La Chica De Un Zimmerman (zimmey libro 2)

—13—

Tiene que ser una broma.
Disimulo mi molestia, formando una línea con mis labios.
Genial.

—Cariño —saludo muy melosa Paul.

—Hola, mi amor. —Me responde y de inmediato explica. —Me la he encontrado afuera.

—Hola, Phoebe. Es un gusto volver a verte. —Ajá, si. —Me he dejado una libreta ayer que terminamos de decorar el lugar, ¿Puedo pasar?

Ya estás adentro. Grita mi arpía interior.

—Claro, adelante. Estás en tu casa. —No te lo tomes literal. Sonrío a medias.

La mujer se pierde en el pasillo que divide la sala de los cuartos. Qué coincidencia esa de que se hayan encontrado justo en la entrada. Pero bueno, lo que sea.

— ¿Qué has ido a comprar? —Pregunto con toda la tranquilidad del mundo.

—Artículos de higiene personal, es lo único que aún no estaba listo. Además los artículos de limpieza. —Deja las bolsas sobre la mesa. —Porque pienso que ya podemos quedarnos aquí, ¿Y tú?

—Paul, nuestras cosas están en la casa de la tía Mía. Además, hemos dejado ropa sucia.

—No importa, puedo ir a traerla otro día. Ya estamos aquí, ¿Para qué esperar más?

—Está bien. Ven aquí. —Abro mis brazos. —Que estoy muy deseosa de cariño.

—Tus deseos son órdenes. —Se sienta a mi lado para sostenerme abrazada a él. — ¿Cómo te ha ido con tus amigos?

—Estupendo. Braulio se ha ido aún perplejo, dice que son muchas primicias, y Lucy se puso muy feliz, ella es mamá y comprende de estas cosas. Además de que ellos han iniciado una relación.

— ¿Tan rápido?

—Oye, no hables de rapidez. Cuando tú sin saber de mí, me has invitado a un café, agregando que sin haber convivido demasiado he terminado siento tu novia, luego hemos hecho un bebé y ahora estamos por casarnos.

—Cierto. —Suelta una carcajada. —Hemos puesto el pié con fuerza sobre el acelerador.  —Añade con sorna. Deja un beso en la punta de mi  nariz. —Pero ha valido la pena, y mucho.

—Lo sé. —Siento un movimiento en mi estómago. —Paul, aliméntame. Que me muero de hambre.

—He traído algo de comer para nosotros, cariño. —Muerde mi oreja divertido y susurra:  —Solo espera a que se vaya Sylvia, ¿Si?

—Vale, tu bebé y yo lo agradeceremos mucho. Esto de comer por dos es como cavar un hoyo profundo en mi estómago, a este paso, sí termino rodando en lugar de andar.

—Ya, pero para evitar eso están las recomendaciones. No rodarás, al menos no sin mí.

—Deberíamos invitarle a comer con nosotros, sería un lindo detalle con la persona que nos ayudó con este lugar. —Me mira con un gesto de sorpresa. Sabe bien que no me agrada demasiado la mujercita está.

— ¿Estás hablando en serio? —Pregunta con un deje de diversión en la voz.

—No. —No puedo evitar reír. —Solo trataba de ser amable, ¿Me ha salido?

—Lo has hecho estupendo, pero no creíble para mí que te conozco como lo hago. Estuve a un ápice de caer, pero vi reflejado en tus ojos ese brillo burlesco que te caracteriza.

Lo miro con una gran sonrisa, me conoce muy bien. Acorta la distancia entre ambos, y cuando va a besarme... El grano en el culo de Sylvia aparece aclarando su garganta, interrumpiéndonos, ¿A caso no vio que estábamos muy ocupados? Paul hace un amague para acompañarle a la puerta, pero ella murmura con dulzura que no es necesario, porque conoce el lugar como la palma de su mano, acompañado de esa risita desesperante de mírame, mi labial barato reluce. Ruedo los ojos en cuanto está de espaldas, parece ir en cámara lenta, de no estar embarazada le pateo el culo para que avance más rápido. Se va por el ascensor, sonrío de lo más falsa hasta que las puertas de este se cierran.

—Debemos cambiar la clave de esa cosa. Con ella sabiéndola, no me fío del todo. —Escupo de lo más directa. Calma Phoebe, calma.

—Bien, llamaré a mantenimiento para que lo hagan, ¿Aún sientes celos de ella?

—No te equivoques, Zimmerman. Desconfío de su actuar, no me agrada y fin. —Me suelto de su agarre para dejar el sillón. — ¿Sirves la comida, por favor? Tengo unas tremendas ganas de orinar.

—Ve tranquila.  Cuando regreses tendré todo listo, ¿Agua mineral o zumo?

—Si has traído postre, definitivamente agua mineral. Porque lo has hecho, ¿Verdad?

—Por supuesto, mi señora.

Lo dejo solo en la sala y camino lo más rápido que me es posible en dirección al baño. Alcanzo a llegar con las completas, en cuanto mi trasero toca el váter, toda el agua sale expulsado de mi cuerpo. Qué aliviiiiio. Lavo mis manos antes de salir. Al llegar a la cocina tiene los platos sobre la isla, mientras guarda las bolsas en la parte baja del mueble. Me mira y continúa en su labor, tras lavarse las manos empieza a abrir la bolsa de papel, de esta sale un aroma exquisito, coloca los espaguetis sobre los platos, siento mi boca hacerse agua cuando deja caer la sala boloñesa con delicadeza sobre ambos. Me invita a sentarme cuando tiene todo listo, disfruto de la comida, de su sabor, que el hombre tiene buen gusto para eligiendo, claro, yo soy la mejor prueba de ello. Me río por mis locos pensamientos, el solo me mira y continúa devorando su parte, ambos terminamos y casi al mismo tiempo dejamos los cubiertos sobre el plato. Él se levanta para recogerlos y dejarlos en el lavavajillas, bebo un poco de agua y me detengo al recordar que me hace falta un pequeño detalle para ser completamente feliz, eso que funciona de complemento, pero que en mi estado se ha convertido en muuuuuy necesario, sé que mi bebé está totalmente de acuerdo con su madre.

—Paul, ¿Y mi postre? —Deja los cubiertos en la gaveta y saca dos cucharas pequeñas.

—A eso iba, desesperada. —Se acerca a mí y me da una. —Esto te pertenece.

Saca la última caja de la bolsa de papel. Al abrirla me dan ganas de comermelo a él, al postre, claro. De un bizcocho Genovesa, ¡Me encanta! Tenía tanto tiempo sin saborearlo que con el primer bocado me voy directo al cielo. Gimo al sentirlo en mi paladar. Está en mi lista de favoritos, lo miro también disfrutando del suyo, coincidimos en los gustos. Al devorar el último trozo me bajo con sumo cuidado de mi banca, me acerco a él colocándome entre sus piernas, no dice nada.



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En el texto hay: pareja, romance, amor

Editado: 29.08.2020

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