprendimiento en el trofoblasto de 11mm x 8mm, pero el pequeño está bien.

 

Gracias a Dios.

 

Phoebe llora, llora y llora. Me veo en la necesidad de abrazarle, beso su coronilla.
—Tranquila, mi amor. El pequeño sigue con nosotros.

 

Ella está más relajada. La doctora nos habla sobre los cuidados que se deben tener, además de reposo absoluto, nada de preocupaciones. Es decir, padres lejos.

 

—Ácido fólico y progesterona.



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En el texto hay: pareja, romance, amor

Editado: 29.08.2020

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