Flores.
Huele delicioso.
Despierto con un aroma exquisito inundando mis fosas nasales, flores. Al abrir los ojos me encuentro con un bonito arreglo de azucenas puesto en la mesita de la entrada. Las mismas que estarán en mi camino al altar, ¡Hoy es el día!
Abandono la cama para verlas más de cerca, están preciosas, pero este arreglo es mucho más pequeño de los que se eligieron para la boda. Una pequeño nota sobresale, entonces la cojo para leerla:
Cuento las horas para verte de nuevo.
Quise que despertaras sabiendo que te amo.
Nos vemos en unas horas, preciosa.
P.Z.
La dejo en su lugar, esas palabras me hacen perder el piso, pero de tantas mariposas que vuelan en mi estómago. Miro en anillo en mi mano, me voy a casar, hoy... De pronto el aire se hace demasiado denso para poder respirarlo, ¡Ay, por Dios!
Tocan a mi puerta, inhalo y exhalo, no pasa nada. Solamente te casas, Phoebe, en unas horas.
—Adelante. —Respondo apoyando mi cadera en el mueble.
Sonrío al ver quién aparece.
—Mira nada más, pero si es la dulce señorita que se nos casa hoy. —Dice la abuela Carla. —Tramposa, ha tenido que decírmelo tu madre. Aunque también dijo que me tendrías otra sorpresa.
—Me alegro de que hayas venido. —La abrazo. —Y ya conoces a mi madre, en tantos años ha aprendido muy bien de papá, hay ciertas cosas que solo ella podría hacer. Con respecto a la sorpresa... Tiene cuatro meses y viene en camino.
—Madre de lo hermoso. —Da un paso atrás para verme. —Cielo santo, tú, estás embarazada. ¡El cielo me ha escuchado! —Exclama con dramatismo. Río. —Uff, son tan idénticas ustedes dos, que las bodas inesperadas, bueno, al menos ya conocía a Christian... Contigo, ni siquiera sé quién es, no lo he visto en la vida, y...y...y ya te ha hecho un bebé.
— ¿Cuenta si mi padre le ha dado su aprobación? —Lleva el índice a la barbilla fingiendo pesar. Entonces, asiente de lo más divertida. —Ya le verás en algún momento, solo me queda decir que es perfecto para mí.
Da un aplauso y mira al suelo como si algo se le hubiese cruzado por la cabeza. Mueve los dedos, está haciendo cuentas.
—No me digas que es un francés, porque recuerdo haber estado en Francia para esas fechas, ¡Santo padre! —Exclama escandalizada. —Madre, que caloooor.
—Abuela, no. —Se me escapa la risa. —Si es de ese continente, pero es más una mezcla entre alemán y español. Y sí, he tenido un buen cumpleaños.
—Descarada. —Murmura mofándose. — ¿Ya se conocían?
—En ese entonces, éramos novios en secreto. Abuela, aquí ha habido lluvia sobre mojado, tanto, que el mejor resumen que puedo hacer es: boda más bebé.
— ¿Eres feliz? —Pregunta acariciando el óvalo de mi cara. —No respondas, tengo la respuesta con tu cara y el modo en que brillan tus ojos, ¿Estás asustada por hoy?
—Agobiada, en realidad. Es todo, un día parecía que habíamos terminado, al siguiente me enteré de que el bebé venía en camino, después nos comprometimos, la amenaza de poder haber perdido al bebé, vivir juntos y finalmente, la boda. A veces siento que es demasiado rápido, luego que estamos en el tiempo justo. Un momento me emociona saber que voy a casarme, pero después me asusta no saber cómo llevar una vida así, me emociono al sentir que una nueva vida crece en mí, pero... También dudo de ser una buena madre.
—Mi niña, el orden correcto, es boda y después bebé. Las hormonas te están volviendo loca, y si le sumamos los nervios típicos de un día como hoy, es todo un paquete. Phoebe, no se nace sabiendo cómo ser madre ni esposa, eso es algo que debes aprender con el tiempo. Yo he tenido que pasar por cuatro matrimonios y en cada uno aprendí un poco, con esto no te digo que te cases cuatro veces. —Añade divertida. —Yo estoy medio loca. Amo muchísimo a Bob y hemos tenido un maravilloso matrimonio, muy precioso durante todos estos años, pero no puedo negar siento algo especial por Ray, es un hombre increíble, y mira, ahora Anastasia le llama papá. Entonces, si encuentras a esos dos, en un solo hombre... No dudes de que es el correcto. En cuanto a ser madre, no te agobies, lo aprenderás, tienes al mejor ejemplo de todos, ¿No te parece? Ana.
—Estoy nerviosa. —Lo acepto. —Y, Paul es un hombre increíble, lo esperé toda mi vida. ¿Sabes? Es capaz de escucharme refunfuñar durante minutos y luego simplemente me invita a dormir o me da un abrazo, incluso en días que ni yo misma me soporto. —Ambas reímos. —Ha pasado leyendo tantos libros de cómo ser papá, que ya perdí la cuenta. Ahora, ¿En serio crees que pueda siquiera acercarme a lo que es mamá?
—Phoebe, te imaginé con corazones revoloteando en tu cabeza. Y si, serás la mejor mamá del mundo. —Deja un beso en mi frente, su mano viaja a mi vientre. —Y ese Paul... ¡Oh! ¿Cuántas semanas tienes?
—En dos días, dieciocho. —Sonrío.
—Te diré algo, puedes empezar a llamarle nena, porque lo que tenemos aquí es una señorita. —Dice con total seguridad. —Se ha puesto loquita con solo mencionarle al padre.
—Un par de días atrás creí que me iba a dar diarrea. —Suelta una carcajada. —Pero recordé que la doctora dijo que pronto empezarían los movimientos, leves pero existentes, y son recurrentes cuando él está cerca.
— ¿Se lo has dicho?
—No, quería confirmar que no eran gases o hambre solamente.
—Ay, Phoebe. Tú sí que eres especial. —Comenta burlesca. —Me han enviado para decirte que bajes a desayunar. Pero ya hicimos casa por corredor, hoy es un día muy movido y no hay tiempo por perder. Nunca he entendido las bodas por la mañana, pero bueno, cada quien decide a qué hora atarse la soga al cuello. ¿Es verdad que no has querido hacer uso de una estilista?.