Observé todo el camino pensando en lo insignificantes que en realidad somos, tantos días vividos, a tantos lugares a los que había ido y tan sólo conocía poco menos de la mitad de mi país, y en muchos lugares sólo iba de paso, pero ahora me encontraba entrando a una nueva ciudad para mí, de tan hermoso país; jamás me habría imaginado en un país tan ingratamente desconocido a mis ojos, la ciudad era realmente hermosa y jamás me cansaré de decirlo. Al llegar a la terminal pegué un par de volantes y corrí con discreción para tomar un taxi, al taxista sólo le pasé un papel con el nombre del hotel y él me llevó sin cruzar ni una sola mirada conmigo. Le pagué y agradecí, había sido el mejor viaje en taxi de mi vida, el chofer jamás me dirigió la palabra y esto era lo mejor puesto que en mi país siempre terminas enterándote de la vida del taxista y hasta le das una pequeña ayuda monetaria para que pueda ayudar a su perro enfermo.
Llegué al hotel y estaba sorprendido, parecía hotel de películas, un candelabro ostentoso y cálido, muy alto por cierto, una alfombra roja como si fuera una entrega de premios, los recepcionistas tenían pequeños bigotes ondulantes pero muy finos, debajo de los cuales se asomaban palabras en inglés y luego en español con un acento pesado, con un pequeño ronquido húmedo, gracioso, me sentí en una película del agente 007 al acercarse una mujer de un largo vestido plateado, la diferencia aquí fue que ella no me habló, ni siquiera supo que yo estaba allí, pero no me impidió fantasear con que esta elegante mujer fuera una criminal y tuviese secuestrada a mi Nataly en una horrible y fría mazmorra tratando de sacarle información acerca de mí, el agente 00…
– Disculpe Monsieur, ¿Desea tomar una habitación? –tan magnífico acento reventó mi burbuja de ilusión, no me quedó más que volver a la realidad y mirarle a los ojos al recepcionista, sólo pensé un momento lo que me dijo y al caer en cuenta y poner mis pies en la tierra, asentí con la cabeza.
Instalado en mi cuarto, con una guía turística en mis manos que encontré en una pequeña mesa, tracé una ruta de aquella ciudad por donde pegaría todos los volantes, eligiendo los lugares más importante y concurridos, iniciaría al día siguiente con todos los ánimos puestos.
2 meses habían transcurrido sobre una rutina aburrida y agotadora, la ciudad llena de volantes casi que por completa, 4 llamadas y 17 mensajes de aliento de números desconocidos, 1 año desde la última vez en que pude tener al amor de mi vida en frete de mí, pero 0 señales de ella.
Qué larga fue mi estadía en Tolouse, sin resultados, aún; mi francés había mejorado considerablemente, ahora los meseros sí me traían lo que yo les pedía, bueno, la mayoría de las veces.
Con palabras de mi madre en la cabeza, una carta enviada al señor Druan y muchas ganas de encontrar a Nataly, partí con destino a Burdeos.
Estos días fueron todos los mismos, de tal manera que percibía los meses que pasaban como horas en un largo día, fue tan igual todo, llegué al Novotel Bordeaux y me sentía igual que en Tolouse, pero sin fantasear, de nuevo al cuarto a trazar la ruta para mi propósito. Luego pegué cuantos volantes pude en esos dos meses y me preparé para ir a mi siguiente destino, Narbona, al hotel Hôtel la Résidence, en este hotel me sentí muy familiarizado, tenía decoraciones muy hogareñas, es como si fuese una gran cabaña social, estuvo mejor mi estadía allí.
En este punto ya habían transcurrido 15 meses desde la última vez que había hablado con Nataly y seriamente me preguntaba si ella ya tendría un amor por aquí; me fatigaba pensarlo pero debería hacerle frente puesto que sería muy entendible que así fuese.
En Narbona me sentí muy bien, la gente de ahí era muy cálida y de hecho recibí una enorme cantidad de mensajes y llamadas, al punto que tuve que modificar los volantes para agregar que quien quisiera escribirme lo podría hacer, pero que por favor no me llamaran porque sólo esperaba una llamada en específico, por suerte luego de esto las llamadas cesaron, pero eran muchísimos mensajes. Es ésta ciudad me di unos días para disfrutar de la magia que allí yacía.
16 meses sin verla y mis esperanzas se aferraban con garras de animal herido, pensé muchas veces en desistir, pero también pensé que mejor me hubiera quedado en mi casa con mi madre, con mis estudios, si había llegado hasta tan lejos no me rendiría hasta intentarlo todo.
El día en que salía de Narbona recibí una llamada algo extraña, una voz calurosa y de timbre suave me dijo: – Matt –sólo eso, entré en shock, no podía creerlo, no quería ilusionarse, y con sabia razón no lo hice, sólo era una chica más, un poco conmovida con lo que en el volante había escrito, me dijo que si no encontraba a Nataly ella estaría encantada de tomarse un café conmigo, me subió un poco el ánimo aquella llamada, pero sólo agradecí la cordialidad y colgué.