¿Dónde demonios está?
Doy vueltas por toda la habitación para descubrir de dónde proviene el sonido, mi móvil suena sin descanso y no sé en dónde lo he dejado, solamente puedo escucharlo. Y bueno, ayer estaba tan cansada que ni siquiera recuerdo cómo llegué a mi habitación de hotel. Cinco minutos sin parar, lo más seguro es que sea Paul, con lo locamente controlador que está. Cuando creo que estoy cerca de dar con él, deja de sonar, ¡Vaya suerte la mía!
Dos toques resuenan en la puerta.
— ¡Voy! —Grito en medio de mi desesperación. Voy a la puerta para abrir. —Dime, Sawyer.
—Es Paul —me tiende su móvil y yo lo cojo. Sabía que no iba a vencerse tan fácil.
—Gracias. Sawyer, necesito un favor, creo que mi móvil se ha caído debajo de la cama, ¿Me ayudas a sacarlo?
—Por supuesto.
Lo dejo entrar a la habitación, mientras me dirijo al balcón para contestarle. Imagino lo desesperado que debe estar, creo que es la primera vez que tardo tanto en tomarle una llamada. Tras dos semanas fuera de Seattle, con él a todas horas en el teléfono para cerciorarse de que todo vaya bien, debe estar impaciente porque regrese hoy.
—Hola, mi amor —digo con toda la dulzura que puedo. —Antes de que digas nada, mi móvil se ha caído debajo de la cama y no he podido cogerlo, ya le he pedido ayuda a Sawyer con ello.
—Cariño, ¿Cómo es que el aparato ha ido a parar allí?
—Ayer estaba muy cansada, lo más seguro es que haya tirado todo y en eso se ha ido el móvil. ¿Para qué me llamabas?
—Voy camino a la oficina y quise darte los buenos días, es todo. Me desesperó que no cogieras las llamadas, por ahora que sé lo ocurrido, estoy tranquilo. —Pongo los ojos en blanco, mi exagerado alemán la ha vuelto a hacer. — ¿Si vienes esta tarde?
—Si, Paul. Posiblemente estemos en Seattle para las cuatro.
—Perfecto, ¿Llamo a la doctora Smith para confirmar la cita de hoy?
—Si, hazlo. Ya hemos retrasado eso por mucho tiempo. —Escucho que nuevamente llaman a la puerta, ya sé que es el aviso de que es hora de irnos. —Mi vida, creo que ya han venido por mí para irnos a la librería. Te llamo cuando estemos en el vuelo de regreso, ¿Si?
—Vale, pero me llamas. Y cariño... —deja las palabras en el aire por unos segundos— te amo.
—Me robas el corazón, Paul. Te amo, adiós.
Suspiro y veo como la llamada finaliza. Tan mono que es él. Regreso a la habitación para entregarle el móvil a Sawyer, y él me da el mío. Me dice que Braulio ha venido para que nos vayamos. Le pido unos minutos para pasar al baño, cuando termino, me lavo las manos, cojo mi móvil con mi pequeño bolso. Él me está esperando, como siempre, camina tras de mí hasta llegar al lobby, donde todos me están esperando. Mi pequeño, pero efectivo equipo de trabajo. El trayecto lleva poco más de una hora para poder llegar, Lucy aprovecha para darme las últimas indicaciones y leves cambios realizados por los organizadores, el resto del trayecto aprovecho para dar una pequeña siesta.
Al llegar, las primeras personas están haciendo fila para entrar, me doy tiempo de tomarme algunas fotos, después de todo también van a la página web que han creado para mí, es enteramente manejada por Braulio, más nadie que no sean los creativos, tienen acceso a ella. Están terminando de dar los último los retoques a la sala, saludo a dueños y organizadores antes de pasar al espacio que me han dado para arreglarme. Cubro con un poco de base las manchas que me han salido en la cara, lo cual, al igual que la aparición de estrías son lo más normal del mundo durante el embarazo.
Media hora más tarde, se puede escuchar el bullicio de la gente. Justo cuando se abren las puertas para la entrada. Cuando me dan la orden de salir, muevo la mano para saludar a quienes se encuentran ahí antes de tomar mi lugar en la mesa. Uno, dos, tres... cuarenta... Cien... Mi mano empieza a doler y estoy cansada, opto por no levantarme al momento de tomarme fotos, ponerme de pie y sentarme muchas veces seguidas, es algo que no puedo permitirme. Pido tiempo para tomar un breve respiro, la misma posición durante mucho tiempo hace que me duela la espalda más de lo normal. Un jugo, un breve masaje en los hombros y un cambio de zapatos después, regreso a escena.
Firmo el último libro y veo tras de la persona para cerciorarme de que no hay más. Le agradezco por venir, accedo a la foto y pronto emprende el camino a la salida. Dejo el marcador sobre la mesa y me recuesto en el espalda, todo este trajín era mucho más fácil cuando Rose aún no me tomaba como su incubadora.
—Hemos terminando con los compromisos, Phoebe. Es hora de regresar a Seattle, ¿Puedes viajar o retrasamos un poco el vuelo para que te repongas. —Habla Lucy muy cerca de mí.
—Quiero estar en Seattle cuanto antes —le digo con los ojos cerrados. —Estoy exhausta, pero puedo dormir un poco durante el vuelo. Vámonos de aquí.
La miro.
—Andando entonces. Braulio está resolviendo unas cosas de las cuentas, podemos adelantarnos para ir al auto —asiento levantándome. —Vamos gordita, salgamos de aquí.
—No me apresures tanto, Lucy. Soy un bodoque, así que, sin mucha prisa por favor. —Ambas reímos. Caminamos con los brazos unidos. —Con todo este relato ni tiempo de hablar hemos tenido, ¿Cómo está mi amigo?
—Jeffrey, más feliz que nunca en su vida. Ahora que las medicinas son solo para casos de emergencia, le permiten hacer muchas cosas que antes no.
— ¿Y ustedes dos? Tú con Braulio.
—Fantástico. Cuando regresemos a Seattle, oficialmente viviremos juntos en su apartamento, con la preciosura que tiene como madre. Ella es adorable y mi hijo le ha tomado mucho cariño. Descubrí que él le llama papá cuando hablan por teléfono —dice con desgane en su voz.
—Eso es genial, amiga. Que el niño le acepte de esa forma es estupendo y que tengas a la suegra de tu lado es fantástico.