La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo: 32 - «Solo tienes que ser tú Sebastián».

Penúltimo Capítulo.
El fin se acerca.

 

Tras detenerse frente al cementerio donde todo empezó. Arioch espera con calma la llegada de su informarte.

Después de haber salvado a Sebastián de Joseph, observó desde lejos como este tras un tiempo se escabulló desde la multitud con el mismo.

Estaba cansado por lo que seguirlos no era algo que le entusiasmara, sin embargo, necesitaba, por lo que opto por llamar a Sombra para que se encargara de ello por él. Las intenciones de Guztaph no eran buenas y él aún tenía cosas que hacer, por lo que no podía centrar toda su atención en ambos.

Sombra se deslizó sigilosamente dentro del automóvil, tal y como lo que es, una sombra. Su trabajo era imitar el reflejo del chico para saber dónde estaba y que decía sin que este lo notara. Así fue cómo pudo seguirlo sin ser percibido, ni siquiera Guztaph siendo quien es, se percató del momento en el que este se escabulló hasta imitar la imagen del chico en el suelo. Con la caída de la noche le fue aún más sencillo seguirlos.

Siguiendo las instrucciones de su informante, llegó hasta su escondite. Al detenerse frente a la casa, comprendió por qué la presencia de Sebastián se había debilitado tanto. Se encontraban en un lugar sagrado, tierra neutral.

— ¡Vaya! Qué astuta jugada. Sin embargo, también descuidada —Musitó mientras salía del automóvil. —Gracias. A partir de aquí, sigo yo —Le indicó antes de dirigirse hacia la vivienda.

Sombra desapareció de la misma manera en la que apareció. Estaba feliz, su trabajo estaba completo, sabía que recibiría una buena recompensa.

Tan pronto como Arioch puso el pie derecho en el primer escalón, Guztaph se levantó de un salto. Los había encontrado. Estaban perdidos.

Mientras Joseph pensaba qué hacer antes de que el mayor entrara por puerta a cazarlos, en la casa de campo a las afueras de la ciudad los gritos desgarradores de Melody al ser torturada sobrepasaban las gruesas paredes.

—Te ruego, Leagh, detente ya —súplica Ryan, desesperado, mientras observa cómo la chica arranca una a una las uñas de su novia con las pinzas. A pesar de ello, ella hace caso omiso hasta arrancárselas todas por completo.

— ¿Qué pasa? Apenas estoy comenzando, Ry. No te impacientes, iré por ti enseguida. —Anuncia con una sonrisa siniestra mientras se levanta para coger un destornillador. Melody solo gritaba mientras Ry queda impotente al ver cómo la chica se acercaba nuevamente a su esposa. —Estás mirando demasiado, ¿no crees? —Pregunta juguetonamente a Melody, quien se estremece levemente en el suelo mientras observa sus manos ensangrentadas. —Te arrancaré los ojos para que no sufras. —Dice arrodillándose a su lado. —Tranquila, no tienes que agradecerme. Lo hago para que veas que no soy como tú, a pesar de todo lo que me hiciste no quiero que sufras. —Asegura irónicamente, con una amplia sonrisa en su rostro. —Ya conoces todos los proverbios al respecto... Ojos que no ven... Si no lo ves... Para que ojos sí... Ojo por ojo... —Después de decir eso, realiza su primera embestida.

Sin nada que puedan hacer, a Ryan y Brad solo les queda cerrar los ojos para no ver tan atrocidad. Los gritos de dolor de Melody les desgarra el corazón a la vez que les generan escalofríos y un miedo atroz por saber que serán los siguientes.

 

Narra

Sebastián Bullock

 


Mientras estaba adormilado, de repente veo a Joseph levantarse de un salto. Al instante, su rostro aterrorizado me transmite su miedo. Confundido, lo observo titubear, sin saber qué hacer. Fueron breves momentos, pero se sintieron como una eternidad, antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, la puerta se abre y Arioch aparece tras ella. Sorprendido y nervioso a la vez, me levanto. Su expresión inexpresivamente seria no me permite adivinar sus pensamientos. Y entonces, Joseph cae sin previo aviso al suelo, el fuerte eco de su caída me sobresalta, me acerco rápidamente a él.

— ¡Joseph! ¡Joseph! ¿Qué le ha pasado? —Pregunto molesto.

—¡Levántate! —Ordena acercándose. Ignoro sus palabras, pero al llegar a mi lado agarra mi brazo derecho y me pone de pie. Después, se agacha para recoger a Joseph y llevarlo sobre su hombro. —Vamos. —Indica. No le respondo, simplemente lo sigo en silencio. Al salir, veo su camioneta estacionada en la entrada. No puedo creer que no me haya dado cuenta de su llegada. —Por favor, abre la puerta trasera. —Solicita.

—¡Tenga cuidado! —Exclamo al ver cómo lanza a Joseph como si fuera un saco de papas. Él se gira hacia mí con una expresión severa.

—No me provoques. —Advierte. Salto al escuchar su voz ronca resonando en mi cabeza. Lo miro asustado, pero él evita mi mirada, cierra la puerta trasera y me indica que entre. Bordeo el auto y me subo al asiento del copiloto.

—No sacrificaré mi vida ni mataré por ella. —Declaro justo cuando él se adentra en el coche.

—Sebastián, permíteme darte un consejo. —Comienza mientras se voltea hacia mí y exhala un suspiro. —Acepta tu realidad. No compliques las cosas aún más, deberías haber comprendido que no hay nadie en este mundo que pueda ayudarte. Hacer que las cosas sean difíciles te afectará más a ti que a mí. —Señala con un rostro serio. —Has tenido mala suerte, amigo, acéptalo. Tus decisiones te han llevado hasta aquí y no puedes cambiar nada al respecto. —Expresa apáticamente. —Si tan solo hubieras escuchado la primera vez que te dije que te mantuvieras alejado de ella. Nada de esto habría sucedido. Tu amigo estaría bien, tu hermano no habría fallecido. Tú no te habrías convertido en un asesino y, por supuesto, no estarías aquí, sentado a mi lado, camino hacia tu final. Pero, como bien sabes, el 'hubiera' no existe, por lo que depende de ti si quieres que sea rápido e indoloro o dolorosamente insoportable. —Recrimina y plantea con serenidad.




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