Un día de navidad me encontraba trabajando como cualquier día feriado, estaba en una pequeña fiesta donde se encontraban muchos jóvenes con mucho dinero, regularmente pasaba mis fiestas navideñas vendiendo a los jóvenes adinerados.
Recuerdo haber salido bastante tempano, todavía puedo recordar lo fría que era la noche y el silencio que la rodeaba, iba en camino a mi casa, estaba al otro lado de la ciudad, puesto que me encontraba en uno de las zonas más selectas de la ciudad o llamada “zona rosa”, como había ganado bastante, pensé en caminar un rato y tomar un taxi.
Sigo arrepintiéndome de esa decisión.
Todavía puedo recordar cada detalle del lugar por donde pase, era un callejón oscuro, tenía un olor fétido debido a los varios contenedores de basura que se encontraban desperdigados, pero lo que más recuerdo es la soledad que tenía este callejón, era una soledad que se mezclaba perfectamente con el silencio ensordecedor.
Todavía puedo recordar la mala espina que me dio ese lugar, recuerdo como esos hombres se acercaron al callejón, recuerdo sus caras repugnantes, sus cuerpos regordetes, sus manos ásperas y duras, recuerdo como me robaron el alma a golpes y se la llevaron como si fuera suya.
Recuerdo que después de satisfacerse, me golpearon hasta hartarse, en esos momentos me arrepentí de vivir, de nacer y de tratar de sobrevivir, no me quedaban ganas de nada mas, al final de todo solo era un simple muñeca que las personas usan y después tiraban, así como esos dos hombres hicieron, así como mi madre hizo, así como mi padre hizo, entendí algo en ese momento y fue mi completa soledad, sin amigos, sin familia… sin nada.
-Calladita nenita, o si no te matamos.- con esas palabras me dejaron tirada como un desecho después de usarme como su saco de boxeo.
Recuerdo que después de caerme a pedazos en ese oscuro callejón, me vestí y camine por calles desoladas, las personas me veían con preocupación pero ninguna se me acerco, pensé en como nadie escucho mis gritos, mi llanto o mi pedido de ayuda.
Cuando llegue a la soledad de mi habitación, me cuestione si seguir viviendo era lo correcto, ¿era necesario sufrir tanto?, el suicidio se veía tan tranquilo y sereno, no había dolor, vergüenza, odio, miedo, hambre…pero decidí sobrevivir, simplemente quise aferrarme a este infierno un poco más.
Fuera preferido morir y llegar a la paz…