Cuando me despierto al día siguiente, mi estómago está vuelto loco. Estoy muriendo de hambre, tengo la sensación de no haber comido nada durante toda una semana completa. Paul está profundamente dormido, me muevo despacio para no despertarle, es sábado y no va a Müller, luego de la nochecita que le he hecho pasar, merece dormir un poco más... Fue tremendo, tenía ganas de mear cada dos horas y claramente, se despertaba, aunque yo quisiese evitarlo, tampoco necesito ayuda para ir al baño. La sala está iluminada por los rayos del sol, lo cual me dice que no es tan temprano como engañosamente creí en la habitación. Busco en el frigorífico un poco de yogurt y fruta, cuando tengo todo listo, me siento en una de las banca para disfrutar lo que me he preparado.
Diez minutos después, mi estómago ha subsanado. Satisfecha y muy contenta, me bajo para ir a lavar los trastos sucios. No necesito girar, siento su presencia, huelo su aroma particular.
— ¿Vas a desayunar? —Le pregunto secando el tenedor que utilicé.
—Has comido, ¿Y no me esperaste? —Comenta con un deje de indignación, pongo los ojos en blanco. Nadie comprende que a una mujer embarazada no se le puede hacer esperar por su alimento, y más si del desayuno se trata.
—Bah, hombre. —Me río. Giro para dejar el tenedor en su depósito. —Puedo acompañarte con zumo si así lo deseas.
—No. Mejor ve a darte un baño, lo digo sin mala intención. —Rápidamente se corrige, porque lo primero que pensaría es que me está diciendo apestosa, y yo, yo huelo delicioso. Además, le llevo un baño nocturno de ventaja. —La señora Nancy vendrá pronto y creo que los de acarreo también. —Ya salió el punto. Mi pijama es el problema, no tanto por ella, sino por los ellos que vendrán con las cosas de Rose. —Digo, no querrás recibirles así, ¿O si?
—A ver, ¿Qué tiene de malo? —Señalo mi vestimenta—. Es sábado y una puede darse el lujo de holgazanear si así lo prefiere.
—De ningún modo. Holgazanea todo lo que quieras, pero, cuando esa pijama haya salido de tí. —Enarco una ceja divertida. —No mal interpretes, quise decir que podrás hacerlo con algo menos revelador.
— ¿Qué quieres decir con eso?
—Con ese short tan corto, alcanzo a ver un atisbo de tus bragas. — Sonríe, me da un beso lleno de amor en la punta de la nariz y murmura: —Deja de resollar y mejor ve a bañarte.
—Sí, papá. —Me mofo. Le escucho reír pero no demasiado claro, puesto que ya he salido de la cocina dejándole solo.
Acatando su orden.
Me desvisto en el baño. Esta vez opto por la ducha, no quiero un baño demasiado largo y a mi cabello le toca lavado. Selecciono una temperatura adecuada para el agua y dejo que me moje, masajeo mi cuero cabelludo mientras va quedando totalmente mojada, cierro el grifo y busco mi champú, le dejo actuar y me enjabono. Me asusto cuando entre tanta espuma casi resbalo, pero alcanzo a tomarme de la llave. Me enjuago rápidamente, no quiero saber más del jabón.
Una vez vestida, voy a la cocina. Paul continúa desayunando, al mirarme frunce el entrecejo. Le robo una tostada de las que tiene servida y busco agua.
—Has tardado menos de lo normal. —Comenta.
—Simple, no quería bañarme. Lo hice porque me obligaste. —Me encojo de hombros dando un sorbo de agua.
—Vale, muy obediente ella. Han llamado de la tienda. Dijeron que estarían aquí en media hora.
—Ajá. —Murmuro.
— ¿Te molestaste por lo que dije antes?
—No. Ya sabes lo de mis cambios de humor, ni siquiera debe haber una razón exacta por la cual molestarme.
—Uhm, siendo así, iré a darme una ducha. —Coge los trastos y los pone en el lavabo.
—Deja ahí, ya los lavo yo. —Me acerco para estar a su lado. —Anda, ve a bañarte. Y me encargo de esto.
—Bien, gracias. —Me besa en la frente. —Vuelvo en un rato.
Lavo, seco y guardo todo lo que utilizó. Reviso el frigorífico y los muebles para hacer la lista de lo que hace falta, se acerca el día de compras. Dejo la libreta sobre la encimera cuando acabo. Me siento en el sillón para ver algo en la televisión, me encuentro una serie de caricaturas y lo dejo ahí. Río como idiota de las tonterías que le ocurren al personaje principal, voy por algo de picar, el hambre me ha entrado. Mi plan se ve interrumpido por el sonido del ascensor. Me detengo a esperar quien sale de él, doy un paso atrás.
—Phoebe. —Sonrío, desde hace una semana atrás he conseguido que Sawyer me llame por mi nombre. —La señora ha venido a preguntar por ustedes.
Una mujer de mediana edad, con unas cuantas canas asomándose en su cabellera, de baja estatura y con un aura a la perspectiva, bastante buena, está a su lado.
—Si. Sawyer, ya me encargo yo de atenderle. Eh, hay que llamar abajo para avisar que vendrán a dejar las cosas de la bebé, ¿Puedes encargarte de ello, por favor?
—Está bien. Iré un momento abajo para esperar, cualquier cosa... Me llaman. —Mira de forma extraña a la mujer. —Con permiso.
Con su elegante traje y a pasos rápidos se adentra en el ascensor. Me quedo sola con ella, está con los brazos cruzados, paciente y esperándome.
—Soy Phoebe Gre... Zimm... — ¡Jodida mierda! Ya no sé ni qué apellido usar—Phoebe.
—Nancy Fisher. —Tiende su mano y yo la tomo. —El señor Zimmerman me ha contratado. —Por medio segundo creo que habla de mi suegro, pero no, se refiere al amor mío. — ¿Señora Zimmerman?
—No. —Me apresuro a decir. —Esa es mi suegra, si queremos llevarnos bien, agradecería que me dijese Phoebe. Nancy, ¿Verdad?
—Si... Phoebe. —Me sonríe. Suelto su mano, no era consciente de que la estaba sosteniendo aún.
— ¿Ha hablado con mi esposo sobre los pagos y esas cosas, verdad?
—Sí, sí. La cantidad y fechas ya están establecidos en mi contrato. Además de las características del lugar.