La Chica del Lazo Rosa

°Capítulo Final: - «Libre».

Último Capítulo.
El final del sufrimiento ha llegado.

 

Narra Sebastian Bullock

 

Una vez más, me encuentro despertando en medio del bosque donde todo comenzó. La oscuridad y los árboles que me rodean apenas me permiten ver a mi alrededor. El cielo sobre mí se oculta entre las ramas y hojas de las enormes plantas. El frío es intenso, dificultando mis movimientos. Por lo tanto, decido quedarme inmóvil por un tiempo, tumbado en el suelo helado, con mis brazos extendidos y mis ojos fijos en lo alto. El sonido de las hojas acariciadas por el viento resulta sumamente relajante.

No es la primera vez que despierto en este sitio. Después de lo ocurrido, sueño cada noche con este lugar. Muchas veces mis sueños inician aquí y otras ocasiones terminan, no importar si es la localidad es de apertura o cierre, siempre aparezco en este bosque. Lugar donde no solo ella y mi hermano murieron, y yo me convertí en un asesino, sino también, donde mi vida cambio por completo al enredarse de tal forma que no tuve oportunidad de escapatoria. Este parque terminó convirtiéndose en un laberinto sin salida para mí, que gobierna mis noches y perturba mi mente durante el día.

Es tal mi relación insana con esta ubicación, y tantas las veces que lo he soñado, que ya soy consciente siempre de que es un sueño; sin embargo, a diferencia de lo que sucede cuando uno reconoce estar soñando; yo no soy capaz de controlar lo que veo y vivo aquí. Siempre es lo mismo, no importa lo que haga o diga; sin embargo, hoy sé que es diferente.

Una vez logro dominar mis extremidades, me enderezo y me siento en el suelo, percibiendo las migajas de tierra debajo de mí. Exhalo el aire retenido antes de levantarme.

El entorno que observo es distinto, al igual que la brisa helada que acaricio. Observo cautelosamente a mi alrededor. A estas alturas, esperaba haber presenciado una de las dos muertes, pero no ha sido el caso, por lo tanto, avanzo sin rumbo, cuidando de no tropezar. La neblina y la oscuridad limitan mi visión a unos pocos centímetros, impidiéndome ver más allá de un metro.

Mientras avanzo, comienzo a escuchar susurros que gradualmente se intensifican, transformándose en gritos fuertes y claros.

— ¡Joseph! ¡Joseph!

La voz de al menos cuatro personas llamando a Joseph retumban a mi alrededor en forma de un eco sin fin. Aturdido, me detengo y miro en todas las direcciones, ya que no podía identificar de donde provenían exactamente, las escuchaba de todos los lados, como si las hojas de los árboles las generaran y el viento las reprodujera en todas partes.

— ¡Joseph! ¡¿Dónde estás?! —El clamor por Britt no cesaba y conforme seguía escuchando sus voces, cada vez más cerca, se me hacían más conocidas.

— ¡Samuel! —De repente, en medio de los llamados, una voz más joven pronunció un nombre distinto. Frunzo el ceño al oírlo más cerca que al resto, justo detrás de mí, por lo giro y abro ampliamente los ojos al encontrarme a un Sebastián de nueve años caminando hacia mí mientras llama a su hermano.

— ¡Qué diablos! —Murmuro sorprendido.

— ¡Samuel, Joseph! ¡¿Dónde están?! —Mi voz chillona a mis nueve años es algo que reconocería donde sea, entre mil voces.

inmóvil por la sorpresa, contemplo cómo él sigue avanzando, llamando a nuestro hermano y mirando a su alrededor con temor. Me observo con nostalgia y asombro. ¿Qué significaba esto?

Sebastián avanza hasta atravesarme. En el preciso momento en que lo hace, un escalofrío me recorre todo el cuerpo, haciéndome estremecer, cosa que hace él también al quejarse por el frío y abrazarse en busca de calor.

Es entonces cuando la tierra bajo mis pies comienza a girar, transportándome a otra área del bosque, más cerca de la cabaña. Lo sé porque había soñado tanto con ese lugar que ya podía distinguir los árboles necesarios, entre todos los demás, para llegar a esa casa.

Observando a mi alrededor, veo a mi hermano de catorce años, caminando confundido mientras llama a Joseph. De inmediato me doy cuenta de que estamos en el año dos mil siete, ya que en esa época mi hermano había adoptado un estilo emo que no duró hasta fin de año. Recordando que ese año solo visitamos este pueblo una vez, para el funeral de la madre de Joseph, deduzco que es noviembre diecisiete o dieciocho, la fecha de su fallecimiento. ¿Qué podría significar este sueño o memoria?

— ¡Samuel! —Exclamo sin pensarlo, emocionado al verlo, y para mi sorpresa, él se voltea hacia mí. ¿Acaso me escuchó de verdad? —Samu. —Susurro con emoción, acercándome lentamente, sin estar seguro de si era posible.

—Sebastián. —Responde él confundido, iluminando con la linterna que sostiene en sus manos en mi dirección. Una sonrisa se dibuja en mis labios.

—Sí... —Murmuro con lágrimas en los ojos, corriendo hacia él.

Apenas me faltaba un breve trecho para abrazarlo cuando, de repente, lanzó un grito. La linterna cayó al suelo y él salió corriendo despavorido. Me quedé paralizado, confundido. Al girar, vi a Leagh detrás de mí, ensangrentada, sucia de barro y desnuda, suplicando ayuda con voz apagada. En ese momento recordé cuando mi hermano contó cómo la vio y la impresión que esta le causó.

La contemplo con tristeza. Es lamentable, su muerte no solo fue injusta, sino también cruel y desgarradora.

— ¡Necesito ayuda! ¡Por favor! —Ruega inundada en lágrimas.

—Si pudiera ayudarte... Si alguien te hubiera ayudado... También eres una víctima del destino. —Enuncio mirándola, pero parece no escucharme. Sigue avanzando en busca de auxilio.

Sin tener nada más interesante que hacer, continúo siguiéndola para descubrir a dónde va. Sus pasos son tan lentos que después de unos minutos me aburro de perseguirla y decido detenerme. Mientras Leagh avanza clamando por ayuda con dificultad, la observo y me pregunto qué habría pasado si alguien hubiera venido en su rescate. Justo cuando imaginaba lo diferente que sería todo si yo hubiera estado allí, diviso a lo lejos la luz de una linterna que se abre camino entre la oscuridad del bosque.




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