La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo: 08 - «Recuerdos».

Un grupo de gatos se encuentran en mi habitación, y a decir verdad esta situación ya no sólo me desconcertaba sino que me molestaba bastante. Ya empezaba a hartarme de cerrar las ventanas, para que después sin explicación alguna volvieran abrirse. Y peor aún, que un grupo de gatos entrasen por ellas.

En estos momentos, realmente empezaba a ver de manera factible ir a visitar a un psicológico «Quizás esté perdido la cabeza», no obstante, ese pensamiento se ve rápidamente opacado en el momento que enciendo la luz, y todos los gatos que estaba viendo desaparecen, las persianas aún están abiertas sin embargo no hay ni rastro de los animales que veía hace un segundo «¿Acaso lo imagine?, no lo creo». Ahora ir a la iglesia, se ve más conveniente, porque definitivamente lo que me está sucediendo ningún psicológico me lo podrá explicar ni resolver.

A pesar de lo ocurrido, simplemente decido no darle más vueltas al asunto, porque sé que pensar en ello solo me desquiciara más. Y estresarme en estos momentos sumado con la pérdida de mi teléfono no es conveniente ni para mí, ni para las personas que puedan estar cerca de mí en ese momento.

Cierro las ventanas, para luego apagar la luz y acostarme. En este momento, dormir no es algo que me emociona pero es lo mejor que puedo hacer.

Por alrededor de una hora, permanezco con mi mirada fija en el techo de mi recámara «No tengo sueño».

Luego de unos minutos me canso de estar acostado, por lo que me levanto y bajo al patio «Tenía mucho tiempo que no salía al jardín». Se siente muy bien sentir el aire fresco en mi rostro.

Al bajar me siento en uno de los balancines mientras contemplo el cielo, al mismo tiempo que inevitablemente vuelvo a pensar en todos los sucesos que me han estado pasando.

Saco la identificación de mi billetera y la observo con atención. Este carnet en un poco extraño, en el sentido de que literalmente tiene toda la información de la chica; cosas como el número de teléfono, la altura y peso no son datos que habitualmente se encuentren en una identificación, a exención del carnet de conducir la cual sí tiene la altura y peso.

Al examinar su número de teléfono la tentación por llamar es un riesgo que no me puedo atrever a correr, ya que así como Arioch tenía en su posesión esta identificación lo más probable es que también tenga el teléfono de la chica. Este pensamiento me recuerda aquellas preguntas sin respuestas que continúan carcomiéndome. «¿Cuál será la relación de Arioch con esa chica? Y ¿Qué tengo yo que ver en todo esto?».
 

Flashback

—Sebastián hazme caso, todo eso es por quererte juntar con esa chica. Ella no es normal hombre, mejor aléjate mientras puedes —reitera Erick. Esta es la tercera vez que me lo dice desde que empecé hablar.

—Yo no creo en supersticiones, sin embargo si reconozco que es extraño, pero por eso voy averiguarlo —establezco al mismo tiempo que voy recibiendo mi comida.

—Pues yo sí creo, y definitivamente esa chica tiene una energía muy sombría —menciona Joseph. Solo ruedo los ojos—. Y sabes muy bien Sebastián que con cosas así no tiendo a equivocarme —me dice en voz baja para que nadie lo escuche además de mí.

Fin del Flashback
 

De repente las palabras de Joseph retumban nuevamente en mi cabeza, provocando que inevitablemente empiece a considerarlas. Por más que quiera ignorar los acontecimientos ocurridos, no puedo negar el hecho de que todo empezó a suceder el día que desate su lazo. Lo recuerdo bien, porque después de ese momento fue que empecé a ver, y escuchar cosas que otros no. Quizás esté equivocado, pero por ahora, es la única conclusión que se me ocurre.

Comienzo a sentir una picazón en muñeca derecha, por lo que rápidamente dirijo mi mirada hacia esta. Mi expresión pasa de estar irritada a confusa en el momento que me percato de que esta está rodeada por un lazo rosa. Al darme cuenta de ello no solo mi ceño se frunce, sino que también me hace acordar aquel encuentro, en el cual ella me habló por primera vez.
 

Flashback

—Realmente ¿somos amigos? —pregunta de la nada.

—Por supuesto... —respondo al instante—. Claro, si tú quieres —finalizo. Ella sonríe para luego sin previo aviso tomar mi mano derecha y rodearla con sus manos su acción me toma totalmente desprevenido, pero no me inmuto.

Nuevamente vuelvo a sentir la frialdad de sus manos, «tan frías como dos cubos de hielo, así las sentía sobre mi mano», lo que provocó que todo el vello de mi cuerpo se erizará, no obstante no me atrevo a alejarme.

—Gracias —me susurra mientras envuelve mi muñeca con aquel lado, formando un moño con este.

Confundido por sus palabras digo—. ¿A qué te refieres?

—Gracias por ayudarme —dice aun con su mirada en mis manos—. Y lo siento... —murmura luego de unos minutos, finalmente fijando sus miradas en mí, ella me miraba directamente a los ojos, y en tan solo segundo me vi capturado por sus ojos, los cuales como aquella vez parecía decirme todo y nada a la vez. Ella suelta mi mano para entonces susurrar—. Pero pienso aprovecharme de tu bondad —su voz fue tan baja y poco entendible que no pude entender con claridad nada de lo que decía.

Fin del Flashback

 

Al recordar lo sucedido aquella noche, un mar de idea y explicaciones absurdas empiezan a formarse en mi cabeza. Observo nuevamente mi muñeca, pero no hay lazo, sin embargo, aun siento como si lo tuviera, sentía como si algo me apretara en esa zona, aunque el ardor que sentí hace rato ya se ha desvanecido.

Intento de recordar las últimas palabras de que ella me dijo aquella noche, sin embargo por más que trato no puedo.

—Entonces botaste el teléfono —La voz de mi hermano se hace presente, provocando de que salga de mis pensamientos y regrese a la realidad.




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