La chica especial

⩤ PRÓLOGO ⩥

Paulina respiraba rápidamente, sin poder controlar el dolor. Su cabeza era un lío, pero,por alguna razón desconocida para ella, su prioridad era su bebé.

 

A pesar de que habían transcurrido ya ocho meses y tres semanas desde que se enteró de que estaba embarazada, Paulina todavía no podía creer que ella y su novio fueran a tener un bebé.

 

«¿Qué haremos después del parto? No tenemos dinero»

 

Eso era todo lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Y sí, no tenían dinero; a pesar de tener ocho meses para que Adam y Paulina consiguieran un empleo, ninguno de los dos pudo hacerlo; en cada uno de los lugares en los que se presentó Adam, lo rechazaron debido a la falta de experiencia que pedían en cada uno de los empleos —lo cual era increíble, considerando la cantidad de empleos que existían en Los Ángeles—. Y a Paulina la rechazaron por estar embarazada.

 

—Lo siento, Adam —le repetía Paulina a su lindo novio, que estaba casi igual de asustado que ella.

—No te disculpes. No les faltará nada, jamás. ¿Entiendes? —respondió Adam, sonriéndole.

 

Se consideraban el uno al otro el amor de su vida, como toda locura juvenil desenfrenada.

 

—¿Estás lista, Paulina? —preguntó el doctor Grant, quien había estado a cargo de vigilar el embarazo de Paulina. 

 

Lo más curioso del doctor Grant era que se había ofrecido a cuidar de Paulina y su embarazo sin cobrar un centavo. Aunque era entendible hasta cierto punto, ya que Grant estuvo a cargo de unas pruebas de medicamentos en el laboratorio en las que se inscribieron Paulina y Adam en el último año de bachillerato, según ellos para ganar un poco de dinero, pero fracasando en los intentos de cobrar a los directores del laboratorio. Para su suerte o desgracia, cuando los doctores del laboratorio descubrieron el embarazo, comenzaron a monitorear el progreso. 

 

—No. No quiero —respondió Paulina—. No puedo.

—Sí puedes —intervino Adam, mirándola a los ojos por unos segundos—. No vas a quedarte sola.

 

Ni siquiera tuvo que responder cuando Pulina sintió una punzada intensa de dolor en el pecho, seguida de otra en el vientre. La máquina a su lado se volvió loca.

 

—¿Qué está pasando? —preguntó Grant, alarmado.

—Paro cardíaco —respondió la enfermera.

—Al quirófano. ¡Ya!

 

Adam no tuvo tiempo de reaccionar, simplemente se quedó en su lugar, petrificado, sin saber qué hacer ni qué pensar. Su mirada se quedó en el suelo, donde estaba la camilla de Paulina.

 

Justo en el segundo después de llegar al quirófano, Paulina sólo podía gritar, el doctor Grant se preparó junto con otros doctores. En pocos segundos estaban listos para sacar ese bebé. 

 

Grant sabía lo que estaba pasando, y por eso no dejaría que ese bebé estuviera en peligro ni por un segundo. Paulina no le interesaba; le interesaba el bebé.

 

⋘⋙

 

Adan no se había movido de su lugar en tres horas, y estaba agotado, sin siquiera haber hecho un sólo movimiento. Esas tres horas fueron una tortura, en las que sólo se quedó pensando cómo fue que pasó, cómo no se atrevió a moverse para ayudar a su novia, aunque no había nada que él pudiera hacer. Pero de un momento a otro, su cerebro pasó de estar preocupado y asustado a estar totalmente confundido; pensó en cómo era posible que quisieran llevarla al quirófano cuando estaba teniendo un paro cardíaco…, pero quizá existía una salida de la que él no estaba enterado.

 

Y justo cuando sus ojos estaban cerrándose, decidido a dormir, el doctor Grant apareció. Sus esperanzas se vinieron abajo al verlo; tenía una expresión que sólo demostraba cansancio y tenía el ceño ligeramente fruncido.

 

—Por favor —empezó Adam, asumiendo lo peor.

—Ella está bien —intervino Grant, sonriendo ligeramente—. Ambas lo están.

 

Fue como si un enorme peso se fuera de sus hombros. Adam tuvo una sonrisa real en dos días enteros y se sentía el hombre más afortunado del mundo. Era una niña… Tenía una hija.

 

—¿Puedo verlas? —preguntó, entusiasmado.

—No, no puede. Yo le diré cuando pueda pasar a verlas, pero le aseguro que todo está bien.

 

Asintió con la cabeza y se sentó en uno de los bancos que estaban detrás de él. Aún había cosas que arreglar, pero seguro sabría cómo cuidar a su nueva familia. Fue en ese momento en que dejó de importarle todo y se propuso hacer todo lo que estuviera a su alcance para proteger y mantener a su hija y al amor de su vida.



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En el texto hay: peleas y accion, gobierno, poderes raros

Editado: 28.01.2023

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