ESPECIAL PAUL:
Mi primera parte de la reunión resulta ser todo un éxito, las nuevas condiciones de distribución han sido consensuadas y establecidas, a falta de la firma, nos tomamos un breve receso para que sean impresos y revisados por los abogados. Aprovecho para llamar a Phoebe, estoy intranquilo de estar aquí y ella allá, pese a saber que está con muy buena compañía. Noto algo extraño en su voz, como quien quiere hacer una confesión de algo malo, en primera me dice que ya ha hablado con sus padres y que su relación ha vuelto a la normalidad, con mucha precaución, me suelta de una que ayer no la pasó bien y tuvo una baja de presión que fue controlada por Ethan. Me preocupa tanto, que le comunico la pronta visita que haremos a la doctora para que tenga una debida revisión y evitar sorpresas más adelante, es por su bien y el de nuestra hija. Pero ella no lo toma así, se enoja conmigo y acaba por cortar la llamada. Pido paciencia al cielo, no es su culpa, voy a dejar que esté más tranquila y menos a la defensiva para marcarle otra vez. Antes de que pueda guardar el móvil en el bolsillo, me repica, observo su nombre en la pantalla y se me desprende una sonrisa, mi preciosa. Quedamos en que iremos con la ginecóloga, esta vez lo toma a bien, mañana cuando esté en Seattle pondré la cita para que no haga trampa.
—Ya está todo listo, la reunión en cinco. —Me anuncia Theodore. Mientras se termina su café.
Le hago de seña que estoy al teléfono y en un momento estoy con ellos. Le informo a mi precioso amor que he de terminar la llamada, quedamos en que llamaré cuando vaya a subir al avión para avisarle que vamos de regreso.
—Te amo, preciosa. —Le digo con mucho cariño. Cuánto la amo, y es en serio, ni siquiera sé si exista una medida suficiente para ello.
—Y yo te amo mucho más, guapísimo.
Termino la llamada, con su dulce voz en mi mente, regreso a la sala de reunión para poder continuar. Releemos las condiciones para cerciorarnos de que todo esté como lo estipulamos con anterioridad. Los documentos pasan por nuestras manos para depositar las firmas en cada una de las copias del mismo. Me siento liberado cuando puedo estrechar la mano de los directores de las distribuidoras para despedirnos, dejo ir toda la tensión que han dejado estos días al pasar por el umbral de la puerta. En compañía de Theodore nos encaminamos a buscar el taxi que nos trasladará al hotel donde nos hospedamos, sufrimos del poderoso e insoportable tráfico, casi en medio de una odisea conseguimos al fin llegar. Cada uno se va a la habitación que le corresponde, yo en lo particular, que tengo maletas por hacer. Antes de nada, me cambio el traje por la ropa con la que haré el viaje, algo menos formal y mucho más cómodo. No hago el menor esfuerzo en que la ropa vaya bien doblada, por primera vez dejo a un lado el orden, consigo hacer que todo quepa en el equipaje. La puerta de mi habitación suena en el momento justo en que le estoy dejando en el suelo.
—Un momento —enuncio encaminándome a la puerta para ir a abrir. Al hacerlo, Theodore está ahí. — ¿Necesitas algo?
—Por supuesto, que me acompañes al bar del hotel. Luego de tanto días estresantes, te invito a una copa para celebrar que por fin se acabó. —Frunzo el entrecejo, no creo tener muchas ganas para tomar una copa. —Anda, buen marido. Mi hermana no va a pegarte por distraerte un poco, yo te cubro.
—Ella no es controladora, no digas tonterías. —Lo empujo fuera de la habitación y saco la llave para salir. —De antemano está dicho, tú has invitado, te toca pagar.
— ¿Te truena el codo? No puedo con tu codería, desde luego —admiro en mi cuñado que nunca pierde el buen humor, sin importar la hora o lugar. Su seriedad parece solo aparecer en los negocios. —Estoy bromeando, claro que yo invito.
—Como debe de ser, porque me he dejado la cartera en la cama.
—Que casualidad —ironiza en tono de broma. Al entrar al ascensor, vuelve a hablar. — ¿Problemas en el paraíso? Mi hermanita te ha dejado colgando la llamada.
—Nada de problemas. Estoy muy ansioso porque nazca Rose, no sólo porque le podremos tener con nosotros al fin, sino también por lo que representa que las hormonas de Phoebe ya no estén revolucionadas por todo y nada, estoy a poco de volverme loco por ello. En cuanto te sonríe, quiere matarte. —Salimos del ascensor cuando se detiene en la primera planta, tomamos el pasillo que lleva al bar. —Ayer arregló el mal entendido con tus padres en la cena que tuvo en casa de la tía Mía. Pero antes de eso, se ha descompensado por todas las emociones reunidas, se molestó porque le he dicho que iremos con la ginecóloga, después llamó para disculparse, y terminó muy romántica. Llevo unos meses de sube y baja con ella, pero bueno, es algo con lo que se aprende a vivir. Mujeres, no puedes con ellas, pero tampoco sin ellas.
—Joder, cada vez que escucho hablar de esas benditas hormonas, menos ganas de tener hijos me dan. Incluso, he pensado en la adopción como método, en un dado caso. —Enarco una ceja, divertido. —Soñar no cuesta nada, porque ya luego me toca regresar a la realidad, si quiero hijos con la mujer que me enamora.
Nos sentamos en la barra para esperar que nos atiendan, el lugar se ve bastante bueno, no sería un lugar que visitaría con frecuencia, pero sí obtiene un buen puntaje. Ambos pedimos whisky, con hielo para que no se suba tanto. Conversamos de asuntos varios mientras nos tomamos la primera ronda, quedamos en una segunda que será la última.
—Estas van por parte de las dos señoritas —nos informa el bartender. Los dos miramos a la dirección que se nos señala.
Dos mujeres, muy bonitas, he de aceptar, están sentadas en una de las mesas, solas. Debe haber una buena formar de regresarles la amabilidad.
—Llévales una botella del mejor vino que tengas —le digo al chico. —Y préstame un papel y lápiz, por favor.
Me lleva lo que le pedí en cuestión de segundos, aprovecho que se va por la botella para escribir sobre el papel.