A mis 15 años ya me sentía cansada, destrozada y agotada, me sentía sucia y asquerosa, estaba pasando mis días como una muerta viviente, solo hacia lo posible por sobrevivir.
Desde el día de mi violación, la palabra tranquilidad no existió, en la noche trabajaba como una esclava en un bar de mala muerta donde acompañaba a hombres depravados que me miraban como un asqueroso trozo de carne y secretamente para ganar dinero extra, vendía un poco de droga y durante el día trataba de descansar en un cuarto que se caiga a pedazos, pero mis pesadillas interrumpía haciéndome caer en un espiral de dolor y autodestrucción. Mi cuerpo estaba lleno de batallas de guerra- todas perdidas-, mi mente se mantenía en la oscuridad absoluta y mi mundo se caía a pedazos gigantescos
No podía ver un final a mi sufrimiento, hasta que apareció el.
Era un ángel caído del cielo, el príncipe azul de los cuentos de hadas, pero traía una oscuridad absorbente con él, era un chico peligroso pero a la vez angelical, todo de él era una contradicción sin precedentes, no era ese chico malo que a muchas les gusta, ni tampoco ese chico bueno que te llena la vida de alegrías. Él era un término medio, era un chico del mundo real… pero el mundo es duro y le encanta pisotear las esperanzas de los inocentes.