Pesada, pesadísima.
Cada día engordo más, mis pies están inflamados y no me apetece caminar en lo más mínimo. Pero, debo hacerlo. El cuarto de Rose aún no se encuentra listo, quedan pocos meses para tenerla con nosotros y aún no tenemos nada. Ava me ha acompañado al centro comercial para elegir las cosas, Sawyer ha ido unas dos veces a dejar los caprichos que ella misma ha querido regalarle, ropa y unas cosas más, tiene tanta energía para estar de tienda en tienda, que debo detenerla, yo necesito descansar.
—Ava, ¡Detente! —Me apoyo en una de las paredes. — ¿Acaso no ves mi tripa? —Señalo a mi bello bulto. —Déjame descansar que no puedo más.
—Lo siento, lo siento. Es que me he emocionado.
—No me digas. —Murmuro con sarcasmo de por medio. Hasta parece que la madre es ella. Me siento en una de las bancas, gloria pura.
—No lo digas en ese tono. Tengo tantas ideas, es niña, y con ellas todo es mucho más fácil. ¿Has visto la cantidad de pequeños artículos que hay? Por cierto, no sé cómo no elegiste los zapatitos con la florecita lila, ¡Estaban hermosos!
—Porque mamá se los ha regalado ya. Te lo dije, pero como estás con las narices metidas en las compras, que no me escuchas. —Me mira como si no entendiese durante unos segundos. Cosa que no tarda nada, porque enseguida está sonriendo. —Necesito comer algo, estoy famélica.
— ¡Ay, Phoebe! —Se queja. —Pero si recién te acabas de tragar esas galletas raras con pulpa de no sé qué.
—Eran de avena de hojuelas. —Le corrijo. Y frunciendo el ceño, continúo—: Y no me jodas, que estoy embarazada. Básicamente, me como el cincuenta por ciento de lo que llega a mí, el resto es propiedad de Rose. ¿Verdad, Sawyer?
El hombre que se mantiene al margen de nuestra discusión asiente. Estoy muy segura de que ni siquiera ha prestado atención a lo que decimos, puesto que es muy discreto. Tras respondernos regresa su vista de halcón a los alrededores.
—Anda, mueve esos pies y llévame a los batidos. —Doy unos cuantos paso en solitario, no tarda demasiado en seguirme.
— ¿Pensaste lo de la cuna? Puesto que será el regalo de mis padres, creo que debo saberlo.
—Ava, Ava, Ava. —Canturreo un tanto molesta. —Estoy hambrienta, deja que me ocupe de mi alimentación, y luego me hablas de lo que más te apetezca.
—Uh, pero que agresiva te has vuelto. Primita. —Bromea, para luego entrelazar nuestros brazos.
Quince minutos después, me siento satisfecha. Barriga llena, corazón contento. Es solo verme dar el último sorbo y se levanta como resorte de la silla. Pongo los ojos en blanco, ¡Qué mujer más desesperante! Le sigo, ¿Qué más remedio me queda? La señorita Rose, despierta, trato de hacerla dormir palpando con cariño el lugar donde se encuentra. Nos metemos en la mueblería, ella es quien pregunta por cunas, la mujer que nos atiende nos dirige por la tienda. Ava se detiene, me resigno a lo que sea que esté por venir, casi tirando del brazo a la pobre vendedora avanza como tornado, yo voy a mi paso. El área tiene todo para la comodidad del bebé, tras ver unos cuantos moisés, me quedo con el que me parece más bajo y bonito. Un vez que enlistan la compra, continuamos a la siguiente área. La mujer nos explica sobre precios, utilidad, y otras tantas cosas de las que me pierdo.
— ¡Mírala, es perfecta! —Grita Ava.
Asiento. Es de color blanco, tiene velo protector, distractor musical, es bastante amplia. Posee su propio mueble para los pañales y esas cosas, me sorprende cuando baja el barandal. Al final, es una cuna que puede funcionar de cama, y corral.
—Creo que es la indicada. —Le digo. — ¿Puedes encargarte del papeleo?
Muevo el móvil que vibra en mi mano. Muy emocionada acepta, estoy segura que cuando nos vayamos de aquí, la pobre mujer va a dar gracias por ello. Deslizo mi dedo por la pantalla y de lo más feliz, digo:
—Hola, mi amor.
—Hola, preciosa. —Me dice. Uff, solo con escucharle me emociono. — ¿Qué tal las compras?
—Agotantes. Ava tiene una cuerda interminable cuando de hacer compras se trata. Me ha dado hambre dos veces después de almuerzo, Rose se despertó y volvió a dormir, estoy muuuy cansada... Cariño, me duelen los pies y quiero dormir. —Casi puedo percibir su sonrisa. —Ella le ha comprado muchas cosas, tenemos la cuna y el moisés. Vi unos baberos lindísimos y los he comprado. Ah, y una camisa que dice Rose... ¡Es muy linda!
—Dile que debes descansar, cariño. Tal vez podrían continuar las compras mañana.
— ¿Estás loco? Si debo soportar otro día como hoy, prefiero terminar las compras ya, de una vez. Por cierto, mañana van a llevar los muebles, juntos con las pinturas y eso. Y... Y... Y... —esta vez le escucho reír. Vale, me emocioné. —No te rías, tonto.
—Amor, es que para no hacerte gracia las compras, pareces estar muy contenta de hacerlas.
—Porque lo estoy. —Aclaro. —Me hace mucha ilusión saber que la habitación donde nuestra hija pasará sus noches, por fin cobrará vida. Y tengo una sorpresa, pero no sabrás nada hasta que esté listo.
—Vale, pero dame siquiera una pista.
—Te va a gustar muchísimo.
—Siendo así, esperaré paciente. —Murmura pesaroso. —Mi vida, no quisiera, pero debo colgar. Ya quiero acabar con todo aquí para irme a casa.
—Está bien. Extrañame mientras tanto.
—Cada segundo un poco más.
Cuelgo el teléfono entre suspiros. Al girar me encuentro con Ava, que está haciendo muecas burlescas imitándome, la ignorado. No para de hablar, me dice que el juego completo llegará mañana, que luce a la perfección con la estantería y cómoda que el abuelo Carrick nos obsequió apenas ayer. Cómo algo de nunca parar, me hace entrar en otra tienda, donde los cojones, la ropita de cama, peluches pequeños y el colchón suavecito, es comprado. Sawyer se va con algunas bolsas para llevarlas el auto, en tanto, nosotras nos quedamos como idiotas enamoradas de todo lo que vemos. Encuentro la mudada perfecta para cuando podamos llevarla a casa, tiene guantes, el traje de sola pieza y un gorrito suavecito. Cojo la bolsa y busco la salida de la tienda, Ava se queda pagando los calcetines que ha comprado. Yo no puedo más con más. Al salir, no me fijo y casi me estrello con alguien que va pasando.