La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo: 29 - «El tiempo se acabó».

Martes 15 de noviembre del 2016
Casa de la familia Bullock
10:24 A.M.
Narrador

 

La residencia de los Bullock no podía estar más tranquila, un silencio sepulcral rodeaba la casa de tal manera que ni siquiera los entusiastas pájaros apoyados en los árboles del jardín se atrevían a cantar como de costumbre.

Después de la discusión del señor Ewan con su hijo por teléfono, toda el aura de la casa se tornó pesada e incómoda. De la rabia había aventado un florero contra la pared, a raíz de esto una discusión surgió entre los señores.

La más joven de la familia no tuvo que presenciar tal acto, ya que se encontraba en la escuela, sin embargo, el mayor de los hijos y la ama de llave no contaron con esa dicha.

Sebastián llegó a la casa alrededor de las nueve y cuarto de la mañana, sin embargo, no tuvo el valor de adentrarse a la casa, por lo que aún permanecería en el garaje. Nadie en la casa noto su presencia, pese a que la primera hora se estuvo esperando su llegada.

El garaje se ilumina en el momento que Samuel enciende la luz al adentrarse a este en busca de unos artículos que pronto pasaron al olvido en el instante que visualiza a su hermano, sin pensarlo se acerca a él.

— ¿Estás durmiendo? —Inquiere tentándolo sutilmente con el pie izquierdo, después de esperar unos minutos a que eleve la cabeza, pero no lo hace.

Sebastián se encontraba detrás de la escalera, sentado en el suelo con sus rodillas a la altura de su pecho y su rostro escondido entre estas, a su vez sus manos rodeaban sus piernas dándole soporte. Parecía un niño escondido en un rincón por miedo, y lo era.

El chico no reaccionó ante la presencia de su hermano, por lo que fue necesario que Samuel volviera a tocarlo con el pie para que este abrirá los ojos. En realidad, si se había quedado dormido.

Sus ojos se contraen a consecuencia de la luz, y su expresión no hace más que hacerle gracia al chico frente a él. Una vez se adapta a la luz, observa a su hermano.

—¿Sí? —Dice por fin con voz débil antes de soltar un bostezo. Samuel sonríe.

— ¿Qué haces aquí escondido? —Pregunta en ese tono de voz que deja a entender el detrás de su pregunta.

— ¿Papá está? —Pregunta, su nerviosismo fue tan evidente que no pudo evitar sonreír, por un segundo se pensó decirle que sí, pero vista su expresión desistió de la idea.

—No. Salió hace una hora. —Responde alejándose y adentrándose más al centro. —Tienes suerte que lo han llamado del trabajo y no ha podido negarse a ir. Y bueno, el que mamá haya insistido en que se marche también ha ayudado un poco. —Señala recostándose del auto aparcado detrás de él. — ¿Qué le dijiste? Tenía años que no lo veía en ese estado. —Curiosea, pero este no le responde. —Lo que sea que dijiste será mejor que te disculpes en cuanto llegue, de manera que no le dé tiempo de ir a ti porque si no estaremos festejando tu funeral. Estaba furioso. —Enuncia en tono serio.

—Sería lo mejor. —Murmura entre los dientes. —Mi muerte me salvaría de todo. No más problemas ni angustia. No respiraría, pero al menos no sentiría la agonía que siento en estos momentos al hacerlo. —Plantea cabizbajo mientras contiene las lágrimas. Un nudo se había formado en su garganta y su pecho empezaba a presionar con fuerza.

— ¿Por qué dices eso? —Pregunta confundido, al acercarse y ver sus ojos cristalizados no hace más que preocuparse. — ¿Qué es lo que te pasa hermano? ¿Qué te aflige? —Indaga confundido, el chico niega incapaz de responder sin sollozar, para luego ocultar su rostro entre sus piernas y de igual manera sus lágrimas. Su hermano se arrodilla a su lado. —Somos una familia. Lo que sea que te suceda lo superaremos juntos. No estás solo. —Le recuerda, porque al ver su rostro sintió que debía recordárselo. —Solo habla. Dinos lo que te pasa y buscaremos la manera de resolverlo. —Le alienta acariciando su hombro izquierdo.

Tras unos segundos el rubio eleva su mirada para ver a su hermano, este estaba a su lado viéndolo con preocupación. Tan pronto alza el rostro su hermano limpia inútilmente las lágrimas que ahogaba sus mejillas.

—Me siento acorralado. —Suelta con voz entrecortada luego de unos minutos de silencio. —Estoy acorralado. —Se corrige. —Me he metido en un problema sobrehumano del cual no sé cómo salir. —Inicia limpiando sus lágrimas, las cuales ya no dejan de salir —No sé qué hacer o a quien acudir, nadie puede ayudarme y yo no puedo hacer nada tampoco. Estoy perdido hermano. —Su respiración agitada al unísono con su voz apenas entendible reflejan su estado deplorable. —Mi bote se hunde bajo a mis pies y no tengo nada con que repararlo ni con que mantenerme a flote. Me hundo junto con él. —Concluye y explica su situación de la mejor manera que puede antes de estallar en llanto.

—Sebastián. —Dice tan afligido como sorprendido. Nunca lo había visto así.

—Es sofocante. —Inicia limpiándose de manera brusca el rostro. —Solo quiero que se hunda de una vez. Ahogarme tan rápido que no me dé tiempo a reaccionar. Pero no lo hace, es tan lento y asfixiante que siento que voy a estallar, pero no lo hago, es una tortura. —Explica mirando fijamente a su hermano, quien se encontraba estático a su lado procesando sus palabras. —No sé qué hacer, voy de un lado al otro buscando ayuda, pero no. No hay nadie que pueda ayúdame. —Los ojos del chico se habían tornado de un azul cielo casi gris, la rojez de sus ojos generaba ese constataste, el iris se encontraba expandido a en su máximo esplendor. Su mirada transmitía lo que sentía al decir cada palabra. —Me siento mal porque es mi culpa, yo me metí en esto, yo insistí, yo lo busqué y ahora no... Ahora no tengo, no sé cómo salir. —Dice ahogándose en sus propias palabras. —Me siento como un estúpido, un inútil.




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