La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo: 04 - «Me persiguen»


Me persiguen. Corro lo más rápido que puedo, mientras me abro paso por el bosque saltando y esquivando los troncos y árboles que obstaculizan mi paso.

Me encuentro en un bosque que jamás había visto o estado. Es de noche, todo está oscuro y lo único que ilumina mi camino es la luz de la luna llena.

¿Cómo llegue aquí?, no lo sé, ¿qué me persigue? No tengo idea, pero sé que necesito escapar de ello.

Quiero detenerme y mirar atrás para saber de qué exactamente huyo, sin embargo el pavo al sentirlo cada vez más cerca solo hace que intensifique mis pasos para escapar.

Continúo corriendo sin detenerme hasta que finalmente dejo de escuchar sus pasos. Entonces, me detengo, exhausto con la respiración agitada y el corazón latiendo a mil por una, miro hacia atrás pero como he de esperar, aquello ya no estaba.

Durante unos minutos trato de restablecer mi respiración, al mismo tiempo que recorrió todo la mirada. Aquello de lo que huía al parecer ya se había marchado, al menos por el momento.

Cuando finalmente recupero mi respiración normal, retomo el paso, necesito salir de aquí.

Conforme avanzo, observo todo con atención y me digo a mí mismo que esto definitivamente debe ser un sueño, pero me pellizco y nada pasa.

¿Cómo llegue aquí? esa era la gran pregunta, sin embargo, el salir de aquí era primordial para mí en estos momento.

Sigo avanzando hasta que me doy cuenta de que estoy caminando en círculos, ya había pasado varias veces el mismo árbol, o al menos eso parecía.

Más que nervioso o asustado, frustrado recorro todo con la mirada necesito encontrar la manera de salir de aquí. A punto de enloquecer veo a lo lejos una cabaña, cabaña que no había visto antes pero a la cual definitivamente iría. No obstante, en el momento que me dispongo a ir hacia la cabaña, alguien grita mi nombre.

— ¡Sebastián! —fue un llamado tan claro y desesperado que instantáneamente giro para ver de quién se trata.

Pero al girar no veo a nadie, sin embargo veo un lazo rosa amarrado a un tronco. El lazo parecía brillar entre la oscuridad, por lo que sin pensarlo me acerco.

Aquel lazo sostenía una identificación o al menos eso parecía. Desato el lazo y tomo aquella identificación, la cual estaba cubierta por el lodo, era básicamente imposible poder leer lo que tenía plasmado, por lo que empezó a removerlo.

El lodo estaba seco, era difícil removerlo, sin embargo logro quitar lo suficiente para revelar la foto. Era de una chica, bastante hermosa, pero que a pesar de nunca haberla visto, algo en ella me resulta familiar.

— ¡Sebastián! —aquella voz vuelve a llamarme en el momento que trato de descubrir el nombre de la chica. Pero esta vez su llamado fue distinto—. ¡Sebastián! —la voz se escuchaba cada vez más desesperada, pero al mismo tiempo malévola.

Instintivamente guardo en mi bolsillo trasero, el lazo y la identificación, para luego dirigir mi mirada hacia dónde provino la voz.

El bosque cada vez se oscurecía más, las estrellas en el cielo habían desaparecido y la luz de la luna llena parecía pagarse más cada segundo. Empezaba a quedarme en completa oscuridad, ya no podía ver nada y para rematar, el viento helado me golpeaba con fuerza. Me estaba congelado.

— ¡Sebastián! —aquella persona continúa llamándome, pero no parece frente a mí lo que me molesta.

— ¡¿Qué?! ¡¿Qué quieres?! ¿Para qué me llamas? —interrogo molesto mirando en todas las dirección.

—Sebastián... —continua diciendo mi nombre una y otra vez, y conforme lo va diciendo lo escucho cada vez más cerca, pero no podía verlo.

— ¿Qué quieres maldición? Aparece de una vez —Grito furioso, buscándolo con la mirada. Pero entonces pasa algo que me hace que todo mi vello se erice.

—No... No lo llames Sebastián —la voz de una mujer se escucha en mi cabeza, lo que provoca que me paralice del susto. Pero entonces siento una mano fría depositarse en mi hombro derecho sobresaltándome, inmediatamente la alejo y giro. Encontrándome con algo mucho peor que me dejo literalmente estático.

Un grupo de sombras o siluetas extrañas me observaban fijamente. Cegado y paralizado por el miedo, solo se me ocurre empezar a rezar en voz alta. Pero entonces una de las sombras se empieza acercar. Solo puedo cerrar los ojos en espera de mi destino.



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Despierto alterado con la respiración agitada y el corazón latiendo a mil por una, empapado de sudor pero sintiendo un frío infernal. Tomo un respiro mientras trato de calmarme, pero en el momento que dirijo mi mirada hacia mi ventana un grito aterrador se escapa de mis labios.

Un gato negro se encontraba mirándome fijamente desde la ventana, la cual por alguna razón se encontraba abierta.

Grite tan fuerte que termine despertando a mi hermano, quien duerme en la habitación del lado.

Samuel entra sobresaltado a mi habitación con un bate en la mano— ¡¿Qué?! ¡¿Qué paso? ¿Qué paso?! —indaga, al momento de encender la luz y recorrer la habitación con la mirada.

— ¡Ese maldito gato me dio un susto de muerte! —exclamo, aun con mi mirada fija en el gato. Quien con sus ojos brillosos no dejaba de observarme en silencio.

— ¡Maldición! Susto de muerte me diste tú a mi hombre —establece, para luego adentrarse al cuarto, espantar al gato y cerrar la ventana.

Expulso un suspiro de alivio, mientras me siento bien en la cama. Mi respiración aún se encontraba agitada y los latidos de mi corazón los podía sentir en la garganta. Samuel se sienta a mi lado, él también estaba agitado, supongo que del susto.




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