La chica del bus

X CAP ¿EL FINAL?

Pero qué carajo sucedería ahora, mis ojos casi vieron la materia gris de mi cerebro tratando de mirar hacia adentro, dejé salir un suspiro y permití que mis ojos se posicionaran nuevamente en su lugar para luego voltearme yo. Dudé en si debía perder mi tiempo con algo que a lo mejor sería la más grande estupidez, la azafata llamándome para recordarme que había olvidado mi billetera en las sillas donde aguardaba mi vuelo, probablemente una chica más, como aquella que me llamó, quien creí también que se trataba de ella; por qué ahora sería diferente, por qué y aunque fuera ella debía gritar mi nombre con tal sentimiento, injusto si era y triste más aún, tanto tiempo tratando de encontrarla y justo en mi último día en aquel país saldría ella gritando mi nombre, dando conmigo en tan inoportuno lugar, cómo si no hubiese sido suficiente con mi número telefónico pegado y compartido por medio país para encontrarme, debía de hallarme en el lugar donde nadie tenía idea de que yo estaba, que ridículo pensar todo esto, pero sin malgastar mi tiempo en pensamientos sin sentido no hice más que girarme para convencerme de que en realidad no era nada, pero no me pude convencer de ello, pues un par de ojos que ahora me miraban con vida propia flotando en un pequeñísimo océano de lágrimas me cautivaron, mataron mis intenciones, alimentaron mi alma, abrieron la puerta a mis queridas ilusiones, y mi esperanza, tomó de la mano a mi corazón para salir corriendo de mi pecho e ir con quien provocaría sus más drásticos cambios de ritmo.

Lo que jamás pude imaginar, deseos que a poco morían por una insoluble desilusión a manos de miradas escasas y besos jamás compartidos. Era ella, Nataly, quien me miraba con un cúmulo de preguntas sin aparentes respuestas, sólo me miraba como quien no imagina ser amado, como quien en medio de su soledad descubre que le han acompañado y que han estado consigo a unos cuantos pasos más atrás, me miró con ilusión, con amor tal vez, asombro y una pizca de odio; y yo la miré.

Solté mi maleta de mano y caminé a pasos de gigante, mis torpes pies se sincronizaron perfectamente para danzar al ritmo de mis latidos, mis brazos hormigueaban confundiendo a mis dedos que sin previo aviso temblaban incontrolablemente, mis labios trataron de dibujar una sonrisa pero las lágrimas que por mis mejillas bajaban tomaron el control y obligaron a mis labios a temblar, resoplando con pasión, anhelando con dolor, suspiro tras suspiro y mis piernas recibían más flujo de sangre, caminata un poco más agitada y un pequeño trote tomó control de mí; mi corazón bombeaba lo suficiente, con las fuerza con la que resisten besarse los amantes a escondidas, enloquecí para mí y por culpa de ella.

Vi que sus piernas aunque perplejas, la impulsaron y tambaleó su cuerpo para luego caer sobre mí, en lágrimas de angustia, deseo y nostalgia, latidos que me regalaban la más hermosa melodía, mi corazón canto en su sonata y sus ojos me miraron, con amor, sólo eso lo puede explicar, el amor puede provocar que tu alma sea reflejaba a través de ojos ahogados, como naufragio perdido en el fin del mundo.

Sus labios privados de quietud rogaban control, no tuve de otra, debía salir nuevamente triunfante aunque perdiera mi poca cordura en sus carnosos placeres, de un beso pude amarle y diamantes que sellaron el indecente acuerdo que en mí se habría firmado, aprobaron mis necias ganas por tenerla conmigo al besarla con mi alma. Sus labios por fin tomaron control y besándome con pasión entre inocentes sonrisas, murmullos y suspiros sentí que me amó, besos y besos, un abrazo eterno, un amor en manos del destino y unas palabras diciendo – ¿A qué viniste? –, yo no había venido a nada, tomé sus mejillas entre mis manos y entre unos cuantos besos más le dije – vine, por ti, porque te amo.

 

...



#46642 en Novela romántica

En el texto hay: destino, pasion y deseo, amor

Editado: 08.04.2019

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